La conmemoración del Día del Niño y de la Niña en Paraguay, cada 16 de agosto, nos obliga a volver la mirada hacia una gran tragedia, difícil de calificar. David Velázquez Seiferheld nos ayuda a poner en perspectiva esa y otras historias de la niñez americana y las guerras.

  • Por: David Velázquez Seiferheld
  • ILUSTRACIONES. GENTILEZA

La conmemoración del Día del Niño y de la Niña en el Paraguay el 16 de agosto de cada año reaviva múltiples debates en la sociedad paraguaya. El 16 de agosto de 1869, durante la Guerra de la Tri­ple Alianza, con el territorio paraguayo prácticamente ocupado por la invasión aliada, y con un gobierno paraguayo títere sin mando de tropa, se produjo un com­bate que se conoce en la his­toriografía paraguaya, por lo general, como la Batalla de Acosta Ñu, y en la histo­riografía brasileña como Batalla de Campo Grande.

Decimos “por lo general”, porque la discusión se cues­tiona incluso el carácter del combate: si fue una bata­lla, un combate, una esca­ramuza o una masacre. Las particularidades de la Gue­rra de la Triple Alianza, que es posiblemente, según el historiador Luc Capdevila, la primera Guerra Total, hacen inviables los reduccionismos, sobre todo morales y políticos, para responder a esta y otras pre­guntas, demasiado simpli­ficadas y, desde el punto de vista historiográfico, con muy escasa información no bélica sometida a análisis. Varios supuestos, un exceso de conjeturas, muchas pre­guntas formuladas a la luz de los hechos conocidos pero con poca explora­ción sobre lo desconocido, la aparición anacrónica de unos valores y la elimina­ción de otros, llenan el vacío de evidencia con una retó­rica que dificulta el acerca­miento al tema de la guerra.

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Juan Pío Prieto, Educador pilarense. Fue combatiente de Abay y Acosta Ñu.

Y, desde luego, ambas posi­ciones políticas enfrenta­das: lopistas y antilopistas, conducen irremediable­mente toda discusión hacia la figura de Francisco Solano López (1827-1870), sobre cuya responsabilidad o no en el reclutamiento de niños se discute apasiona­damente.

Una manera de contribuir a esclarecer episodios en los que los niños aparecen en la guerra es tratando de identificar si en los ejér­citos aliados, o si en otros conflictos bélicos contem­poráneos a la Guerra de la Triple Alianza, se conside­raba jurídicamente posible o fácticamente admisible o al menos tolerable o era una medida de fuerza, la incor­poración de niños a los ejér­citos; y/o su militarización a través de la educación.

Es importante considerar la herencia jurídica sobre reclutamientos: Por una parte, regía hacia fines de la colonia la disposición de Carlos III sobre reclu­tamientos para bandas de músicos militares, de niños de 10 a 15 años. Por otra, y por imperio de las circuns­tancias, ante el peligro de las invasiones inglesas, en febrero de 1807, desde Buenos Aires se dispuso el reclutamiento para mili­cias de individuos desde los 14 años, cuando la edad vigente era de 16 años.

Emilio Aceval, ex Presidente de la República. Fue combatiente en Acosta Ñu.

“33 APRENDICES DEL ARSENAL”: LOS NIÑOS EN EL EJÉRCITO BRASILEÑO DURANTE LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA

“Tengo a honra hacer pre­sentar a V.E. 33 aprendices artífices de la compañía de este Arsenal, que llevados por el ardor del patriotismo me acaban de declarar que quieren servir como volun­tarios de la patria en la gue­rra que actualmente tiene lugar en el Río de la Plata y Paraguay, con el fin de res­paldar el honor nacional (…) ocho de tales aprendi­ces tienen todavía el físico poco desarrollado para los trabajadores de una guerra, pero entendí que no por eso debía dejar de autorizar el pedido de que acompañen a sus camaradas”.

Dentro de las nuevas ten­dencias de investigación en materia de la Guerra de la Triple Alianza, autores como Ricardo Pinto Venan­cio y Wandoberto Francisco de Silva exploran los archi­vos para identificar la pre­sencia de niños en el ejército brasileño combatiente en el conflicto. Es precisamente De Silva quien recupera el oficio precedente, enviado por el inspector del Arsenal Hermenegildo D’Almeida al Presidente de la Provincia de Bahía Antonio Borges Leal Castello Branco.

Los Cabitos en la defensa de Lima.

De acuerdo con De Silva, la guerra era extremadamente impopular, y el discurso de “patriotas voluntarios” encubría el autoritarismo y la violencia del recluta­miento forzoso. Más aún, para Renato Pinto Venan­cio, “los niños pasaron a ser blanco de la insaciable cace­ría” y de la implacable per­secución militar y policial. En su muy documentada tesis doctoral sobre recluta­mientos en el estado de Per­nambuco, De Silva agrega que existía una resistencia generalizada a la violencia del reclutamiento, que se expresaba en las fugas de los niños y en el rechazo activo, la resistencia, de padres y madres.

¿Qué decir con respecto al ejército argentino? El 17 de noviembre de 1866, el perió­dico paraguayo Semanario de Avisos y Conocimientos Útiles señalaba: “No acaba de ponderarse los atropella­mientos que se están come­tiendo en Buenos Aires para ver de encontrar soldados para el Ejército. Naciona­les y extranjeros han sido atrapados hasta de los luga­res sagrados y encerrados en buques para evitar recla­maciones, hasta criaturas de ocho años son arrebata­das del seno de sus familias y esos escándalos en medio de una población enlutada por sus deudos sacrifica­dos en la guerra (…)”. Pro­paganda paraguaya contra Argentina y la alianza o no, la afirmación parece ser menos discutida e investi­gada, a diferencia de lo que ocurre en el Brasil.

Amado Nervo compuso los versos de los Mártires de Chapultepec.

Sí puede afirmarse que, tras la guerra, hacia 1880, el militarismo pasó a for­mar parte del ideario educa­tivo argentino. Fueron crea­dos los batallones escolares, en el marco de la política de expansión y afirmación del estado nacional frente a las corrientes migratorias y las guerras promovidas por el propio estado contra las poblaciones indígenas que resistían aún el atropello estatal. Estos batallones no tenían por misión comba­tir –aunque en las escuelas se impartían instrucciones de tiro–, sino imprimir en los niños la glorificación de

la conquista militar. No sin fuerte oposición, esta estra­tegia educativa duró hasta inicios del siglo XX.

Los batallones escolares, que incluían el adiestra­miento militar como se dijo, existían también en Alema­nia, en Francia; y en Amé­rica Latina, en Chile y en México entre 1888 y 1911.

-Johny Clem - Combatió desde los 11 años en la Guerra Civil de los EEUU.

LOS NIÑOS COMBATIENTES EN LA GUERRA DEL PACÍFICO (1879)

Tras la Guerra de la Tri­ple Alianza, el siguiente conflicto en orden crono­lógico y de importancia para la región es la Guerra del Pacífico, que enfrentó a Chile contra la alianza de Bolivia y Perú. La literatura nacionalista incorporó a la memoria de los estados epi­sodios protagonizados por niños combatientes en los diversos bandos.

Por ejemplo, en el bando chi­leno participó, entre otros, Juan Millacura, niño mapu­che reclutado de 13 años del ejército chileno donde fue conocido como Juan Bravo. Combatió en Punta Gruesa (Iquique) el 21 de mayo de 1879. Era grumete de La Covadonga, la nave coman­dada por Arturo Prat. Según diversas fuentes, la guerra provocó un entusiasmo general que incluso llevó a niños de 13 años en ade­lante a procurar enrolarse por cualquier medio al ejér­cito chileno.

En el bando peruano com­batieron los “Cabitos” de la Escuela de Clases, que eran niños y adolescentes de 13 a 15 años que combatieron en la defensa de Lima.

MÉXICO: DESDE “LOS EMULANTES” (1811) A LOS “NIÑOS MÁRTIRES” DE CHAPULTEPEC (1847)

El 13 de setiembre de 1847 se produjo el combate del Castillo de Chapultepec, que tuvo lugar durante la guerra entre Estados Uni­dos y México, que se inició en 1846 movilizada por la intención de los Estados Unidos de capturar terri­torio del Norte de México. A las puertas de la ciudad, la resistencia civil fue des­esperada: los niños-cade­tes que formaban parte del Liceo Militar participaron de la defensa del Castillo. No sin un fuerte debate, también forman parte de la memoria nacionalista de México 6 nombres de cade­tes muertos en el combate.

Igualmente, los textos escolares de fines del siglo XIX en México recordaban la figura de Narciso Men­doza, de 13 años, y el bata­llón infantil de “los emulan­tes”, creado en 1811 por José María Morelos y Pavón en el marco de las luchas de inde­pendencia.

AMPLIAR LA VISIÓN HISTORIOGRÁFICA

La historiografía sobre la participación de la niñez en las guerras latinoamerica­nas del siglo XIX es frag­mentaria, probablemente incompleta –los sistemas de registro de población eran absolutamente inefi­cientes en el siglo XIX para dar cuenta con exactitud de la población–, y nos debe­ría inducir a realizar más investigaciones al respecto sobre todo porque tanto la participación de la niñez en la guerra como el deseo de militarización de la niñez son fenómenos que están lejos de desaparecer, más allá de las disposiciones legales nacionales e inter­nacionales.

Por una parte, en los casos de México, Brasil y Perú, los niños pertenecían a instituciones militarizadas para niños (el Liceo Mili­tar, el Arsenal de Marina, la Escuela de Clases). Estas instituciones estaban, en general, dirigidas a niños pobres y huérfanos, o bien actuaban como espacios de disciplinamiento. Para las familias de niños pobres, el ejército podía signifi­car una oportunidad de ascenso social y de mejora­miento económico, aunque es probable que –como se ve en el caso del Brasil– muy posiblemente sus padres y madres no deseaban que fueran a la guerra. Los niños indígenas y de fami­lias de esclavos reclutados en el Brasil durante la gue­rra, que eran aún más vul­nerables, posiblemente no tenían opciones de resistir y eran incorporados por la fuerza.

Sin embargo, la militari­zación de la niñez no se dio solo en los cuarteles o en los liceos militares, sino que el militarismo inficionó toda la educación, en diversos ámbitos y niveles: se desa­rrolló toda una cultura mili­tarista en las aulas; cultura que abarcó desde la adop­ción de hábitos y métodos propios de la vida militar (en algunos países mediante los batallones escolares) tales como marchas, ejercicios físicos, ritmos, “tácticas escolares”, hasta la glori­ficación de la violencia de la guerra y a sus héroes con fines de educación cívica, moral y creación del sen­timiento nacional homo­géneo, siguiendo la con­signa de que “todo niño será alguna vez ciudadano y sol­dado”. Desde la crítica femi­nista, Line Bareiro señala al corazón de la violencia implicada en estos pro­cesos, al expresar que “la dimensión más tradicional de nuestro patriarcado con­siste en considerar la encar­nación del poder legítimo al estamento guerrero de la sociedad… El héroe gue­rrero es el titular natural del poder. Esa casta guerrera es la que tiene el poder de deci­sión, los atributos de la mas­culinidad. El poder es mas­culino; y el que es hombre 100%, es hombre guerrero”.

El militarismo de impronta fascista de mediados del siglo XX en el Paraguay encuentra entonces un medio escolar ya marcada­mente militarizado. El cam­bio cualitativo entre este militarismo de nuevo cuño y el anterior, en la educación, tiene que ver más que todo con un currículum (pro­gramas de estudio, conme­moraciones, dispositivos, efemérides, etc.) en el que lo militar y lo guerrero se constituyen en paradigmas de organización de la socie­dad y la política, y del nacio­nalismo.

Para los estados en los que la memoria de las guerras (de independencia o de sobre­vivencia) se sitúa en el cen­tro de la identidad, y dado que estas guerras incluyen niños y la memoria supone su heroísmo o su martirio, siempre será problemático el abordaje de la cuestión de la niñez combatiente de guerras desde la perspectiva ampliada desde los estudios historiográficos compara­dos y, en una mirada jurí­dico-institucional, de los derechos de la niñez.

Juan Millacura (Juan Bravo) Niño chileno de 14 años, héroe del Pacífico.

FUENTES:

Textos y fotografías pueden encon­trarse en las siguientes fuentes:

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Rojas Flores, Jorge (2004). Moral y Prácticas Cívicas en los Niños Chile­nos. 1880 – 1950. Ariadna Ediciones. Santiago de Chile.

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