El 10 de julio se cumplieron cuatro años de la visita del papa Francisco al país. Esa lluviosa siesta se convirtió en un acontecimiento inolvidable para las miles de personas que lo recibieron desde el aeropuerto y durante su trayecto hacia la capital. Aplausos, lágrimas de emoción, gritos de júbilo y rostros en los que la fe dibujaba nuevas expresiones, fueron la constante en esos tres intensos días que el Santo Padre se acercó al pueblo paraguayo, recibiendo extraordinarias muestras de cariño.

A las 14:54 de esa tarde de julio que se presentaba lluviosa, llegó el vuelo de Alitalia que transportaba al papa Francisco en su gira que había comenzado en Roma, luego de una estadía en Ecuador, donde había vivido intensas jornadas en diferentes ciudades. Se lo veía cansado, debido al esfuerzo, pero al llegar a suelo paraguayo, la calidez del recibimiento, con un acto sencillo, lleno de música y profunda alegría, le prestó la energía necesaria para comenzar las tres intensas jornadas de visita en las que pudo recibir de la gente miles de expresiones de cariño y respeto, que agradeció conmovido.
Francisco recorrió las avenidas desde Luque hacia la capital en un vehículo, el Papamóvil, acondicionado especialmente y adornado con detalles artesanales. Las calles estaban colmadas de personas que se cubrían de la lluvia con coloridos pilotos y paraguas, y saludaban con emoción y gritos.
Los encuentros con el entonces presidente de la República, Horacio Cartes, y autoridades se realizaron en un ambiente distendido y de profunda reflexión. No faltaron las demostraciones de afecto y la cercanía del Papa con quienes se acercaron a saludarlo.
Momentos fuera de protocolo que reflejaron la intensidad de la fe y también de la alegría. El encuentro con niños del Hospital Acosta Ñu fue impactante. Francisco también hizo detener el Papamóvil para saludar y bendecir a niños en los diferentes trayectos, como antes y después de compartir con referentes de la sociedad civil en un encuentro en el León Coundou.
El Papa compartió momentos de enorme emoción y afecto con las internas del Buen Pastor, la cárcel de mujeres. A pesar del cansancio por la larga jornada, la gente permaneció velando el sueño de Francisco en la Nunciatura. Al amanecer del sábado 11, la visita al Bañado Norte fue tan intensa como demostrativa de la calidez y el interés de Francisco por los más vulnerables de la sociedad.
Caacupé fue una fiesta. Más que nunca, la ciudad de la Virgencita Azul se vistió con sus mejores galas para recibir al papa Francisco, quien ofició una misa inolvidable para los miles de fieles que se congregaron en la villa serrana. Muchos llegaron desde muy lejos, inclusive desde el exterior.
La multitudinaria misa celebrada en Ñu Guasu fue tan grandiosa que los medios internacionales destacaron ese momento como sumamente especial. Desde allí, Francisco rezó el Ángelus dominical ante el retablo realizado por el artista Koki Ruiz, con frutos de la tierra, que impactó a propios y extraños y se convirtió en un acontecimiento artístico. Miles de fieles atravesaron el fango con alegría para compartir una comunión especial con el Papa. El cielo azul puso el marco natural a la belleza del momento tan profundo.
La despedida: Luego de cumplir con la cargada agenda, Francisco acudió a la Clínica San Rafael, del padre Trento, donde saludó y bendijo a quienes viven y trabajan en el sitio. Un emotivo momento que nunca olvidarán quienes tuvieron la oportunidad de presenciar el momento. Aunque frustrado en los últimos momentos de su presencia en Paraguay, el anunciado encuentro con los familiares de las víctimas del Ycuá Bolaños se convirtió en apenas unos momentos para recibir su bendición desde el móvil debido a problemas de seguridad. Minutos después, al despedirse del presidente de la República y autoridades, la nave de Alitalia tomó rumbo hacia el Vaticano, dejando en tierra paraguaya el recuerdo imborrable de esos momentos intensos y únicos.
El encuentro en la Costanera, del que participaron miles de personas, la mayoría jóvenes, fue otro de los momentos claves en el contacto de Francisco con el pueblo paraguayo. Emocionado y concentrado, escuchó a los jóvenes de distintos sectores sociales que le transmitieron sus inquietudes y esperanzas. Sus palabras y su consejo de que “Hagan lío, pero organícense” quedaron grabadas para siempre.

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