Nunca es fácil debutar en un torneo inter­nacional. Para un equipo que está a las puertas de cumplir apenas diez años de vida institucional y con un limitado presupuesto en comparación al resto, mucho menos. Más allá de que for­men parte del plantel jugado­res de experiencia, en lo colec­tivo suele pesar la inocencia de un equipo que todavía expone sus primeras armas en el campo internacional.

Pero pese a no ser fácil, San­taní lo hizo de muy buena manera. Héctor Marecos, el mismo que dio la nota cuando con un equipo de similar característica al que dirige ahora (Capiatá) ganó en La Bombonera de Boca Juniors, planteó un gran pri­mer tiempo y de no ser por la falta de efectividad de sus dirigidos, la historia pudo ser distinta.

La velocidad de Aguada por izquierda y especial­mente la de Cazal por dere­cha fue el arma preferida de un equipo santaniano que decidió cederle el balón al Once Caldas y explotar las salidas rápidas. Varias fue­ron las oportunidades gene­radas con esta premisa, pero el gol no llegaba. Recién cerca del final del periodo inicial llegó el histórico primer gol internacional del equipo del Tapiracuái, a través de Blas Díaz, quien finalizó una jugada excepcional de Cazal por derecha y una asistencia de Aguada.

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El gran desgaste físico le pasó factura en la com­plementaria a Santaní. Al manejo de balón que siem­pre tuvo, el equipo de Mani­zales le agregó mucho peli­gro y profundidad. Así llegó el gol Juan Rodríguez.

Y así como los colombia­nos pudieron quedarse con la victoria y Arévalos se los impidió, Santaní también tuvo chances que no pudo aprovechar. Marecos tiene dos puntos claves a traba­jar para la vuelta: el apro­vechamiento de las oportu­nidades y la dosificación de energía. El debut santaniano fue muy bueno, pero dejó la sensación de que pudo haber sido mejor.

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