A Bradbury (1938-2012) no le gustaba que lo definan como escritor de ciencia ficción, quizás porque no fue lo único que hizo. Escribía todo lo que podía: obras de teatro, guiones de películas, guiones para programas de tevé, artículos para revista, ensayos, cuentos y, por supuesto, libros.

Sin embargo, creo que no se molestaría tanto si supiera que en la actualidad Fahrenheit 451 se convirtió en lo que más defendía acerca de la ciencia ficción: un faro de advertencia para la humanidad.

El año pasado HBO lanzó la película –que primero fue pensada como una serie– basada en su obra cumbre. El director Ramin Bahrani había expresado su motivo para aceptar el proyecto: “Bradbury escribió esta obra a principios de los 50. Un salto al futuro y estamos aquí. Me interesaba la confluencia de la tecnología con la política, las redes sociales, la consolidación de Internet como un poder superior”.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

UN ÁVIDO LECTOR

Pero para una mejor comprensión de lo que Bradbury aborda en su obra, primero deberíamos dimensionar la gran influencia que tuvieron los libros en su vida. Los escritores que marcaron sus primarias influencias en la ciencia ficción fueron H.G. Wells y Jules Verne. Para sus 20, ya tenía un espectro mucho más amplio que abarcaba poesía y literatura en general.

Y como ávido lector empezó a escribir a los 11 años. Entre los 14 y los 18 admitió que mucho de lo que escribía emulaba las historias de Alan Poe, pero al graduarse de la secundaria empezó a escribir su propio fanzine de ciencia ficción. Tuvo 4 ediciones en total. A los 22 años vendió su primera historia y para los 24, era escritor a tiempo completo.

No fue reclutado para la II Guerra Mundial debido a su mala vista, lo cual impulsó su carrera de escritor. Tampoco fue a la universidad; le tocó vivir esa etapa en la época de la Depresión y no tenía dinero para ello, por lo que se dedicó a lo que mejor le salía, escribir, gracias a tantos libros leídos.

Cuando le preguntaban acerca de su habilidad para la redacción, del poder lírico de su prosa –como la describían– él respondía que se debía a haber leído muchísima poesía todos los días de su vida y porque sus escritores favoritos eran aquellos que decían las cosas bien.

CRIADO POR LAS BIBLIOTECAS”

Era un gran defensor de las bibliotecas públicas –prácticamente, lo único gratuito en Estados Unidos– a las que acudía para nutrirse. “Las librerías me criaron. No creo en las universidades. Creo en las bibliotecas porque la mayoría de los estudiantes no tienen dinero. Cuando me gradué del colegio me pasó lo mismo. No pude hacer una carrera universitaria, entonces fui tres veces a la semana a la biblioteca, durante 10 años”.

Atónita. Años atrás cuando descubrí esta parte de su vida, me quedé impactada. Es como cuando tomas consciencia de algo por primera vez y te avasalla. Pero, la verdad es que la mayoría de los grandes escritores aprendieron leyendo libros, nutriéndose de las clases –a plena luz– que plasmaron en sus escritos.

Personalmente me cuesta elegir entre Fahrenheit 451 y Crónicas marcianas. Amo demasiado la ciencia ficción y la fantasía como para decidirme. Bradbury señalaba que Crónicas Marcianas era fantasía, porque eso no podría pasar nunca, pero que Fahrenheit 451 era ciencia ficción porque estaba basada en la realidad. Sin embargo, encuentro una reflexión en común.

FARENHEIT 451

En un mundo distópico, Guy Montag es un bombero, pero no como los que conocemos actualmente, un bombero que quema libros. En este mundo, los libros no están permitidos, porque su lectura hace que dejen el letargo de las pantallas que acompañan a los humanos las 24 horas. No hay conexión real entre seres humanos. No hay conversaciones profundas. Solo los programas cómicos y las pastillas relajantes para dormir.

Guy esconde un libro y cuando el libro lo hace dudar de su forma de vida, de su relación con las personas y de toda su realidad; se dará cuenta de que ya no puede quemar los libros. Y ahí empezará la verdadera persecución.

“Este libro tiene poros, tiene facciones. Puede colocarse bajo el microscopio y a través de la lente encontraría vida, huellas del pasado en infinita profusión. Los libros muestran los poros del rostro de la vida”.

CRÓNICAS MARCIANAS

Es una bitácora de la colonización en Marte por parte de los seres humanos, pero cada crónica allí presente desnuda la profundidad y complejidad humana. Compuesta de varias historias cortas que sirven como parte de una mayor, abordan temas como la colonización, la contaminación, el racismo, el miedo a lo desconocido, y mucho más.

Es realmente conmovedora y al leerlas, quiérase o no, nos quedamos reflexionando en ello. “‘No vamos a destruir Marte’, dijo el capitán. ‘Es demasiado grande y demasiado hermosa’. ‘¿Realmente crees que no? Los hombres de la Tierra tenemos talento para destruir a lo grande, sobre todo, las cosas bellas’”.

Si algo tienen en común estas dos lecturas, a pesar de la diferencia de género literario mencionada por su autor, es que hablan del futuro de la humanidad. De un posible panorama si no reflexionemos acerca de ciertos ámbitos. Una advertencia para examinarnos. ¿Queremos renunciar a nuestra capacidad crítica y vivir como autómatas? ¿Vamos a permitir que lo peor de nuestra humanidad gane la pulseada?

En este día del libro próximo, animate a descubrir que la ciencia ficción y nuestra humanidad, tienen más en común de lo que habíamos imaginado.

Déjanos tus comentarios en Voiz