Pareciera ser que en la Florida está retrocediendo el virus y por eso, gracias a Dios, aquí se están relajando las medidas de aislamiento. Después de meses, por fin volvimos a tener tres horas por día para hablar por teléfono, enviar e-mails y tomar una buena y reconfortante ducha, algo que podíamos hacer solo los fines de semana. Aquí los detalles más pequeños, que afuera no notamos, nos hacen una enorme diferencia... una manzana o una banana, las únicas frutas que se consiguen, valen oro. Un plato de pollo con cebollas, lechuga fresca o un poco de tomate, son lujos una vez por semana. El calor aquí es igual que en Paraguay, así que cuando llega el hielo es una fiesta.

En prisión, el dolor es siempre tu compañero, está a tu lado y no te deja solo. Aprendí a vivir con la frase “un día a la vez”. A veces es incluso, un minuto a la vez y cuando se acaba el día agradecemos a Dios que estamos un día más cerca de nuestra tierra, un día más cerca de la familia, un día más cerca de ustedes mis amigos. Volver a la familia y saber que cuento con amigos como ustedes es una energía que no se puede cuantificar de ningún modo, y me impulsa a no rendirme nunca.

Me gustaría compartir con ustedes un comentario de Marco Aurelio en sus famosas meditaciones “necesitamos acoger la adversidad con gratitud como una oportunidad para demostrar coraje, fortaleza y resiliencia”.

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En Brooklyn pude trabajar en la cocina gracias a un compatriota que conocí allí. Trabajé durante 10 meses y los últimos meses doble turno. En la cocina encontré equilibrio y paz y las ganas de seguir luchando. Del shock con miedos y pánico pasé a querer vivir, luchar y nunca rendirme.

Cuando llegué a Miami pedí para ser tutor; enseño inglés, español y también clases para los que quieren hacer su bachillerato aquí en prisión. También enseño historia y geografía, materias que siempre me fascinaron. Además de enseñar, leo todo lo que se pueda; leer y sobre todo enseñar me ayudan a sentirme bien y luchar contra los pensamientos negativos, que son el mayor enemigo aquí adentro. La paciencia es un arte y aquí se necesita lluvia de paciencia.

Recibí tantas respuestas individuales a mis cartas, no las olvido, las guardo en mi cabeza y en mi corazón. Pido disculpas por no poder contestar una a una, pero recién hoy de vuelta después de mucho tiempo puedo volver a escribir. Poder escribirles y recibir tantas palabras de amistad me alegra el espíritu.

Nosotros seguimos los trámites para que pueda lograr el retorno a mi querido país. Confío en Dios, en mi familia, en las autoridades y en el apoyo de ustedes para que pueda lograr volver al Paraguay. A la prensa nacional las gracias eternas por el respaldo a mi familia y en especial a mi madre Teresa.

A todos, mi abrazo más sincero.

Juan

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