En el terreno de juego, el primer superclásico en Barrio Obrero, después de 19 años, rozó el aburrimiento. Pero todo eso que faltó en la cancha, sobró en las gradas. Fue una fiesta total de principio a fin y que estuvo a la altura del espectáculo, dejando en claro que cuando se quiere organizar algo bien y todos ponen de su parte, sale algo perfecto como ayer en el estadio General Pablo Rojas.
Cabe destacar la organización y el operativo de seguridad llevado a cabo por la Policía.
Los hinchas de Olimpia llegaron sin inconvenientes a La Nueva Olla y se retiraron de la misma manera sin cruzarse en ningún momento con la gente de Cerro Porteño que llegó y evacuó el estadio siempre con dirección norte, contrario al itinerario de los olimpistas.
En las gradas todo fue fiesta. Desde la previa con la tradicional batalla de cánticos de las hinchadas (un poco opacada por el volumen de los parlantes del estadio, es cierto), hasta el recibimiento a lo grande de los cerristas con banderas gigantes, papeles picados, humos de color, bombas de estruendo y gargantas a reventar; y el apoyo de los olimpistas con lo que le permitieron meter al estadio y también gritando con todo intentando superar el bullicio de los locales.
Una jornada histórica para el fútbol paraguayo. En la cancha el partido no estuvo a la altura, pero la organización, el comportamiento de la gente y la fiesta vivida en las tribunas quedarán guardadas como pruebas fehacientes de que se puede soñar con más espectáculos como el de ayer en nuestro país.