A veces un tema lleva a otro. Mi idea, hoy, era rememorar los barrios en los que vivió una asuncena que tuvo que pasar un duro exilio de su padre y, por ende, de toda la fami­lia en la Argentina y luego regresar a su ciudad en 1964 y vivir de alquiler en alquiler en varios barrios de Asun­ción y sus alrededores. Esa experiencia que atravesó esa familia y mucha otra gente sirvió, si la miramos desde una óptica positiva, para enriquecer la vida y las rela­ciones con los demás.

Pero en ese recorrido/itinera­rio, hoy me tengo que detener en un lugar mágico de su vida, fuera de los ocho barrios en los que vivió en Asunción y al que le llamó imaginariamente su “barrio Areguá”.

VIDA ANDARIEGA

La vida andariega fue siem­pre la constante de Lita Pérez Cáceres, periodista y escri­tora e hija de Humberto Pérez Cáceres, padre del perio­dismo moderno paraguayo.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

En esas idas y venidas, Lita, también vivió en la legenda­ria Areguá. Ella nos cuenta como pocos, su itinerario aregüeño en esa ciudad en un adorable librito denomi­nado “Memorias de Areguá”, editado por Criterio Edicio­nes en el 2015. En él podemos encontrar desde la historia de la peluca que usaba en los 70, pasando por capítulos como: “Los Bibolini”, “Hablando en húngaro” o “Volver a aquel Areguá”. Este último me transporta a esos recuerdos de mi infancia y de mi ado­lescencia en la casa de Edith Jiménez, a principios de los 80. En esa casa frente a la vía del tren, con arroyito propio, viví momentos imborrables, escuchando los recuerdos que Edith me contaba, cuando su hermana Nelly ejecutaba su piano y todo el pueblo venía a escuchar y deleitarse con músicas del repertorio popu­lar paraguayo.

Sé que Areguá es mucho más que un barrio, pero también sé que en su época de esplen­dor era una especie de “barrio veraneante de Asunción” con un “puente aéreo” que se lla­maba “Tren” y de lo que pude conocer de oídos.

DESPERTAR LA IMAGINACIÓN

No quiero hacer un escrito literal aburrido rememo­rando Areguá ni contar la vida de una gran mujer para­guaya en ese hermoso pue­blo, eso hoy se consigue sen­cillamente haciendo un click en internet. Hoy solo quiero despertar la imaginación y poner mi pensamiento en “modo automático” y “escu­charle” a Lita en su capítulo “Volver a aquel Areguá”, cuando dice: “Me encantaría regresar al Areguá de antes, aunque más no sea como un fantasma, como Limpia Con­cepción, para recorrer esas calles de tierra, iluminadas con la lechosa luz de la luna y para escuchar el silencio que dejan las cigarras cuando cesan de cantar”.

LA SEÑORA VERANEANTE

Allá por 1972, Lita se hizo amiga de una veraneante asuncena de Areguá, que tenía una linda casa con un arroyito al costado. Un día dejaron de irse y la casa quedó abandonada. Después de un tiempo, ella pudo saber qué pasó de aquella persona como la señora tenía siete hijas que casar y como en Areguá ya solo quedaban los mayores, se mudaron a San Ber. Es que ahí estaban las fiestas, los debut, los jóvenes y ahí consiguió casar a toda esa cantidad de hijas.

ORGULLO AREGÜEÑO

Los aregüeños deben estar orgullosos de tener un pue­blo con alma y que cuando dejen de cantar las cigarras, ellos sigan contando las his­torias sencillas de un pueblo encantado, lleno de recuerdos, duendes, tradiciones y emo­ciones desde la punta del cam­panario hasta las canoas del manso lago.

Dejanos tu comentario