Es triste, pero es la pura realidad. Para­guay va de mal en peor, sin resultados con el criticado entrenador argentino Eduardo Beri­zzo. La selección albirroja fue en busca del empate a Ecuador y terminó con el peor final, encajando otra derrota, la primera de visi­tante, con dos goles que lle­garon por descuidos fatales de la última línea.

La Albirroja fue puro aguante, pero de nada valió tanto esfuerzo defensivo, aunque la carencia ofensiva fue total. Sin peso y gene­ración, Luis Amarilla peleó solo en todo el frente del ata­que. Ángel Romero, muy individualista e impreciso, no aportó nada importante.

El medio fue frágil, aunque pudo sostener el ritmo de la pelea en el primer período.

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Jorge Morel aprieta en la marca al ecuatoriano Joao Rojas, uno de los más flojos de la selección local, quien fue cambiado en el complemento.FOTO: AFP

La defensa se comportó bien durante casi todo el partido. Con buenos quites de Fabián Balbuena, Júnior Alonso y Héctor David Martínez, incluso con Robert Rojas, que a los cinco minutos sus­tituyó al lesionado Alberto Espínola. Ecuador tardó en acomodarse en el primer lapso, donde no generó casi nada, salvo algunas apro­ximaciones de pura persis­tencia.

En el segundo tiempo, el equipo albirrojo fue per­diendo las marcas, qui­zás afectado físicamente, y fue superado con creces en lo futbolístico. Ecuador se lanzó más en territorio rival, apostando por cam­bios ofensivos con mejor frescura.

La selección local explotó recién con el gol del defen­sor Félix Torres, quien conectó un cabezazo para vencer al golero Antony Silva tras un impecable centro al segundo palo de Estupiñán. Fue un baldazo de agua fría, faltaban dos minutos para el tiempo reglamentario. Si no se podía ganar, no perder era lo mejor, pero no fue posible.

En los últimos minutos de tiempo agregado de recupe­ración, Estrada se llevó hasta el fondo el balón, superando en la corrida a Júnior Alonso y puso el lapidario 2-0.

La cuestión estaba mal, ahora se presenta más com­plicada para la Albirroja, que está con toda la obli­gación de ganarle a Colom­bia y Venezuela, sucesiva­mente, en ambos casos de local.


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