• POR AUGUSTO DOS SANTOS
  • Director periodístico Grupo Nación

Debía tener 10 años cuando mis padres decidieron reemplazarme los cómics por una portentosa enciclopedia con geniales ilustraciones, que bajo el ostentoso nombre de “Lo Sé Todo”, era 12 tomos de una apuesta de Larousse para transferir conocimientos a jóvenes con mucha didáctica, estética y entretenimiento.

Repasando el capítulo sobre la historia de las religiones, a tan temprana edad sufrí un importante desencanto (¿o era alivio?) porque advertí mediante un prolijo mapa que allí se publicaba que tan importante inundación distaba de ser universal y solo abordó el territorio de la antigua Mesopotamia. Lo primero que se me ocurrió es recurrir a mi devota abuela y con el libro desplegado en la página citada caminé hasta su venerable ubicación sempiterna en un sillón de mimbre a plantearle la angustia: Abuela, nos enseñan sobre el diluvio universal, pero jamás fue universal, sino solamente en una partecita de la tierra.

Mi abuela no miró el libro y tampoco demoró en responderme una de las formulaciones dogmáticas más impresionantes que escuché en mi vida: “Mi hijo, esas son dudas sagradas y las dudas sagradas no se preguntan”. Capítulo cerrado.

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Muchos años después, frente a esa especie de pelotón de fusilamiento que constituye un auditorio escuchando una conferencia de comunicación política, recordé, parafraseando al Gabo, aquella tarde en que mi abuela me llevó a conocer el dogmatismo.

Pero en aquella conferencia aproveché esta historia, la del diluvio universal, y otra famosa, la de los 10 mandamientos, para bajar la autoestima de estos chamanes modernos, los asesores políticos, recordándoles que comunicaciones políticas portentosas fueron aquellas y no el mucho humo que se vende hoy.

LA DE BUENOS Y MALOS

Qué mejor manera de transmitir a la aún limitada civilización judeocristiana de tales tiempos que era importante seguir el designio divino, sino desatando una feroz lluvia, que a su vez generaría una gigantesca inundación, de la que los buenos se salvarían mediante el arca de don Noé y los malos morirían irremediablemente ahogados.

El relato bíblico, de igual forma, tiene algunas cuestiones divertidas de analizar como, por ejemplo, tratar de explicarse cómo hicieron tantos animales de tantas especies para encontrar pareja y localizar el barco al mismo tiempo en el pleno curso de los acontecimientos. Capaz mucho antes de la guerra entre Huawei y Trump ya había alguna forma antigua de Whatsapp que sirvió en tal urgente coyuntura.

LA CLASE DE MORAL CON EFECTOS ESPECIALES

Cuando me salen con la remanida referencia a la primera campaña de Obama como ejemplo de comunicación política, les recuerdo que 1.300 años antes de Cristo, o sea, 4.000 pirulos antes que ahora, hubo un señor llamado Moisés, que produjo la más espectacular comunicación política al respecto del encuadre moral que marca la historia del mundo y sus creencias occidentales hasta hoy en día: los famosos 10 mandamientos.

Pero fíjense que no fue este buen y paciente señor a treparse un cerro y volver con las tablas de la salvación y punto, sino que utilizó diversos recursos que algún tiempo después Hollywood adoptaría como recursos infalibles. El primero de ellos es el suspenso. Solo imagínense a alguien que sube a una montaña para hablar con Dios y demora allá arriba. Y sumen a esto que regresa y encuentra a su pueblo totalmente sumido de nuevo en el vyrorei, adorando dioses paganos, con excesos de toda laya, ante lo cual un colérico Moisés rompe en pedazos la tabla en la que tanto le costó seguir el dictado de Dios. Por suerte, la memoria le sirvió luego para reconstituir ese histórico decálogo.

Pero también tenía efectos especiales el otro recurso cinematográfico, porque años antes de este episodio, también en un cerro, el mismo Moisés conversa con Dios, que le aparece en una zarza que arde de repente.

Es interesante observar la calidad como se desarrollaban los relatos aleccionadores en la Antigüedad, en este caso desde un paradigmático personaje abrahámico que “bajó línea” para tres vertientes religiosas predominantes.

Hoy en día hay chamanes de la comunicación política hasta en la sopa, charlatanes y vendedores de jarabes para el dolor de muelas como en el oeste americano. Pocos idearían hoy una comunicación política tan poderosa como estas.

Sumen el dato curioso sobre el proceso de homogeneización de los mensajes, que hoy en día parece un proceso tan natural, ya que si en este momento escribieras un Whatsapp para alguien viviendo en Groenlandia esa comunicación no se demoraría sino décimas de segundos. Sin embargo, imaginen las dificultades de comunicar en un momento en el que apenas empezaba a escribirse la historia y la comunicación no podía llegar más allá de lo que puede expresarse en voz alta en tiempo real.

Y POR FIN, SI LLEGÓ HASTA AQUÍ

Es probable que lo que estaba buscando es esa parte que responde a la primera parte del título de este relato. Y como lo sostiene, en verdad, nunca hubo tal encuentro entre Fernando Lugo y Jesica Cirio, ya que todo fue parte de una irresponsable broma montada una semana antes del fin de año del 2008.

Como todos los años, el presidente ofrece una cena de fin de año a sus ministros e invitados especiales. Corresponde al mandatario chequear y aprobar los nombres de los convidados, lista que por lo general es elaborada por el área de ceremonial.

A minutos de tal chequeo, el ex obispo y ex presidente comentaba con uno de sus secretarios privados sobre un programa de chismes de la televisión argentina que estaba encendido en el quincho de la casa presidencial y hablaban, puntualmente, de la pulposa modelo que terminaría siendo esposa del intendente de Lomas de Zamora (Bs. As.). En eso irrumpe la encargada de protocolo y se ponen a la tarea de revisar, aprobar y agregar nombres. Cuando la lista se iba chequeando, el secretario privado le dice en tono de broma: “¿Y Jesica Cirio, presidente?”. A lo que el asiente con la cabeza y pide seguir con el chequeo. Obviamente ese nombre se anota.

Días estuvo la encargada de protocolo consultando en la secretaría privada quién se encargaría de hacer llegar la tarjeta de invitación, prolijamente elaborada, a Jesica Cirio.

Pero la historia no acaba ahí. Como la mencionada tarjeta no encontraba forma de remitirse, un día de esos alguien le señaló a un asistente que quien debía saber la dirección de la modelo era cierta periodista farandulera y que consultara con ella. No hay dudas de que solo era un ardid para que la versión se expanda.

Durante dos semanas la historia de Lugo y Jesica Cirio ocupó los programas de espectáculos de Paraguay y Buenos Aires y probablemente algunos olvidaron los duros balances de fin de año con los que se obsequian a los gobiernos desde los medios.

Hubiera sido solo una anécdota si no fuera porque tiempo más tarde los escándalos de paternidad derrumbaron la reputación y credibilidad del mandatario y lo sumieron en una indetenible caída hasta el juicio político del 2012.

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