Por Juan Pablo Zaracho, juan.zaracho@gruponacion.com.py

“Conseguite un empleo honesto”, la histórica frase del guitarrista Norberto ‘Pappo’ Napolitano para DJ Deró en un programa de TV en la Argentina, es también aplicable en muchas ocasiones para nosotros los periodistas deportivos. Nos toca el trabajo de analizar partidos, estilos de juego, endilgar en el carácter y la voluntad de los jugadores y técnicos, sin enfrentar la presión de pisar una cancha o un banco de suplentes de un equipo. Existieron varias excepciones a través de la historia, donde un periodista tuvo que ponerse al frente de un plantel; una de las más curiosas se dio en el club más popular de Brasil.

Flamengo, club histórico de RÍo de Janeiro, Brasil, con decenas de millones de hinchas, preparaba un 1995 especial, ya que la institución cumplía 100 años. Para eso, el presidente Kleber Leite, hoy vinculado al escándalo de corrupción del ‘FIFAgate’, consiguió que varias empresas paguen el salario del Balón de Oro vigente, Romário, quien decidió volver para poder estar cerca del carnaval. Unos meses después, contrataron a otro ídolo, Edmundo, formando así, junto a Sávio el llamado “melhor ataque do mundo”.

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A pesar de tener a 3 de los mejores jugadores del país, los resultados no acompañaron la inversión, perdiendo el Campeonato Carioca. Los problemas de ego de Romário y el “Animal” Edmundo parecían no tener solución, con ambos más enfocados en las prácticas de la escuela de samba de Salgueiro, para el carnaval, que en el equipo, creando un ambiente tóxico en el vestuario. Buscando una solución radical, el presidente Leite levantó el teléfono y llamó a un viejo amigo y ex compañero de trabajo: el periodista Washington Rodrigues

Rodrigues, conocido como “Apolinho” era la personalidad de radio más escuchada de Río de Janeiro. Fanático confeso del Flamengo, buscaba ayudar en lo que podía al club, por esta razón atendió el llamado de Leite, quien lo invitó a cenar. Lo que parecía ser una reunión para recomendar a un técnico, terminó con Leite ofreciéndole el cargo a él. El objetivo era calmar las aguas en el vestuario más que arreglar la parte táctica. Sorprendido, el periodista aceptó, mencionando que era una oportunidad que nunca podía darse.

Con una prominente barriga, no demostraba mucho apego hacia el cuidado físico y estaba alejado de cualquier manejo de la pelota dentro de la cancha, pero eso no importaba en la mente de Leite. En su presentación, el radialista apuntó a un consenso entre jugadores, técnico y dirigentes como el camino a seguir, mencionando que “(...) lo que está faltando es la alegría.” y que para él una formación como el 4-3-3 “(...) era el número de una línea de ómnibus.” En su primera práctica no apareció la alegría sino el susto, debido a que Romário terminó desmayado y trasladado a un centro asistencial.

DIRIGIENDO POR LA TV

En la cancha tenía una exigencia poco creíble para la dirigencia del “Mengao”: poner una televisión en el banco de suplentes. Según Rodrigues, él había visto los partidos desde la pantalla toda la vida cuando relataba los partidos y nunca desde el costado del campo, por lo que necesitaba la pantalla para tener una visión panorámica de lo que ocurría frente a la banca.

Al no tener experiencia ni estudio alguno para ser técnico, tuvo que a recurrir a ciertos artilugios para cumplir su función. En la planilla oficial firmaba como dirigente, debido a que un técnico en Brasil debía tener un título para corroborar su profesión. Cuando el “Fla” jugaba en el torneo local, no podía salir al área técnica, quedando eso a cargo de Paulo César, el entrenador de arqueros.

Los dos primeros partidos terminaron con victorias, uno ante el último campeón de la Libertadores, Vélez Sarsfield, por la Supercopa. Los jugadores como Sávio decían sentirse identificados porque el nuevo técnico “habla nuestro idioma’’. Rodrigues llamaba a este estilo la “pedagogía del malandro”. Parecía que la insólita apuesta de Leite había dado frutos.

El buen comienzo terminó siendo un espejismo. En las primeras semanas con el periodista al frente, el equipo solo sumó 1 punto en el campeonato local, acercando al club de manera peligrosa a la zona del descenso. Los jugadores también comenzaban a enfrentarse, con Edmundo alejándose de su amigo Romário, debido a que este último tenía privilegios como viajar en Primera Clase en los partidos de visitante. El trabajo tenía otro rigor para el antes cómodo líder en audiencia, con el estrés haciendo que Rodrigues baje 5 kilos en su primera semana en el cargo.

GOLPE DE CAMBIO

El ya inexorable fracaso cambió de rumbo el 3 de octubre, tras un puñetazo de Flavio Zandoná a Edmundo, en el partido de vuelta ante Vélez por la Supercopa. El cruce entre ambos jugadores inició una batalla campal, en un partido que Flamengo ganaba cómodo por 3 a 0. Al salir de la cancha Rodrigues dijo que “en golpes, no van a ganarle al Flamengo”.

A partir de este partido el equipo recuperó su nivel, perdiendo solo 3 de los 13 partidos restantes a nivel local e internacional. En el campeonato brasileño no tuvo chances de llegar a semifinales y quedó en el puesto 21 de 24 equipos en la tabla general, quedando a salvo del descenso.

La Supercopa terminó siendo la última esperanza de los “rubronegros” de obtener un título. Con varios triunfos, enfrentaban al “Rey de Copas”, Independiente, en la final. El “Fla” definía de local ante más de 100 mil personas en el Maracaná, tras perder 2-0 en la ida. El equipo dominó el partido, tuvo innumerables chances, pero solo pudo convertir un gol, cerrando así un año de fracasos históricos para el club. “Tengo pesadillas con ese partido hasta hoy” dijo Rodrigues en una entrevista del 2017.

FIN DEL EXPERIMENTO

El ciclo de “Apolinho” llegó a su fin a mediados de diciembre, cumpliendo su función de superar la crisis. Así, en 3 meses, tuvo un 52% de efectividad en puntos, mejor que sus antecesores, pero no suficiente para obtener un logro. Días después de dejar el cargo, estaba nuevamente detrás del micrófono, volviendo a la cima, pero de los ratings.

Al año siguiente Flamengo obtuvo el Campeonato Carioca con la base dejada por “Apolinho”. Su trabajo fue respetado al punto que en 1998 fue contratado como manager del club en otro momento de crisis. El radialista tuvo un importante cambio de mentalidad en ese periodo: “(...) aprendí más en esos meses que en 40 años en el periodismo.”

Fue así que terminó uno de los experimentos más insólitos del fútbol brasileño. Hoy Rodrigues, con 82 años, sigue en la radio, sabiendo que alguna vez se animó a cargar con el peso de liderar a un equipo.

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