Lo de Luqueño a esta altura ya es difícil de explicar. Tras dejarse empatar en la primera fecha y caer en la segunda, esta vez el desastre fue inevitable. El equipo de Sarabia no mues­tra señales de vida, no tiene un estilo de juego, no tiene una base, no encuentra conexión en el campo; una pesadilla con horizonte para nada alentador si no se toman cartas en el asunto.

Todo esto ayudó a que sea una noche muy tranquila para Olimpia. Todo le fue fácil, tanto que para el final del primer tiempo, el Fran­jeado ya estaba cuatro goles arriba y con un presagio hasta de goleada histórica en la complementaria si no se levantaba el pie del ace­lerador.

Alexis Rojas gana la posición del balón ante la marca de Carlos Rolón.

Por suerte para la digni­dad de Luqueño, Olimpia se relajó en el segundo tiempo y el desastre no fue heca­tombe. Pero el relajo llegó no sin antes propinarle una quinta cachetada a un equipo completamente des­tartalado.

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¿Se puede rescatar algo del cuadro auriazul? Y haberlo intentado en el desorden y la falta de ideas, puede ser. El amor propio de los juga­dores de ir para adelante y aprovechar las siempre presentes dudas del rival en defensa, también. Puede ser una luz al final del túnel, pero parece que todavía queda un largo camino den­tro del túnel para el club de la ciudad de Luque.

William Mendieta en un duelo especial con Jonathan Santana.

¿Y Olimpia?, me pregunta­rán. Demás está decir que su dominio fue absoluto. Pero por sobre todo se notó la dife­rencia, independientemente al estilo de juego, entre un equipo con mucho trabajo y movimientos que ya prác­ticamente sale de memoria y otro que está muy lejos de lograr una mecanización fut­bolística o una idea de juego.

El Franjeado vuelve a iniciar una temporada con victorias y mucha seguridad.

Se le hizo costumbre ganar.

Jonathan Santana consuela a Alexis Rojas tras la derrota ante el Franjeado.


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