Por Toni Roberto, tonirobertogodoy@gmail.com

La historia de los perros asuncenos, sean estos de pedigree o popularmente denominados “delmer”, merecen un espacio también al hablar de la ciudad y su gente.

No quiero hacer una historia literal barrial de canes, pero las historias de perros asuncenos dan para más de un artículo. Desde Gonzalo, el perro de alto linaje, muy ligado a temas culturales asuncenos, como lo fue también Titán, el compañero de don Arturo Alsina; o la muy sociable Rosita Soledad Cantero, cuidada por los amigos de Manorá, hasta las pandillas de la Terminal.

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Hemos recibido un sinnúmero de historias de canes de diferentes barrios de Asunción, que iremos contando en próximas entregas de Cuadernos de Barrio, hoy nos abocamos a unas cuantas de ellas.

CANES CULTURALES: GONZALO Y TITÁN

Es Gonzalo el primer can con una escultura en un museo de Asunción. De hecho, aparte de aquella está la de su lápida, ambas creadas por el gran escultor Gustavo Beckelman. Gonzalo era un perro educado, refinado, muy sociable, tanto en su residencia como en el Museo de Arte Sacro. Otro perro de alto linaje cultural pero de la década del 40 fue Titán, el perro del dramaturgo y farmacéutico Arturo Alsina, él fue “compañero fiel” del poeta en aquellos años 40 y 50 en lo que entonces eran las lejanas afueras de Asunción, en la zona de la Recoleta. Cuando don Arturo se mudó del centro de Asunción a su apacible quinta de Villa Morra en 1945, Titán le fue obsequiado por doña Leonor Prandi de De Angelis, esposa de un acaudalado empresario de la época. El perro fue inmortalizado por Tata Ferreira en un dibujo de los años 70.

ROSITA SOLEDAD CANTERO

Distinta fue la historia de Rosita Soledad Cantero, una perra de barrio, llegada “sola y su alma” al aristocrático Manorá de finales de los años 90. La perra, de incierto linaje, vivió allí por casi 20 años. Rosita era muy sociable y religiosamente acompañaba a la misa de los domingos a la embajadora Leila Rachid, cuando ella era canciller de la Nación. Con rigor religioso Rosita la esperaba en la puerta de la iglesia y luego volvía hasta su casa, como una perfecta y simpática “guardaespaldas”. Muchas veces cuando no se le encontraba, la pregunta de todos los vecinos era:¿Dónde está Rosita? Las respuestas frecuentes eran, por ejemplo: “está almorzando un asadito con el embajador del Ecuador” o “Rosita está en la Embajada del Uruguay”, que quedaba en esa zona en aquellos primeros años 2000. Un día de verano del 2016 vino una gran tormenta y Rosita desapareció. Terminado el “severo evento meteorológico” el encumbrado vecindario la empezó a buscar por todas partes. Rastrillaron el barrio completo, hasta hicieron búsquedas en el arroyo Mburicaó mí, pero nunca se la encontró, Rosita Cantero (bautizada con ese apellido porque tenía por morada un cantero de una de las casas de la zona), había desaparecido misteriosamente, de la misma manera que un día había llegado al barrio.

Titán, Villa Morra 1945. Dibujo: Tata Ferreira As. c.1970

PANDILLAS DE BARRIO

Cambiando de estirpe perruna también existieron los perros pandilla como los de la Terminal, allá por 1980, que llegaban a este lugar formando grupos donde cada uno tenía su jefe. Eran parecidos a los pandilleros humanos de los bajos fondos de las urbes de cualquier parte del mundo. Estos merodeaban el patio de la Terminal atraídos por las sobras de comidas. Nos cuenta el historiador barrial don Hugo Ferreira: “Esto fue aprovechado por grupos inescrupulosos de escaso nivel ético y moral que se solazaban con estas peleas y hasta organizaban combates como si fueran veladas de box, cobrando entradas y apostando por los contendores”. Sigue diciendo: “El ruedo de las peleas de perros estaba en un andurrial al fondo del predio de la Escuela María Felicidad González, que tenía gran extensión en esa época. Los buenos vecinos denunciaron a la Policía de Ysaty de estas peleas. Un día, los organizadores fueron sorprendidos por la Policía y desbaratados”. Termina diciendo en estos relatos del señor Ferreira.

OTROS CANES

Existen perros asuncenos históricos, muchos fueron retratados por grandes artistas como Ignacio Núñez Soler, Edith Jiménez o Ricardo Migliorisi. A través de las décadas, ellos ya son parte de nuestra historia, desde los más encumbrados hasta los llamados jagua Paraguay o comunitarios, que dan color a nuestro paisaje urbano. Cada uno de nosotros, en nuestras plazas o en alguna esquina de nuestros barrios deberíamos recordar con alguna pequeña escultura a estos “mejores amigos del hombre”, así como ya fue inmortalizado con dos esculturas el recordado Gonzalo o el perro Fernando en Resistencia, Argentina.

Gonzalo. Escultura de Gustavo Beckelmann As. 2012.
Jefes de la pandilla de la Terminal. Dibujo: Édgar Hugo Ferreira c. 1981

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