Por Ricardo Rivas, periodista

Alcira Methyger (27), visitaba a su apocado amigo Jorge Eduardo Burgos (36), en Montes de Oca 280. Nacida en Salta -unos 1.470 km al noroeste de Buenos Aires- migró de su provincia en busca de una mejor calidad de vida. A poco de llegar alquiló un pequeño cuarto en Bernardo de Irigoyen 1538. Por pocos días -junto con su hermana, Ana Urbana- habitó en el Gran Hotel Sur, presuntuoso nombre de una pensión en la calle Chacabuco. Su vida era dura y estaba dispuesta a todo, pero nunca imaginó que sus esperanzadas ilusiones habrían de esparcirse entre Loma Hermosa, un paraje de la bonaerense Hurlingam -40 km al Norte de esta ciudad- avenida Cruz y Pedernera, en el barrio local de Flores Sur; y, en las aguas del Riachuelo, donde finaliza la calle Martín García.

UNA CALLE MUY ESPECIAL

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“Montes de Oca es una calle muy especial, en Buenos Aires. Históricamente, y vaya a saber por qué, numerosas tragedias ocurrieron en ella o en torno de ella”, me explicó por 1979 Evaristo Manuel Urricelqui, quien fuera jefe de Homicidios en esta ciudad. Con habilidades para el cuento y la novela, “El Vasco”, como lo apodaban, fue un detective notable.

La avenida Manuel Augusto Montes de Oca, comenzó a llamarse formalmente de ese modo, en homenaje a un decimonónico médico solidario y relevante. Antes, fue la Calle Larga del Sur, según algunos, de Barracas, al decir de otros o, la avenida de la Antigua Calle Larga, como también la mencionan. Solo tiene 23 cuadras. Existe desde 1822. De Norte a Sur, se hunde en el Riachuelo y, si bien no pocas historias truculentas acaecieron en algunas de las viviendas asentadas en sus 46 veredas, por boca del Vasco solo supe de una de ellas.

El médico forense Francisco Fablet, en la Morgue Judicial, por una cicatriz muy especial en los restos hallados en Loma Hermosa, Flores Sur y a media agua en el apestoso Riachuelo, determinó que pertenecían a la Methyger. Lo informó a Urricelqui. Un par de confidentes condujeron al investigador hasta Urbana, hermana de la descuartizada Alcira, que vivía en el Hotel Gran Sur. Entre sollozos orientó la pesquisa hacia dos novios devenidos rápidamente en sospechosos. Un tal Ramaroso, que tenía coartada y, el tímido Burgos que la pretendía desde 1944.

El 16 de marzo del 55’, “El Vasco” allanó el apartamento de la familia Burgos en Montes de Oca 280. El buscado había salido de la ciudad. “Viajó a Mar del Plata en el tren de esta noche”, comentó su hermana sorprendida y asustada. Los detectives, en varios autos, se lanzaron a la Ruta Nacional 2 para alcanzar al convoy. Lo consiguieron en la estación Maipú. Allí abordaron El Marplatense, un tren de lujo. Lo reconocieron en el segundo coche pulman. Se sentaron cerca y aguardaron hasta arrestarlo en el punto de destino. “Confesó enseguida. Quería contar su crimen”, comentó Urricelqui quien, como el escritor inglés Thomas de Quincey, consideraba el asesinato como una de las bellas artes. “El hombre está hecho para dar la vida, no para quitarla”, sostenía enfáticamente. “Discutieron por celos. Burgos encontró en la cartera de Alcira una carta amorosa de Ramaroso.

Rechazó toda explicación. La estranguló y, luego, desnuda, la descuartizó en la bañera, empaquetó los restos y los dejó en los lugares donde fueron encontrados”. Condenado a 20 años de prisión, un tribunal de apelación redujo 6 años la pena. Por buena conducta lo excarcelaron en 1967. Nunca se arrepintió. Algunos años trabajó silencioso como jardinero en un hogar para monjas añosas. “El Vasco” Urricelqui, tal vez el mejor investigador de asesinatos que se conociera en la Argentina, en aquella madrugada de relatos escalofriantes, antes de despedirnos, en tono enigmático, me entregó un dato singular: “Cuando allanamos el departamento de los Burgos, en 1955, en el mismo edificio vivía María de las Mercedes Bolla Aponte (25), hermana de un milico, casada luego con el abogado Antonio Murano. Usted la conoce como “La Yiya” o “la envenenadora” que mató a sus amigas prestamistas. Cuando niña, jugaba con el descuartizador en esa casa”.

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