- Por Martín Villagra
Jornada especial, espectáculo emotivo. Enorme calidad en los botines. Para disfrutar y ovacionar por siempre a un ídolo del fútbol paraguayo en el Defensores del Chaco. Nelson Haedo Valdez jugó su partido de despedida. El “León Guaraní” le puso corazón, un tiempo cada lado. Inició en Amigos de Nelson, con ex compañeros.
Aquellos que cosechó a lo largo de su exitosa carrera. Después, pasó a la mundialista selección albirroja de Sudáfrica 2010. Faltó el DT “Tata” Martino, quien a última hora tuvo un problema. Participaron dirigentes del operativo mundialista 2010, encabezado por el entonces director de selecciones Horacio Cartes. Se sumaron médicos, miembros del staff y utileros. La afición presente agradeció por tantas alegrías. Se jugó en serio dos tiempos de 30 minutos con arbitraje de Carlos Amarilla. No faltaron lujos y el resultado 5-1 fue anecdótico.
“Tacuara” Cardozo marcó de cabeza el tanto apertura tras centro de Aureliano Torres. El “León” lo empató con remate potente, que fue a la esquina, donde no llegó la estirada del arquero Justo Villar. En el minuto 18 se paró el juego para reconocer al homenajeado. Abrazos, emociones, juego de luces.
Lucas Barrios volvió a adelantar a la Albirroja de Sudáfrica con gol de pecho tras un centro de “Tacuara”. Enrique Vera puso el tercero tras cerrar otro centro de Aureliano Torres al inicio del segundo tiempo. Los momentos tocantes abundaron, como cuando ingresó Salvador Cabañas y recibió el brazalete de capitán de Haedo. Cabañas dio un gran pase y Édgar Benítez puso el cuarto. El centro de Carlos Bonet durmió en el pecho de Nelson Haedo, quien marcó otro golazo de derecha para que sea goleada.
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Comunicación de Gobierno, esa pata floja de siempre
- Por Aníbal Saucedo Rodas
- Periodista, docente y político
Se ha extendido la creencia de que la comunicación puede ser manejada sin considerar su estatus de ciencia, despojándola de sus jerarquías epistemológica y metodológica como fundamentos para la reflexión teórica. Así que todos meten las manos en ella con impenitente osadía. Todos son “expertos” en la materia, incluso los más profanos.
Las consecuencias son naturalmente previsibles. Lejos de contribuir a romper los compartimentos estancos que dificultan la comprensión compartida de un mismo hecho, levantan barreras de interpretaciones equívocas, concediendo significados diferentes a una palabra o a un suceso. Esos encontronazos lingüísticos o divergencias semánticas provocan crisis y conflictos que podrían ser evitados con mensajes expresados en forma clara, pulcra y correcta. En los últimos años, mediante investigaciones de campo, la eficacia de los mensajes puede ser medida y cuantificada. Aun así, todavía existen personas que siguen confiando en la simple intuición o la casualidad de un éxito improvisado.
Una campaña construida desde la mala fe, sostenida por falsedades, contra cualquier gobierno, en un plano estrictamente político, puede ser fácilmente desmontada por una buena estrategia comunicacional. Una que reúna en sí los clásicos requisitos de la claridad, la honestidad intelectual, la sencillez y la oportunidad. Y que, al mismo tiempo, evite las agresiones verbales y el lenguaje de la descalificación ad hominem, y, al revés, la ausencia de dicha estrategia puede instalar fácilmente contenidos que desluzcan una gestión eficaz, minimizando o sepultando sus resultados.
La comunicación no es una asignatura más dentro de la administración temporal del Estado. Es la asignatura que une y complementa a todas las demás. De su práctica idónea (que incorpora la ética) dependerá el juicio del futuro. Debe ser siempre la representación veraz de lo bien hecho o de aquello por hacer con signos auspiciosos para la sociedad. El humo puede distraer a algunos por algún tiempo, pero son las obras, culturales y materiales, las que prevalecen en la memoria colectiva.
Vayamos a lo concreto. La creación de la Superintendencia de Jubilaciones y Pensiones es un imperativo constitucional, postergada por más de tres décadas. Pero hubo debilidades en la formulación de una comunicación cooperativa como eje integrador en la dialéctica acuerdo-desacuerdo. Es decir, no pudo evocarse en común un mismo concepto. Mientras desde el Gobierno se anunciaba que con esta normativa se buscaba precautelar los intereses de los trabajadores que cumplieron su ciclo laboral (las diferentes cajas tuvieron un manejo discrecional que ponía en peligro su sostenibilidad), desde la oposición y las corporaciones mediáticas de inocultable aversión hacia las actuales autoridades se instaló la agresiva campaña en contra de la presunta intención de manotear los recursos jubilatorios de parte del Estado. Al final, hubo modificaciones de fondo aportadas por el propio gobierno, situación que satisfizo las expectativas de quienes abogaban por la ley, pero que discrepaban en algunos de sus artículos. A los detractores de oficio ninguna corrección será suficiente.
Los consensos esporádicos o circunstanciales son posibles cuando los actores de los procesos deliberativos son capaces de someterse al peso de los argumentos fundados en la irrebatible razón. Y es ahí donde la comunicación vuelve a jugar un papel crucial, porque, como sostiene el profesor Jacques Gerstlé, del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de la Sorbona, “sin ella, la política sería imposible”. La elocuencia no es suficiente cuando el orador no consigue que el auditorio vea lo que sus palabras están describiendo. Esa es una habilidad comunicativa imprescindible para convencer y conmover. Salvo, claro está, que el fanatismo o los rencores se antepongan a las explicaciones con justificaciones lógicas.
De este hecho puntual el gobierno del presidente Santiago Peña podrá extraer lecciones para los días por venir. Ya ha demostrado que no es ajeno a los reclamos ciudadanos, cuando la razón es la guía de dichas acciones. Estoy convencido de que la transformación del país, para dar un salto cualitativo al progreso, precisará de otras leyes de alcance popular.
Dos senadores de la Asociación Nacional Republicana, provenientes del movimiento Honor Colorado, a mi entender, dieron dos pistas clave para escenarios posibles y similares: mayor socialización del tema (Gustavo Leite) y mejor comunicación (Silvio Ovelar). La democracia, hay que repetirlo para que alguna vez quede fijada en la mente de la clase política, es un régimen de opinión pública.
Y como tal, precisa de una comunicación que haga previsible los actos de gobierno, reduzca la tensión social y evite la innecesaria crispación ciudadana. La paz es la última residencia de este modelo de gobierno que hemos elegido para la convivencia pacífica y el destino compartido. Aunque todavía nos cueste asimilarlo. Buen provecho.
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El legado de León Cadogan viaja a la tierra de sus ancestros
La periodista, teatrista y gestora cultural Raquel Rojas fue invitada a Australia para presentar su investigación sobre el antropólogo paraguayo de origen australiano León Cadogan, descendiente de un grupo de inmigrantes del país oceánico que llegaron al Paraguay a fines del siglo XIX con la intención de fundar una comunidad utópica.
La presentación de la ponencia de Rojas, titulada “De la Nueva Australia al mundo guaraní: León Cadogan, karai arandu”, tendrá lugar en la capital de Australia, Canberra, el próximo martes 7 de noviembre en la Universidad Nacional de Australia. El evento está organizado por la Embajada de Paraguay en Australia y la Asociación de Estudiantes Latinos de Canberra con el patrocinio del Fondo Nacional de la Cultura y las Artes (Fondec).
La profesional del periodismo y la cultura de nuestro país disertará en una mesa multicultural entre Australia y Paraguay. Compartirán la mesa en condición de comentaristas el Dr. Noe Campbell, exembajador de Australia en el Mercosur, y Robert Barnes, investigador australiano
experto en Paraguay. La ponencia consta de una investigación biográfica teniendo como fuentes a los principales biógrafos de León Cadogan: el historiador Efraim Cardozo, el antropólogo, lingüista y sacerdote jesuita Bartomeu Melià y Rogelio Cadogan, hijo del etnólogo y presidente de la Fundación León Cadogan, dedicada a difundir la vida y obra del ilustre investigador de la cultura guaraní. Asimismo, para el soporte visual de la disertación contó con la colaboración del padre José María Blanch y Carlos Román, así como documentos facilitados por Rogelio Cadogan. Nueva Australia es una experiencia social inusual, puesto que en el año 1893 medio millar de colonos australianos, dirigidos por el periodista William Lane, vinieron al Paraguay a fundar una colonia utópica socialista en medio de los montes de Caaguazú y Caazapá con apoyo del gobierno del entonces presidente Juan Gualberto González. La iniciativa acabó a los pocos años, pero quedaron varias familias en Paraguay. Entre los más famosos descendientes de los colonos australianos se encuentran León Cadogan y el historietista internacional Robin Wood.
TIERRA DE UTOPÍAS
Rojas señala que el Paraguay es una tierra de utopías que fue asiento de varios experimentos de migración europea, algunos fallidos y otros exitosos, como Nueva Germania, de la que fue parte la hermana del célebre filósofo alemán Friedrich Nietzsche, o los menonitas, que con el tiempo se convirtieron en el motor económico del Chaco Central con una población de unas 30.000 personas. Respecto a la obra de Cadogan, Rojas explica que su trabajo parte de la figura de este como un sujeto que se adentra al rico mundo simbólico de la lengua, la cultura y la visión utopista no occidental de la tierra sin mal del mundo guaraní, que ya había sido registrada por el eminente etnólogo Curt Unkel Nimuendaju entre los apapokúva guaraní del Brasil.
A pesar de los múltiples problemas que tuvo el proyecto para asentarse y consolidarse en el país, Rojas problematiza la idea de que la empresa fue “un fracaso”, pues desde su visión esta experiencia fue el germen de una acción transformadora e insumo que nutrió el devenir de la historia como concatenación de hechos. En este sentido, valora la figura de Cadogan como un “puente intercultural entre dos utopías humanitarias. (Un yryvovõ, que significa puente en guaraní mbyá; es decir, un tronco largo y derecho cuyos extremos descansan en las orillas opuestas de un curso de agua y sirve de puente para cruzarlo)”.
LA OBRA DE UN INICIADO
Más que un mero investigador, la obra de Cadogan puede ser considerada de carácter iniciático, pues él fue bautizado e iniciado en los misterios de la religión mbyá-guaraní bajo de nombre de Tupa Kuchuvi Veve (agente del genio tutelar de las aguas y el trueno que en forma de torbellino pasa volando espantando a los duendes portadores del pochy, lo perjudicial, lo venenoso). A más de ello, fue un férreo defensor de los derechos de los pueblos indígenas y cuya lucha tuvo un importante corolario en materia de un marco legal para la protección de los integrantes de estos pueblos, que eran perseguidos impunemente e incluso vendidos como esclavos, especialmente los achés. A esto es preciso añadir que su trabajo jerarquizó enormemente la lengua vernácula al demostrar la belleza poética y los profundos principios filosóficos que encerraba, pues hasta entonces el idioma nativo era solo una lengua de vasallos y estaba relegada al ámbito coloquial.
Así también, Rojas pone de relieve el hecho de que el trabajo de Cadogan se desarrolló en el campo (observación participante, según la jerga especializada) en un tiempo en que la etnografía era un trabajo más de gabinete o de museo. Esto, en cambio, no se realizó en perjuicio de la necesaria labor teórica que debe anteceder a toda investigación y en este sentido indica que “trabajaba hasta quince horas por día en la lectura, compaginación y redacción de sus notas, y cuando le faltaba un dato no dudaba en ir al campo o al monte”. En efecto, a pesar de haber vivido en un tiempo y un ambiente en los que la formación teórica escaseaba, Rojas sostiene que el conjunto de la obra de Cadogan se inscribe en el estructuralismo, pues en su pensamiento es posible encontrar una coherencia unitaria que avanzó por oposiciones y diferencias.
ENCUENTRO CON LA DIFERENCIA
A más de ello, Rojas subraya la práctica etnográfica como un encuentro con la otredad, con modos de ser distintos, pero no con la intención de asimilar o destruir la diferencia, como lo hacen los procesos coloniales, sino como una manera de encuentro con la diferencia en un proceso en el que el hombre se reconoce a sí mismo en el otro y al mismo tiempo reconoce al otro en sí mismo. “Don León Cadogan fue un germen de futuro. Fue un hombre puente (yvyray vovõ) entre las orillas del pasado y el futuro, entre los mares que separan a Nueva Australia del Mundo Guaraní, y hoy a una nueva visión global de nuestros pueblos de Australia y Paraguay renace con ideales de resurrección de utopías interculturales y estos ideales cobran una nueva y mayor vigencia”, concluye Rojas.
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“La paz es siempre el único camino”
El mandatario paraguayo, Santiago Peña, ofreció un discurso ayer ante el pleno de la Organización de los Estados Americanos (OEA), en Washington D.C., ocasión en que conmemoró el centenario de la Convención Gondra y abogó por la paz, la democracia, el respeto a los derechos humanos y una economía sostenible en el continente americano. Al respecto, afirmó que la Convención Gondra es un hito en el derecho público internacional, que desarrolló la solución pacífica de las controversias entre Estados como respuesta a la barbarie. Esta convención, aprobada en 1923, sentó las bases para el Pacto de Bogotá y marcó el compromiso del Paraguay con la paz como valor supremo.
“Es enormemente simbólico que recordemos la Convención Gondra, cuando vemos una vez más que lastimosamente triunfa el odio, la incordia y la violencia: fracasan las instituciones y se enseñorea el fantasma de la guerra, y las imágenes de Oriente Medio nos recuerdan lo peor de la naturaleza humana, eso nos duele y nos quiebra el alma”, puntualizó.
“Nuestro pasado nos indica que la paz, el idealismo, son la única vía en el concierto de las naciones; miremos ese pasado, saquemos fuerza del mismo, y apuntemos a un futuro mejor”, dijo el mandatario.
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¿Cuándo no? Siempre la Embajada
- Por Aníbal Saucedo Rodas
- Periodista, docente y político
En la primera semana de abril de 1982, Augusto Roa Bastos, el más universal de los paraguayos, ingresaba al país para inscribir en el Registro Civil a su hijo Francisco, de nueve meses. Venía en silencio. Casi en penumbras, apuntamos alguna vez, rehuyendo las estridencias de los reflectores que andan a la caza de estrellas y famosos. Pero llegaba precedido de una polémica generada a partir de su presencia en el Tercer Encuentro Internacional de Escritores que se había desarrollado en ciudad de México entre el 22 y 28 de febrero de ese mismo año.
La razón del escozor en algunos de sus colegas es que una agencia de noticias atribuyó al autor de “Yo el Supremo” que “la única literatura que existe (en Paraguay) es la folletería”. Decide enviar una “carta al director”, solicitando su descargo al periódico (el ya desaparecido Hoy, en su versión impresa), que reaccionó con fuertes críticas por aquella supuesta expresión. Ese mismo día (lunes 12 de abril), Abc Color publica una entrevista –casi biografía– con el título: “Desde hace unos días está en Asunción Augusto Roa Bastos”.
El mundo cultural explota, enviando, colateralmente, fuertes coletazos al régimen político de entonces. La del dictador Alfredo Stroessner. Ya no puede evitar la avalancha de periodistas –muchos de ellos amigos o amigas de él– y monopoliza todas las revistas que incorporan los diarios los fines de semana. Pero, sobre todo, una juventud expectante y ansiosa empieza a organizar encuentros en colegios, universidades y centros culturales. Siempre con la cautelosa presencia de los pyrague o espías del Departamento de Investigaciones que, cámara fotográfica y grabadora en manos, se mimetizaban en hombres de prensa.
La dictadura registraba todas sus actividades buscando un pretexto para adoptar alguna medida represiva: o apresarlo o expulsarlo. Sin embargo, Roa, sereno y sobrio, solo hablaba de lo que más le gusta: una literatura que hunde sus raíces en el infortunio y la tragedia de nuestro pueblo. Nada que apuntara directa y explícitamente al corazón de la dictadura. Entonces, la Embajada de Estados Unidos en Asunción le proveyó los argumentos para fundamentar su segundo exilio (el de Roa). Y la tarde del 30 de abril de 1982, un auto se detiene frente a la casa de su hermana donde estaba residiendo, y sin tiempo para juntar siquiera sus pertenencias, es alzado en el vehículo y tirado al otro lado del río, más precisamente, en Clorinda. En ese trayecto recordaría posteriormente el escritor, “nunca la parquedad paraguaya rayó más alto y al mismo tiempo llena de ‘suspense’”.
El 2 mayo, quien ejercía en aquella época el cargo de ministro del Interior, Sabino Augusto Montanaro, declaró escuetamente que “fue expulsado por sus ideas bolcheviques, ultramoscovitas, y por intentar adoctrinar a la juventud del país con dichas ideologías”. El subsecretario de Informaciones y Cultura de la Presidencia de la República, Aníbal Fernández, fue el que se extendió sobre las causas de la expulsión: “Nosotros tenemos que salvaguardar la paz de la Nación, porque sabemos que esos que ahora miran con simpatía al marxismo serán los que golpearán sus cabezas contra el muro de los lamentos si por desgracia alguna vez deben vivir bajo el yugo de ese régimen”. Y remata: “Roa Bastos es un comunista peligroso en la línea de Oscar Creydt”.
Y para demostrar que Roa Bastos era “comunista” alegaron que había viajado a Cuba, en la década de los 60. Tal versión es desmentida por el mismo escritor y en el mismo diario Hoy. Édgar L. Ynsfrán, antecesor de Montanaro, corrobora la defensa de Roa en una carta personal que es publicaba por el semanario católico Sendero, en la cual el firmante asegura que “en el período de 1956-1966, jamás apareciste como afiliado al Partido Comunista Paraguayo; hasta mi retiro del Ministerio del Interior en 1966, no se tenía viaje alguno que hubieras hecho a Cuba”. El encargado de refutar a Ynsfrán fue el subsecretario de dicha cartera de Estado, doctor Miguel Ángel Bestard. Y lo hace exhibiendo (aquí entra la mano del imperio) “una fotocopia correspondiente a una de las hojas de un documento expedido por la Embajada de los Estados Unidos de América, en la cual consta que Augusto Roa Bastos viajó a Cuba en los años 1964 y 1968 y otra fotocopia del periódico Unidad Paraguaya, órgano del Comité Central del Partido Comunista Paraguayo, donde se publica un artículo relativo a Roa Bastos”.
Como corresponde, Roa Bastos reclama una explicación a la representación diplomática de los Estados Unidos en nuestro país sobre el documento que tenía la inscripción “Secret”. La directora de la Agencia de Comunicación Internacional de la Embajada norteamericana, Donna Oglesby, se limitó a responder: “No hay comentarios que hacer”. La rectificación solicitada por nuestro escritor jamás llegó. El embajador de entonces, Arthur H. Davis, por su lado, declaró que nada tenía que agregar “al informe de Donna Oglesby”. De nuestra parte, solo nos queda repetir la misma respuesta en cuanto a la grosera y sistemática injerencia del país del Norte en cualquier parte del mundo: “Sin comentarios”. Buen provecho.