En el corazón de la ciudad de Mariano Roque Alonso, departamento Central, se encuentra la Quinta Abente, de no más de dos hectáreas, donde un numeroso grupo de amigos, que se hacen llamar Yarara’s Club, se juntan los sábados, miércoles y feriados para rendir culto a la amistad. Esta tradición es posible mediante el esfuerzo de todos por mantener ese espíritu joven hace más de 20 años, que se transmite ya a otras generaciones.

Este encuentro de ami­gos es posible gracias al apoyo constante del Ing. Jorge Raúl Osvaldo Abente Meilicke, propieta­rio del lugar, una persona que en 1998 decidió abrir las puertas de su casa a los amigos y vecinos “de bien” para la práctica del fútbol, en una actitud generosa y des­interesada pocas veces vista en Paraguay.

La Nación compartió toda una jornada en Yarara’s Club para conocer in situ cómo encara la vida este grupo en cada encuentro. El Ing. Abente, con humildad, nos recibió personalmente y lo primero que dijo es que él es apenas “uno más” y que el “fantás­tico grupo” es producto de la conjunción de ex compa­ñeros del colegio San José y de otros buenos amigos, a los que se sumaron los vecinos, a quienes se los bautizó cariño­samente como “periféricos”.

Ing. Jorge Raúl Abente Meilicke.

Pero el amor al “deporte rey” no es lo único que atesora el dueño de casa. Es un apasio­nado de los caballos pura san­gre, así como del arte, la poe­sía y la música del Paraguay.

No podía ser de otra manera, se trata del sobrino directo del lirista y poeta Carlos Federico Abente Bogado (1914-2018), un destacado médico para­guayo, autor de la letra de la canción “Ñemity” (“Siem­bra”). Por eso, en jornadas especiales los asociados dis­frutan polkas y guaranias sugeridas por el anfitrión.

A diferencia de otras fechas, el grupo se viste de gala cada 7 de diciembre con motivo de las fiestas de fin de año. De acuerdo con Miguel “Monchi” Telechea, “yarará” fue un seu­dónimo que Eduardo “Pan­toco” Feliciángeli le puso al propietario. Lo confirmó este último, quien contó que “una tarde de sábado, haciendo calentamiento, nos tomába­mos del pelo, como siempre, y el óga jára (dueño) largó una bola (mentira), pero justo apareció una viborita (yarará), de ahí el nombre al predio y al dueño”.

El lugar, con espacios verdes envidiables, cuenta con dos canchas para la práctica del fútbol, una de ellas con lumí­nica artificial; pistas para eventos varios, un quincho con todas las comodidades y otros atractivos. Los com­ponentes del club hacen uso irrestricto del predio. Inclu­sive, a veces, los equipos son reforzados con jugadores de la talla de Rogelio Delgado, Alicio Solalinde y Agustín Pedrozo, entre otras figuras que suelen estar.

El comportamiento de todos es ejemplar: adultos mayo­res, adultos, jóvenes y niños. Además, son inocultables los signos de amistad, toleran­cia, camaradería y solidari­dad. La humildad es un valor tangible. La única condición para permanecer en el grupo es no pelearse.

A iniciativa de los socios, y a pesar de la negativa del dueño, en cada jornada el tesorero (Carlos Benítez) registra en un libro el aporte volun­tario de cada uno. El dinero no es mucho, pero la idea es colaborar con algunos gas­tos de mantenimiento de las canchas, compra de pelotas y redes, cortes del pasto y, a veces, para el pago del servicio de televisión por cable. Esos recursos hicieron posible la compra de una TV plasma para poder observar en el quincho los eventos depor­tivos, preferentemente en el “tercer tiempo”.

UN POCO DE HISTORIA

La historia de creación de los Yarara’s es muy peculiar. En la década del 80, cuando en noviembre terminaban los torneos de la asociación de ex alumnos del colegio San José, en una quinta del barrio Coca Cola, los integrantes querían seguir jugando todo el verano. “Nos reuníamos en la expla­nada del León Coundou por­que queríamos seguir jugando al fútbol. Allí empezó el peri­plo de visitar distintas canchas y lugares como la Aso del IPS, el Botánico, Técnico Javier, Ameliano, Ñu Guasu, Quinta Monti de Mariano Roque Alonso y varias otras canchas”, contó el Ing. Abente.

“A fines de 1997 compré un terreno en Roque Alonso, que me hago posesión en 1998. Un día llego al León Coundou, donde nos juntábamos, y les digo: conseguí prestada una cancha para practicar los sábados. Fuimos ahí, pero nadie sabía nada, solamente el escribano Jorge Doldán por ser el hacedor de la escri­tura pública. Era un lugar totalmente abandonado. Limpiamos un poco la can­chita de adelante. Al sábado siguiente y todos los sábados nos fuimos a la quinta, hasta hoy. Fue el escribano, a quien digo ‘Tocayo’, el que ante tanta curiosidad contó que la había comprado (ríe). Esa fue la posesión del grupo Yarara’s de la quinta de Roque Alonso hace ya 21 años”.

Pasaron dos décadas, pero muchos de los fundadores del Yarara’s siguen jugando cada cada fin de semana como el escribano Jorge Doldán, Eduardo Felicián­geli, Luis Irigoitia, Artemio Torreani, Alfonso Pehkoltz, Justo Martínez (no va más) y Miguel Telechea; el “perifé­rico” más antiguo es Ricardo Benítez. Otros ya no están, pero son recordados siempre con cariño, como Raúl Rojas, Luis Cardozo, Walter Mieres y Aníbal Clavel.

Para los Yarara’s más anti­guos, las anécdotas más recor­dadas tienen que ver con los viajes a Posadas, Argentina, a donde iban a jugar contra otro equipo de iguales caracterís­ticas del Club Rowing. Tienen recuerdos inolvidables de la gran camaradería en los parti­dos y agasajos, que luego eran retribuidos en Asunción.

VIVIR LA VIDA

“Haciendo una retrospec­tiva, uno no mide ni se da cuenta del valor de juntar a los amigos, que cada vez se suman más. Me siento muy contento y agradecido con todos. Y mi casa y la cancha de fútbol están abiertas y es de libre acceso siempre para toda gente buena que mantenga la decencia. Todos los yararaces son quienes hacen posible este grupo”, acotó el Ing. Abente.

“Hay mucha solidaridad tam­bién en casos de necesidad. Siempre se le da una mano al amigo y al compañero. Como siempre le digo a todos, qué más que aprovechar en vida lo que tenemos y que disfru­temos todos. Tenemos que ser felices, gozar de esta vida que no sabemos cuánto tiempo más nos regala. Comparta­mos y, ¡a vivir la vida yarara­ces!”, dijo finalmente.

LUIS IRIGOITIA

“Gracias Jorge por abrirnos tu casa. Hay muchísimas anécdotas, pero se trata del grupo humano en el que no se hacen diferencias. Podés ver jugar a un gran médico y a un operario juntos, y luego mirar un partido en el quincho compartiendo una cerveza y el asadito. Tenemos recuerdos imborrables de toda una vida con amigos entrañables. Cada vez que voy encuentro el mismo calor humano y más numeroso (ríe).

ARTEMIO TORREANI

“El nombre de yarará surgió de un comentario muy ponzoñoso, hace 22 años (ríe). Tuvimos la primera invitación para jugar en Posadas y nos decidimos por ese nombre. Aquí venimos a compartir anécdotas y pasar momentos inolvidables. Recordamos siempre a los que ya no están: Luis Cardozo (Ventilador), Walter Mieres (Helicóptero Cabina) y Aníbal Clavel (El Negro), un gran compañero”.

JORGE DOLDÁN

“El grupo Yarara’s surgió de amigos que concurrían los sábados a jugar fútbol en el torneo de ex alumnos del San José, allá por los años 80. Cuando terminaban los torneos y la quinta del San José se cerraba, buscábamos canchas donde jugar. Fuimos al Botánico, a Ñu Guasu y otras. Allá por 1998, el Ing. Abente, gran futbolista, adquirió una quinta en Mariano Roque Alonso y allá fuimos, dejando de participar en torneos”.

ALFONSO PEHKOLTZ

“Todo se debe a la pasión por el fútbol que dio origen a Yarara’s Club. Tengo los mejores recuerdos cuando nos invitaron a ir a Posadas. Ocurrió que uno de los integrantes se indigestó con comida en mal estado y no pudo jugar, permaneciendo en reposo en el hotel. Pasaron muchos años, pero mantenemos la amistad. Uno espera cada sábado para jugar y disfrutar del tercer tiempo de asado con algunos tragos”.

“MONCHI” TELECHEA

“Una vez, el tercer tiempo fue hasta las 22:00 y el encargado nos echó porque hacíamos ruido (ríe). Fue por culpa de ‘la espirituosa’. En 45 años no he conocido a gente tan maravillosa, respetuosa y de juego limpio en el fútbol, lo que hace del grupo muy sólido. Esto significa una parte importante en nuestras vidas. Tener un espacio así que nos renueva cada fin de semana es fundamental. Le debemos mucho al dueño de casa”.

EDUARDO FELICIÁNGELI

“Esto no tiene precio, la diversidad, el compañerismo, el compartir desde una simple pero sabrosa tortillita hasta un costillar, es lo máximo. Antes, durante y después del fútbol siempre hay risas, camaradería, tallas, pero con gran confraternidad. Abente tiene una gran calidad humana, extraordinario y un caballero a carta cabal. Creo que no lo valoramos en toda su dimensión de humanidad”.

LUIS FIGUEREDO

“Es un grupo selecto, pero en el buen sentido de la palabra, porque nunca hubo problemas graves. Siempre, en cada jornada, nos quedamos a compartir un refrigerio. El secreto está en la hospitalidad y amistad de Jorge Abente, quien con absoluto desprendimiento cede gentilmente su quinta para uso de todos, como si fuera nuestra propia casa. Lo único que pide es no pelearse dentro del predio. Eso es fundamental”.

JAVIER FIGUEREDO

“Mi incorporación se dio desde el momento en que mi papá se integró (Luis Figueredo). Le acompañé desde esa vez. Cuando nos presentaron, nos pidieron que movamos la mesa de una tonelada del quincho, por lo que nos miramos con mi hermano (Sergio) y pensamos: ¿cómo lo íbamos a hacer? Nuestros rostros fueron motivo para un estallido de risas. Es un lindo grupo al cual ¡no se puedo faltar!”.

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