Por David Velázquez Seiferheld, historiador

“Biblioteca del Alumno”, “Biblioteca del Maestro”, “Plan Dalton”, “No hacer el servicio militar obligatorio es traición a la patria”, “El himno nacional”, “La Bandera”, “Niñas inmorales”, “Niños sinvergüenzas”. El acceso a los archivos de la Escuela Graduada No. 3 República del Brasil es la puerta de entrada a las vivencias cotidianas de la educación paraguaya de fines del siglo XIX e inicios del siglo XX.

Los orígenes de la escuela se remontan a la creación de las escuelas públicas en los distritos de la capital en tiempos de Carlos Antonio López. La escuela Brasil es de alguna manera la continuación de la escuela de La Encarnación, como la Escuela Graduada No. 5 General Díaz lo es de la escuela del distrito de La Catedral. Tras la Guerra de la Triple Alianza, la escuela de La Encarnación pasó por diversos cambios de tipología, siendo Escuela Graduada de Niñas de La Encarnación; luego, escuela mixta de La Encarnación. Desde 1924 es Escuela Graduada No. 3 Estados Unidos del Brasil y hoy República del Brasil.

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Su pasado registra un hito, entre tantos otros, fundamental en la historia de la educación paraguaya: fue una de las escuelas experimentales de la reforma educativa liderada por Ramón Indalecio Cardozo entre 1921 y 1932. Precisamente, una de las reliquias es el libro de visitas de la escuela de aquellos años, en el que resalta, entre tantas, la firma de Adolphe Ferriére, educador de fama mundial, fundador de la Liga Internacional de la Nueva Educación y vicedirector de la Oficina Internacional de Educación (un antecedente de la Unesco) que visitó el Paraguay en octubre de 1930 para conocer de primera mano la experiencia paraguaya con los conceptos de la Escuela Activa. También tiene huellas de hitos políticos: el presidente del Brasil Getulio Vargas visitó la escuela en 1941.

Parte de ese pasado está conservado en copiosa documentación que data de 1890, conservada a duras penas debido a la voluntad de la directora de la institución, profesora Asunción Vall de Font. El mobiliario en el que se encuentran los documentos es de las primeras décadas del siglo pasado y la huella de ese pasado todavía es visible en las bibliotecas, armarios y estantes. La escuela, sin embargo, no cuenta con archivo fotográfico, aunque existen tomas fotográficas de los experimentos realizados por el equipo técnico de la Dirección General de Escuelas en la época del educador guaireño y registro fotográfico de la visita de Getulio Vargas.

Acceder al archivo es conocer, reiteramos, cómo era el cotidiano de la vida escolar en el Paraguay; cotidiano que se intentaba modelar y controlar desde el complejo, cambiante y –por desgracia– casuístico y asistemático conjunto normativo de la educación paraguaya de posguerra.

El mobiliario y los textos escolares de la biblioteca de la institución pueden ser reconstruidos con el libro respectivo, que contiene información desde 1890 hasta 1954. Los libros de calificaciones muestran no solo las calificaciones, sino los cambios en el sistema de escuela graduada (de primero a cuarto grado; la división del primer grado en primero inferior y superior, hasta el cuarto grado; de primero a sexto, etc.), así como un dato muy llamativo: la sobreedad en cada grado y la convivencia diaria, en la misma aula, de “niños” y “niñas” de edades muy dispares para pertenecer a un mismo grado. El resumen anual de calificaciones promedio también es impactante porque habla de un dato fundamental: el desgranamiento escolar anual, que no era inferior al 20% en cada grado a fin de año. Los libros de matrícula de alumnos también nos dicen mucho sobre las ocupaciones de sus padres y madres, perfil socioeconómico, incluso de su nacionalidad.

Los programas de estudio y su desarrollo pueden conocerse a través de libros de actas de las conferencias pedagógicas: las conferencias pedagógicas fueron la estrategia utilizada para capacitar al magisterio en momentos en que solo existía la Escuela Normal de Maestros y Maestras en Asunción. De la importancia de la escuela Brasil da cuenta la presencia, en las conferencias de 1925 a 1927, de educadores de la talla de Ramón Indalecio Cardozo, director general de Escuelas; de Máximo Arellano, inspector general de Escuelas, luego remplazado por Cosme Ruiz Díaz; Adela Ruiz, directora de la escuela Brasil; y Emiliana Escalada, directora de la Escuela General Díaz. Las conferencias versan sobre los más diversos temas: desde normas de comportamiento hasta observaciones de clases realizadas por la dirección y el diálogo respectivo con las maestras, todo ello en el marco del análisis del proceso de la reforma educativa en curso en aquellos años. Se discute sobre la enseñanza de las matemáticas, el arte, la educación física, la historia y geografía, lectura y escritura. Las actas invitan a conocer tanto el nivel del diálogo como el cuidado por las formas en el mismo y las diferencias pedagógicas entre docentes.

La escuela opera como un dispositivo clave de la identidad de una nación, a través de la enseñanza de la historia y la geografía y de los dispositivos de la memoria: efemérides, festejos patrios, monumentos, ilustraciones, himnos y canciones. Las actas de la escuela Brasil son riquísimas en ese sentido, permitiéndonos conocer cómo se manifestaban en las aulas los cambios ideológicos con respecto al pasado del Paraguay a lo largo de las décadas. Por ejemplo, una instrucción de la Dirección da cuenta de los preparativos para que las niñas del 2º al 4º grado participen de la procesión cívica que se realizó el 22 de setiembre de 1906 en homenaje al General José E. Díaz. Una conferencia pedagógica de 1938 se refiere al nacionalismo y al comunismo, a tenor de la cartilla anticomunista publicada en 1937 siguiendo un decreto del mismo año.

Los conceptos disciplinarios reflejados en los libros de disciplina, conocidos popularmente como “libro hu” (libro negro, por el color de los mismos), también son llamativos. Suspensiones “por rabona”, “por interrumpir con groserías”, “por mostrar incultura en la calle”, “por jugar balitas en la calle”, “niñas inmorales”, “niños sinvergüenzas”, muestran también cuán elásticos y arbitrarios podían llegar a ser los conceptos y las estrategias de sanción y castigo.

La preocupación comunitaria por la educación no está ausente: se expresa en el libro de Caja de la Sociedad Protectora de la Educación, formada por el vecindario de la escuela.

Otro aspecto que despierta el interés es el que tiene que ver con la tipografía –en realidad la caligrafía– de quienes llevaban los diversos libros. La riqueza de diseño es sencillamente excepcional, verdaderamente artística; al igual que la cuidada caligrafía de los libros hasta la primera mitad del siglo XX. Luego, cede su lugar progresivamente a la letra cada vez menos cuidada. El énfasis puesto en el arte de la letra tiene que ver con el concepto, que aparece también en las conferencias pedagógicas, de que, en tanto instrumento del saber, el cuaderno merece el máximo cuidado y el mejor empeño en la visualidad como testimonio de respeto.

La biblioteca de la escuela impacta dado que nos permite recuperar revistas como La Revista de Instrucción Primaria, del Estado; o enciclopedias como El Tesoro de la Educación, o por la monumental Geografía Universal de Eliseo Reclus. Pero eso debe hacernos recordar el porqué estaban ahí: la reforma de 1921 priorizaba la investigación, para lo cual prescindía de los manuales. Y otro dato menos conocido: en la fase experimental, esta y otras bibliotecas estaban a cargo de los niños y las niñas.

El hallazgo de un documento, o de un acervo, no es en sí mismo historia. Se convierte en conocimiento histórico luego de la aplicación rigurosa de los conceptos propios de este campo del conocimiento. El primer paso es el ordenamiento de la documentación; luego, la crítica documental tanto interna como externa; situar cada documento en su contexto para comprender su sentido original y evitar los anacronismos; proponer interpretaciones y establecer la relación con el conocimiento existente; realizar comparaciones cuando fuera necesario y someter los análisis a la comunidad de estudiosos y científicos.

En este caso, la escuela Brasil –y quién sabe cuántas escuelas más en todo el país– nos abre las puertas a la posibilidad de un mejor conocimiento del pasado educativo en el que tanto peso tiene la elaboración formal de la política, la estrategia, la norma educativa como su transmisión y su recepción en el conjunto de los actores de la educación. Se suma al hallazgo de otros archivos igualmente importantes, como el de la Revista Ysoindy, de Yaguarón, y el archivo de la escuela dirigida por el maestro y profesor normal Ramón Bogarín Arámbulo de la misma ciudad. Otros archivos esperan ser visitados y examinados por especialistas que puedan rehacer el pasado educativo, cuyo conocimiento queda relegado por la prioridad que los programas conceden a héroes de armas y batallas, o bien por el excesivo énfasis puesto en la biografía de los considerados grandes educadores ignorando hechos y procesos históricos.

Una de las funciones de la historia, quizás hoy la más urgente, es la comprensión de cómo se configuró el presente. Por ello, el cuidado y la preservación de los archivos escolares, y del patrimonio material e inmaterial de la educación, debe constituir, entonces, uno de los ejes de la política pública educativa, como desafío ante el proceso de transformación educativa.


AGRADECIMIENTOS

Profesora Asunción Vall de Font, directora de los turnos mañana y tarde de la escuela República de Brasil.

Lic. Carlos Orué, director del turno noche de la escuela República de Brasil.

Dr. Francisco Giménez Duarte, director general Académico de la Escuela de Gobierno y Políticas Públicas Norberto Bobbio.

Mg. María Asunción Giménez Cabral, directora administrativa de la Escuela de Gobierno y Políticas Públicas Norberto Bobbio.

Lic. Vicente Arrúa, director del Archivo Nacional de la Secretaría Nacional de Cultura.

Vivian Arce, Tania Banks, Olga Basaldúa, Rolando Candia, Enrique Escobar y Juan Carlos Servián Alvarenga, participantes del Diplomado en Historia de la Educación paraguaya. Escuela de Gobierno y Políticas Públicas Norberto Bobbio.


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