Las fiestas de fin de año suelen tener la comida como una de las protagonistas. Tener precaución con los excesos es fundamental para evitar problemas estomacales, especialmente cuando se trata de cuidar a los niños, quienes aún no están preparados para digerir grandes cantidades de harina, azúcar y grasas propias de los menús de la temporada.
Según explicó el pediatra Robert Núñez a través de las redes sociales, la principal recomendación es preparar un “menú exclusivo” libre de condimentos para cuidar la salud digestiva de los niños en estas fechas y prevenir alergias o indigestión. “A los niños les encantan los festejos y sabemos que durante las fiestas quizás consumen una cantidad extra y variada de alimentos diferentes a su alimentación diaria, que a su cuerpo y pequeños órganos les dificulta digerir”, recordó.
El profesional médico hizo énfasis en que los niños tienen diferencias fisiológicas en sus sistemas digestivos en comparación con los adultos, por lo que es crucial cuidar su alimentación. “La producción de enzimas digestivas aún está desarrollándose en los niños, lo que puede afectar la descomposición de ciertos alimentos. Es crucial adaptar la alimentación a las necesidades específicas de cada etapa del desarrollo infantil”, recalcó.
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Síntomas de indigestión o empacho
La indigestión o “empacho” suele producirse cuando el niño comió en exceso o consumió alimentos que no le “sientan bien”, detalló el pediatra. Los síntomas más frecuentes de esta condición son el dolor de estómago, distensión (hinchazón) abdominal y gases, náuseas y vómitos, dolor de cabeza, falta de apetito, diarrea o estreñimiento.
En estos casos, además de acudir a la consulta pediátrica, es importante cuidar la hidratación de los niños, pero no ofrecer bebidas energizantes, ni azúcar, sino agua. Igualmente, es crucial cuidar la alimentación y evitar embutidos y comida recalentada o que contenga mayonesa.
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Cocinar tomate en sofrito a fuego lento: ¿una joya antiinflamatoria?
A simple vista, parece solo la base de muchos platos mediterráneos. Una mezcla de tomate, cebolla, ajo y aceite de oliva virgen extra cocinada a fuego lento. Pero detrás del clásico sofrito se esconde algo más que sabor: una combinación de ingredientes que, según la nutricionista y farmacéutica Carlota Serra Jorba, puede tener un efecto sorprendente en el organismo.
“Lo que para muchos es solo una receta es, en realidad, una joya antiinflamatoria con evidencia científica”, asegura esta divulgadora especializada en salud y alimentación. Según explica en su perfil de TikTok @conoceteysana_, el secreto está en cómo se cocinan juntos ciertos ingredientes básicos de la dieta mediterránea.
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Una ración de sofrito
La afirmación no es nueva, pero sí poco conocida fuera del ámbito científico. Un estudio publicado en 2014 en la revista Food & Function por un grupo de investigadores del Centro de Investigación Biomédica en Red - Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CIBEROBN), en colaboración con la Universidad de Barcelona, mostró que una sola ración de sofrito puede reducir significativamente ciertos marcadores inflamatorios.
En concreto, se observó una disminución en los niveles de proteína C reactiva ultrasensible (PCR-us) y de TNF-alfa, dos biomarcadores relacionados con la inflamación sistémica y el riesgo cardiovascular. Los participantes del estudio, hombres sanos, experimentaron mejoras en estos parámetros tras consumir una dosis de sofrito elaborado con tomate, cebolla, ajo y aceite de oliva virgen extra.
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Mejor biodisponibilidad
La clave del efecto terapéutico está en cómo se cocinan los ingredientes. El tomate, al calentarse, libera licopeno, un antioxidante con efecto cardioprotector. El aceite de oliva virgen extra, por su parte, mejora la absorción de este compuesto y añade sus propios polifenoles, mientras que la cebolla y el ajo contribuyen con compuestos bioactivos que también participan en la modulación de la inflamación.
El estudio sugiere que no se trata solo de los ingredientes por separado, sino de su sinergia y del proceso de cocinado: lento, a baja temperatura, y con grasa saludable. Esta combinación mejora la biodisponibilidad de los nutrientes y potencia su efecto protector.
Colesterol y la tensión arterial
Aunque el estudio se centró principalmente en la inflamación y el estrés oxidativo, Carlota Serra apunta también a su impacto en el colesterol LDL -el llamado “colesterol malo”- y la presión arterial. Estas afirmaciones, si bien no están detalladas en el estudio original, se apoyan en investigaciones derivadas del ensayo PREDIMED, que relacionan la dieta mediterránea (rica en preparaciones como el sofrito) con una mejora en estos indicadores de salud cardiovascular.
De hecho, el propio grupo de investigación ha señalado en publicaciones posteriores que la dieta mediterránea suplementada con aceite de oliva virgen extra y rica en vegetales cocinados, como el sofrito, se asocia con un menor riesgo cardiovascular.
Para Serra Jorba, esta evidencia es una oportunidad para reivindicar que el autocuidado también empieza en la cocina. “Esto no es solo una receta, sino una forma más de cuidar al cuerpo”, señala. Con ingredientes sencillos y tradicionales, como el tomate, el ajo o el aceite de oliva, se puede construir una base dietética con efectos preventivos reales.
Fuente: Europa Press.
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“Nunca hay que dejar la comida fuera más de dos horas”, advierte nutricionista
La nutricionista de Policlínica Gipuzkoa, Eider Sánchez, ha asegurado que los alimentos “nunca” deben dejarse fuera del frigorífico durante más de dos horas, incluso si el plato ya ha sido cocinado debe guardarse en recipientes cerrados dentro del frigorífico, para prevenir intoxicaciones alimentarias.
Sánchez ha detallado que seguir estas pautas es especialmente importante en verano, cuando los casos de intoxicaciones alimentarias y gastroenteritis aumentan de forma significativa como consecuencia del calor y la humedad, que favorecen el crecimiento de bacterias y otros microorganismos en los alimentos, en mayor medida cuando no se manipulan ni conservan adecuadamente.
La nutricionista ha advertido sobre aquellos alimentos que son más sensibles al calor, como los huevos, el pescado, el marisco, las carnes, los lácteos o las mayonesas caseras. “Si no estamos seguros de que han sido bien conservados, lo más prudente es evitarlos”, ha subrayado precisando que la buena apariencia de un alimento o que no huela mal no garantiza que su consumo sea seguro.
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Además, ha insistido en la importancia de mantener una buena higiene tanto al manipular como al conservar los alimentos. “Hay que lavar bien frutas y verduras que se consumen crudas, lavarse las manos con agua y jabón durante al menos 20 segundos antes y después de manipular alimentos, y limpiar correctamente los utensilios y superficies”, ha explicado.
Entre sus consejos, la especialista también ha instado a prestar atención a cómo se descongelan los alimentos y hacerlo siempre dentro de la nevera, con lo que se evita la proliferación bacteriana y, además, se conservan mejor el sabor y la textura del alimento.
A la hora de salir fuera, ya sea a la playa, al monte o de picnic, ha señalado como “imprescindible” transportar los alimentos en neveras isotérmicas con acumuladores de frío y conservarlos en envases herméticos. Cuando se come en bares, chiringuitos o restaurantes, ha llamado a no bajar la guardia y comprobar que los platos estén protegidos, que no presenten bordes resecos y que el pescado o marisco expuesto tenga un buen aspecto general y ojos brillantes, ya que son indicadores clave de su frescura.
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Qué hacer ante una intoxicación alimentaria
Los síntomas de una intoxicación alimentaria pueden aparecer a las pocas horas de haber consumido el alimento en mal estado e incluyen náuseas, vómitos, diarreas o fiebre. En caso de verse afectado, Sánchez ha destacado la importancia de acudir al centro de salud para evaluar la gravedad y, si es necesario, iniciar el tratamiento adecuado.
Ante una situación de estas características, ha aconsejado evitar alimentos irritantes como el café, el té, las grasas, el alcohol o las bebidas azucaradas y gaseosas para una correcta recuperación. “Tras una intoxicación, es preferible optar por comidas suaves, cocinadas de forma limpia, que no estimulen en exceso el sistema digestivo y ayuden a rehidratar el cuerpo”, ha apuntado.
Fuente: Europa Press.
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¿El café engaña al cerebro?: “No te da energía, solo tapa las señales de que la necesitas”
Durante años, millones de personas han comenzado el día con una taza de café como si fuera una fuente infalible de energía. Sin embargo, detrás de esa aparente vitalidad hay un mecanismo cerebral más complejo y, en cierto modo, engañoso. La divulgadora científica y experta biomédica Sandra Ortonobes, conocida como La Hiperactina, ha explicado en uno de sus vídeos más recientes por qué el café no “da energía”, como suele creerse, sino que simplemente enmascara el cansancio real.
Según detalla, todo empieza con la adenosina, una sustancia que el cerebro produce de forma natural conforme pasan las horas despiertos. Su función es clara: acumularse progresivamente para inducir la sensación de sueño y avisar de que es momento de descansar. Pero ahí entra en juego la cafeína.
“La cafeína tiene una forma muy parecida a la de la adenosina”, explica Ortonobes. “Se cuela en sus receptores e impide que la adenosina haga su trabajo. Tu cerebro deja de detectar el cansancio, aunque sigas agotado por dentro”. Por eso, aunque uno se sienta repentinamente más alerta, esa “energía” no es real: no se han repuesto las reservas físicas, solo se ha silenciado la alarma del cuerpo.
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¿Qué dice la ciencia sobre este efecto?
Esta explicación coincide con lo que recoge el Consejo Europeo de Información sobre Alimentación (EUFIC), que detalla cómo la cafeína, al bloquear los receptores de adenosina en el cerebro, estimula la activación neuronal y provoca la liberación de neurotransmisores como la dopamina y la norepinefrina. Este proceso es lo que genera la sensación de estar más despiertos y concentrados, aunque el cuerpo siga necesitando descanso.
Además, el EUFIC subraya que los efectos de la cafeína pueden mantenerse durante varias horas, dado que su vida media en el cuerpo es de unas 5 horas. Esto significa que, tras consumir una taza de café, los efectos estimulantes pueden tardar en desaparecer, lo que puede alterar los ritmos naturales de sueño si se consume a horas tardías.
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El bajón de cafeína
El bloqueo temporal de la adenosina no hace que desaparezca su acumulación, sino que la retrasa. Por eso, cuando la cafeína se metaboliza y sus efectos desaparecen, esa adenosina acumulada actúa de golpe, provocando lo que muchos reconocen como “el bajón” del café. Cansancio, falta de concentración o incluso somnolencia repentina pueden ser algunas de sus manifestaciones.
Y si el consumo es habitual, también puede haber dependencia. Diversos estudios científicos, como una revisión publicada en Psychopharmacology, respaldan que el consumo habitual de cafeína puede generar cierta dependencia. Dejarla de forma brusca puede provocar síntomas de abstinencia como irritabilidad, fatiga o dolor de cabeza.
¿El café es malo?
No necesariamente. El EUFIC aclara que, en personas sanas, un consumo moderado de cafeína -hasta 400 mg al día, lo que equivale a unas 4 tazas de café filtrado- puede ser parte de una dieta saludable. Incluso puede ofrecer beneficios en la concentración, el estado de alerta o el rendimiento físico. No obstante, el consumo excesivo o inadecuado, especialmente en personas con sensibilidad o problemas de salud, puede acarrear efectos secundarios.
Fuente: Europa Press.
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Una mayor biodiversidad alimentaria es clave para una mejor longevidad
La biodiversidad alimentaria, entendida como la variedad de especies diferentes que forman parte de la dieta, podría jugar un papel clave en la prevención de enfermedades crónicas y una mejor longevidad, según muestra un estudio liderado por investigadores de la Universidad Rovira i Virgili (URV) y el Instituto de Investigación Sanitaria Pere i Virgili (IISPV).
El trabajo, publicado en ‘Science of the Total Environment’, ha analizado los hábitos alimentarios y los datos de salud de más de 7.200 personas mayores, con edades comprendidas entre los 60 y 80 años, con alto riesgo cardiovascular, a quienes se ha realizado un seguimiento durante una media de seis años.
A través de cuestionarios alimentarios validados y herramientas estadísticas avanzadas, el equipo investigador evaluó el número de especies distintas consumidas mediante un indicador novedoso denominado Riqueza de Especies Dietéticas (DSR), que estima el número de especies animales y vegetales diferentes consumidas en la dieta habitual. Posteriormente, el grupo de investigación evaluó el riesgo de mortalidad en función de este indicador.
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Independientemente de la calidad general de la dieta, los investigadores observaron que las personas que consumían una mayor diversidad de especies presentaban un riesgo significativamente menor de morir por cualquier causa. En concreto, por cada especie adicional consumida de forma regular, el riesgo de mortalidad general se redujo en un nueve por ciento, el de enfermedad cardiovascular en un siete por ciento y el de cáncer en un ocho por ciento.
Según la autora principal del estudio, Sangeetha Shyam, investigadora Miguel Servet del IISPV, “se demuestra que no solo es importante el tipo de alimentos que comemos, sino también el número de especies distintas que incluimos en nuestra dieta. Una alimentación más biodiversa se asocia con una mejor salud y mayor longevidad”.
El equipo investigador observó que esta asociación entre biodiversidad de la dieta y mortalidad era independiente de la calidad de la dieta consumida. Por ejemplo, no todos los participantes que tenían una buena adherencia a la dieta mediterránea consumían una dieta altamente diversa, y viceversa.
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Los autores apuntan que no se conocen muy bien los mecanismos que pueden explicar estas asociaciones. Según detallan, las dietas altamente ricas es especies animales y/o vegetales pueden contener una gama más amplia de nutrientes y compuestos beneficiosos, además de favorecer una microbiota intestinal más saludable.
Los resultados del estudio se deben a la colaboración de múltiples instituciones y personal investigador del consorcio PREDIMED. El estudio ha sido liderado por el grupo de investigación ‘Alimentació, Nutrició, Desenvolupament i Salut Mental ANUT-DSM’, reconocido por el IISPV, la URV y el Centro de Investigación Biomédica en Red de Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CIBEROBN).
Fuente: Europa Press.