Cerro Porteño pro­puso un derroche de fuerza, lucha y ganas. El equipo paraguayo fue impreciso y muchas veces consumido por el ner­viosismo. Cayó en el enredo y le faltó orden. Carente de argumentos futbolísti­cos para evitar una derrota importante en su visita a River Plate de la Argentina, vigente campeón de Amé­rica, gran favorito y con sobrados pergaminos.

La realidad es dura y lejana la clasificación a semifinales de la Libertadores. Habrá que hacer, como mínimo, tres goles en la Olla para soñar con dar vuelta la serie. Com­plicadísimo. Hasta resulta superlativo anotar dos tan­tos para pensar en torcer la definición en los penales. Hay que cambiar y mejorar mucho. La tarea de propo­ner de local va costar, aun­que se espera que el público juegue a favor.

River Plate aplicó el pres­sing desde el inicio. Movió y monopolizó la pelota. El trámite siempre le fue favo­rable. Con muchas llegadas profundas por las bandas, aunque la efectividad y supe­rioridad se materializaron con dos penales.

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El local se encontró con la ventaja cuando no había pasado nada. Al moverse el balón y en la primera acción en el área, Joaquín Larrivey pone una plan­cha alta contra De la Cruz, que el inseguro árbitro peruano Carrillo tuvo que constatar mirando muchas veces el VAR. La impoten­cia comenzó a consumir a los jugadores de Cerro Porteño, además los pla­nes iniciales cambiaron. River Plate pudo irse con mejor premio al descanso. Cerro no tuvo peso ofen­sivo y vagamente se arrimó con un par de remates leja­nos de Nelson Haedo.

En el complemento, Cerro Porteño adelantó un poco más sus líneas y propuso un juego más de empuje, pero con pocas llegadas, sin juego asociado. Solo un remate de Mathías Villasanti desde buena posición pudo tener mejor final. Luego hubo un par de pelotazos metidos al área en el intento de forzar a la defensa de River.

El DT Miguel Russo ni siquiera pudo completar los tres cambios, confor­mándose con dos modi­ficaciones. El golero de Cerro Porteño Juan Pablo Carrizo llegó tarde y come­tió el segundo penal. Rafael Borré no lo desperdicia y la diferencia se agrandó por la misma vía. La distan­cia entre uno y otro equipo marca un presente casi defi­nitorio, por lo que se vio en la propuesta del azulgrana y la jerarquía de un encum­brado adversario.

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