Los ganadores del premio Hippolyte Bayard 2022, en su tercera edición, se dieron a conocer este miércoles 30 de noviembre en la Alianza Francesa de Asunción a través de un acto de premiación. En la ocasión Bernardo Puente resultó ganador con su obra Irreversible.
El premio consiste en una residencia de 2 meses en París, una beca para estudiar francés en la Alianza Francesa de Asunción y la exposición del ensayo fotográfico en el Festival de Fotografía de El Ojo Salvaje en el 2023.
El texto del dictamen del jurado señala que el trabajo de Bernardo Puente entrelaza con agudeza y sensibilidad lo acontecido y lo que quedó borrado. Pone en relieve un trabajo íntimo, personal, el cual acompaña al colectivo de memoria en los países que sufrieron dictaduras cívico-militares. “A través de una interesante fusión del lenguaje dentro de las artes visuales, apoyado por la tecnología, logra potenciar lo fotográfico”, refiere.
Por su parte, el ganador se describe interesado en explorar las formas simbólica y hierática de la iconografía bizantina, así como sus aspectos místicos y religiosos. “Quizás, porque me conecta con la pérdida y la rebeldía de la supuesta aceptada ‘naturaleza’ de las cosas. Con mi obra intento recuperar espacios arrebatados, conectar con mi identidad y la de los otros, la memoria y la recuperación de la historia”, expresó.
Igualmente, dijo que desde el 2013, ha comenzado a incursionar en otros lenguajes como la fotografía, la intervención digital, obras tridimensionales y el trabajo colaborativo con otros artistas que le permite abrirme a nuevos lenguajes, horizontes de encuentros y de sus búsquedas.
Biografía del ganador
Bernardo Puente Olivera nació en Buenos Aires, en 1969 pero vive en Paraguay hace varios años. Creció en una familia de 8 hermanos. Se considera un artista multidisciplinar, y psicoanalista. Durante 15 años estudió música, pasando luego a la teología y filosofía 5 años, y ya en Paraguay estudia psicología y psicoanálisis el cual estudia hasta la fecha (algo que cree jamás concluirá). En 1994 comenzó a pintar iconografía bizantina, basando su trabajo en las escuelas rusas y griega.
Autodidacta esencialmente, aunque realizó algunos cursos en el centro de formación artística NODE/CENTER de Alemania. En 2015, obtuvo el primer premio de la convocatoria “Invernadero: arte, política, experimento”; ese mismo año es seleccionado para participar de la exposición colectiva del premio de Artes Visuales de la Embajada de Alemania con una de sus fotografías. En el 2016 desarrolla una residencia artística en Barcelona.
En el 2017 uno de sus trabajos es presentado en la Biena de Curitiba, Brasil. En el 2018 el proyecto “Formicarium”, es presentado en dos ciudades de argentina, y en Helsinki. En el 2019 participa en una exposición colectiva en Brasil junto a otros artistas latinoamericanos. En el 2020 obtiene el segundo puesto del premio Hippolyte Bayard.
En el 2021 una selección de la serie Homo COVID es elegida para representar a Paraguay en la muestra itinerante “Paréntesis-Relatos desde la Incertidumbre” durante el año 2022. Desde el 2015 ha centrado su mirada en la política, la memoria, y la manifestación de la ausencia. Bernardo vive, trabaja y se busca en Paraguay.
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“El retrato es una forma de crear un espacio con el otro”
El fotógrafo paraguayo Juanjo Ivaldi Zaldívar se instaló por primera vez en ese alejado territorio en 2009. Ahora vive en Seyðisfjörður, transformado por el contexto, un planeta distinto, como dice. El artista visual nos habla sobre la esencia de su nueva muestra y sus vivencias en la “tierra del fuego y el hielo”.
- Por Jimmy Peralta
- Fotos Juanjo Ivaldi
El pasado 17 de junio se habilitó en Islandia la muestra “Dejar aparecer”, del fotógrafo paraguayo Juanjo Ivaldi Zaldívar, una propuesta coordinada por Auður Mikaelsdóttir que presenta un centenar de retratos de ciudadanos de Höfn, un pueblo de alrededor de 2.200 habitantes, donde el compatriota vivió un tiempo. “Dejar aparecer” es una forma de buscar pasivamente el momento artístico, tanto para permitir que este logre manifestarse, en este caso la imagen frente al observador, así como para el artista permitirse ver y captar la obra, en el caso de Juanjo, registrar con la cámara con el máximo respeto al retratado.
Ivaldi vive su segunda estadía en la isla. En 2009 fue por primera vez, para volver en 2014. Cinco años después volvió a instalarse y a revivir la conexión que le permite ese planeta que se le representa como Islandia, como paisaje y humanidad como contexto. “En el retrato, lo esencial no se fabrica: se revela”, cita el texto de convocatoria a la muestra. Juanjo habló con La Nación del Finde sobre esta iniciativa, su experiencia en Islandia, y la búsqueda ética y estética que propone él con esta colección.
–¿Cuál tu primera vinculación con Islandia antes de ir y la primera en construir al llegar allá?
–Pensar en esto me llevó directo a una memoria de una sala de fotografía con un piso de ajedrez en el “Instituto de la imagen”. Coincidentemente, la primera vez que escuché sobre Islandia fue en un curso de fotografía que tomaba en Paraguay, allá por el 2006 o 2007, no recuerdo muy bien. Alguien puso música de Sigur Rós… ese sonido… lejano, como si viniera de otro mundo. Hoy, mientras te respondo a estas preguntas, vuelvo a poner Sigur Rós y preparo un café. Mi primer vínculo real con Islandia fue por Sunna, una mujer bellísima de estas tierras, a quien siempre voy a estar profundamente agradecido por invitarme a llegar hasta acá. Con ella tuvimos una relación de jóvenes curiosos en esos años, y un día me dijo: “¿Por qué no nos vamos a Islandia?” Yo le dije “¡Jaha!”. Y bueno, fue así como Islandia pasó de ser ecos sonoros (primero conocí su música), después solo imaginación, a convertirse en un hogar.
Llegar desde Paraguay en 2009, con 25 años, fue como aterrizar en otro planeta, Islandia es otro planeta. Recuerdo un paisaje más negro que verde: extensiones de lava, montañas, cielos inmensos, inmensidad más inmensidad, bum, un aura boreal, 24 horas de día, 24 horas de noche y silencios. Hermosos silencios. No era el Islandia “turístico” de hoy, era un país más reservado, lleno de barrios y a la vez más salvaje. Esa naturaleza en todas sus formas, honesta, me atrapó de una forma que nunca imaginé. Creo que, en ese primer invierno, mientras la nieve caía sobre un planeta que apenas empezaba a conocer, supe que algo en mí también estaba cambiando. Para siempre.
–¿Cómo definirías al retrato, y cómo lo diferenciarías de otras formas fotográficas?
–Para mí, el retrato es una forma de crear un espacio con el otro. No es una imposición de la mirada, del “yo fotógrafo” quiero que vos persona hagas esto para que el “yo fotógrafo” sobresalga. En mi experiencia, un retrato ocurre cuando el otro puede emerger, cuando no se lo interrumpe ni se lo fuerza a ser algo. En este sentido, lo diferencio de otras formas fotográficas que a veces buscan captar lo espectacular, lo inmediato o lo evidente. El retrato, en cambio, es más lento. El retrato es espera. Uno se queda esperando un gesto, una pausa, un silencio donde algo del otro se revele. Es como transitar el mundo analógico de la fotografía. Suele haber un segundo donde la persona decide darte algo, o a veces se le escapa, porque siempre está ahí. En mi búsqueda del retrato, no trato de fabricar una imagen, sino dejar que algo que ya está, como la dignidad, una verdad, incluso una herida, se asome, de formas diferentes. Y cuando hay escucha, cuando hay tiempo, ahí entre dos personas, esa imagen puede convertirse en un espejo donde alguien se reconozca con una dignidad que quizás había olvidado. Por eso, para mí, retratar es también un acto de respeto.
EL TRAYECTO
–¿Cuándo empezó a tener forma de muestra esta colección de fotos?
–Esta última exhibición de retratos tiene sus raíces en una experiencia previa del año 2023, cuando trabajé junto a Greta Clough en una región del norte de Islandia. Allí realizamos una serie de entrevistas y retratos que culminaron en la muestra Fl(j)óð, una exposición fotográfica centrada en mujeres de origen extranjero que vivían en Húnaþing Vestra. Compartimos las historias de 33 mujeres de la comunidad, celebrando sus raíces y abriendo espacios de reflexión sobre el lugar que ocupan las mujeres inmigrantes dentro de la sociedad islandesa. Este proyecto fue muy bien recibido y tuvo buena cobertura mediática en el país. Inspirada en esa experiencia, Auður Mikkelsdóttir se puso en contacto conmigo con la idea de hacer algo similar en Höfn, una localidad del sureste a donde llegamos juntos con Tess Rivarola en 2019 y donde vivimos por más de un año. Esta vez, el enfoque estuvo puesto en las y los habitantes de la comunidad. Así comenzó esta nueva etapa.
Durante tres meses hice lo que más me gusta en la vida; manejar en ruta islandesa, escuchar música y fotografiar. Viajé desde Seydisfjördur (un pequeño fiordo del este donde vivimos desde el 2020) a Höfn todos los fines de semana, unos 150 km, atravesando dos rutas de montaña que alcanzan los 600 metros de altitud y no pocas veces están cubiertas de niebla. Conocí y fotografié a 114 personas. En cada encuentro conocí algo nuevo de esta cultura. Tomé café como nunca antes en mi vida. Acá cada vez que llegas a una casa no importa la hora que sea te invitan café. Cada persona me mostró algo nuevo de la forma de ver la vida que tienen los islandeses. Y así fue tomando forma la muestra: como un retrato colectivo que busca reflejar la diversidad del pensamiento, la memoria compartida y lo cotidiano de quienes habitan este rincón del sureste islandés.
–¿Qué sensaciones o intenciones conectan o vinculan entre sí a las fotos de esta muestra?
–Una serie de fotografías puede narrar una historia, pero en esta muestra de retratos el hilo no es argumental. No hay un relato lineal, sino una atmósfera que se construye desde la escucha. Para cada retrato, lo único que pedía era que la persona eligiera el lugar donde quería ser fotografiada. Algunos escogieron sus casas; otros, los caminos donde pasean con sus perros. Algunos volvían a las granjas de sus abuelos, a los establos donde cuidan caballos, ovejas o gallinas. Esas elecciones no fueron casuales: en esta serie de retratos el paisaje no es fondo, es parte del cuerpo. Creo también que lo que une estas imágenes es una intención compartida porque para ser retratado hay que querer ser visto.
En muchos de estos retratos se puede leer el arraigo profundo que cada islandés tiene con su tierra. Para muchos, decir “soy de tal lugar” es un acto de orgullo. Y no es solo una frase: es literal. Algunos nunca salieron de su pueblo Son de ahí, y lo son a mucha honra. Cada persona retratada iba trayendo una nueva perspectiva; su forma de pensar. Y, sin embargo, algo se repetía, remitiendo a algo ya escuchado antes, al otro lado de la isla. Y así se fue tejiendo más o menos, una sensación de intimidad, de presencia, de pertenencia. Quizás lo que une estas imágenes no sea lo que se ve, sino lo que se intuye: una vibración, una confianza, una forma de mirar que no busca transformar, curiosea. Lo que deseo es que cada retrato sea una puerta entreabierta entre la presencia y el misterio.
OBSERVACIÓN Y ESPERA
–¿Cómo llegás vos a la idea de “dejar aparecer” y qué pensás que te aporta como fotógrafo en el contexto donde te manejás?
–El concepto de “dejar aparecer” lo tomo prestado de Humberto Maturana, biólogo chileno, quien plantea que amar es permitir que el otro sea, sin forzarlo a cumplir con nuestras expectativas. Me quedó resonando, y con el tiempo entendí que eso también era lo que yo buscaba al retratar. Coincide con mi manera de aproximarme al retrato, no desde la dirección ni la construcción, sino desde la observación y la espera. Yo no me siento tanto un fotógrafo que “arma” imágenes, sino alguien que observa, que acompaña. En el contexto donde vivo, el “countryside” de Islandia, el tiempo se percibe de otra forma, las personas tienen otras formas de relacionarse. En el momento del retrato, las personas acá pueden llegar a ser muy cerradas para nosotros los “sudacas”. Pero eso es una interpretación desde una expectativa del otro. Aquí, se vuelve clave ser observador, quedarse quieto. Acompañar el silencio entre los dos, acompasar el momento. Aquí no se pueden forzar las cosas. Entonces uno, como fotógrafo, va generando el espacio, las condiciones donde la persona pueda mostrarse, si quiere, si lo siente. Puedo decir hoy que “dejar aparecer” se ha vuelto para mí una ética del mirar y del convivir.
–¿Podrías comentarnos algo de Höfn?
–Höfn es un pequeño pueblo al sureste de Islandia, rodeado de playas negras, glaciares del Parque Nacional Vatnajökull y montañas que respiran con el clima. Tiene tormentas de viento, neblinas… y unos amigos maravillosos. Llegamos allí con Tess Rivarola en mayo de 2019. Hay algo en su paisaje: el viento te habla, o la luz cambia de golpe y te muestra otras formas. A primera vista puede parecer un lugar aislado, pero después de esta experiencia fotográfica me di cuenta de que tiene una vida comunitaria generosa. Vivimos un año con Tess en las afueras de Höfn, Hólmur, en una casa amarilla, con el glaciar como jardín. Después de esa experiencia armamos una exhibición en conjunto: con poesías de Tess y fotografías mías, que se llamó “Mirada extraviada”. Tess tiene mucho que ver con mi desarrollo como artista. Me empujó a buscar más profundidad, a ir más allá. Exige como loca, y eso sirve muchísimo.
–¿Cómo es tu vida allá?
–Ahora vivimos en Seyðisfjörður, en el este de Islandia, a 661 kilómetros de la capital. Mi vida hoy es bastante tranquila, ya no farreo tanto, también intensa en otros aspectos. En el día a día cocino, saco fotos, tomo helado, voy a nadar, chismoseo con la gente, me plagueo… y otras cosas que no te voy a contar porque seguro que mi vieja va a leer esto. Siento que, en lugares como estos, donde el tiempo se mueve más lento, uno puede escuchar mejor. Mirar las cosas en sus diferentes formas y estados.
Escuchar a los demás, y también a uno mismo. La naturaleza no es solo un complemento o una foto para Instagram: es un personaje más que convive entre nosotros, con el que uno dialoga todos los días. Te guste o no. Reykjavik, Höfn, Seyðisfjörður… Islandia me ha dado algo valioso: la posibilidad de mirar con más atención, de reinventarme, de sanar, de perdonar, de crecer de muchas formas. De vincularme con la gente de otra cultura, desde las diferencias y el respeto. Y de construir un ritmo de vida más acorde con lo que necesito en este momento.
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Continúa exposición fotográfica sobre Flores
En el año de celebración de la guarania, se recuerda a su creador también con imágenes.
Con la curaduría del periodista e investigador Antonio Pecci, seguirá abierta hasta el próximo miércoles 25 de junio la muestra fotográfica “José Asunción Flores, creador de la guarania” sobre la vida y obra del gran músico paraguayo. Esta muestra se desarrolla en el Espacio Cultural Staudt (Iturbe 333 esquina Mariscal Estigarribia, Asunción) de la Secretaría Nacional de Cultura (SNC).
La colección expuesta consta de 25 imágenes históricas que retratan el recorrido vital y artístico del gran compositor paraguayo de Punta Karapã: desde su infancia, su paso por la Banda de Policía, hasta su llegada a Buenos Aires y su consagración internacional en Europa.
El Gobierno nacional declaró el 2025 como el Año Nacional de la Guarania, en conmemoración del centenario de la creación de la primera guarania, “Jejuí”, por el maestro José Asunción Flores. Este género musical propio del país fue catalogado como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en diciembre de 2024. +
El Espacio Cultural Staudt se mantiene abierto de lunes a viernes, de 8:00 a 15:00, y los sábados, de 9:00 a 20:00. Para visitas guiadas es necesario agendarse en el 0981 850-761. El acceso es libre y gratuito.
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“Héroes de la Guerra del Chaco”: un libro de homenaje a todo color
Un álbum de fotografías que ayudan a recrear la contienda se presentará próximamente. Su autor, Hugo Gunsett, las coloreó por computadora en un trabajo de años para honrar la memoria de los caídos y de los que volvieron con vida tras defender la integridad territorial de la patria.
- Por Jorge Zárate
- jorge.zarate@nacionmedia.com
- Fotos Gentileza
Hugo Gunsett es reservista de la Marina nacional y un día advirtió que no había imágenes a color de la Guerra del Chaco (1932-1935). Así fue que decidió poner manos a la obra y munido de un programa de gráfica se dio a la tarea. Fruto de ese trabajo, en estos días pondrá a disposición del público el álbum de fotografías “Héroes de la Guerra del Chaco”.
Estudiante de diseño gráfico y computación, aprendió de manera autodidacta dibujo y pintura. “Un día vi en internet fotografías coloreadas de la Primera Guerra Mundial y me puse a buscar algunas de la guerra del Chaco. Como no había, pensé en hacerlo”, cuenta.
Ya lleva más de 10 años haciendo que las fotos pasen de su blanco y negro original al color. “A través de un proceso por computadora, sin utilizar inteligencia artificial, usando una paleta de colores y el mouse, voy dando color pixel por pixel a la fotografía. Un trabajo arduo que a veces lleva horas y depende del tiempo, la complejidad y los detalles de la foto, puede llevar días”, comentó.
EXPOSICIÓN ITINERANTE
Gunsett se alegra de las devoluciones que le va dando la gente cuando observa su trabajo en una exposición itinerante que ofrece en escuelas, colegios y en el Museo Naval. También llegó a viajar con su exposición a bordo del cañonero Paraguay hasta Pilar, donde expuso por una semana.
“La gente desconoce que no había fotos a color y se sorprende con el resultado, las reproduce con su celular, es lindo ver el cambio en los rostros”, dijo. También “cuando le presento a nuestros combatientes que están en las fotos y por primera vez ven el rostro y los reconocen, esto hace parte de nuestra memoria visual”, expone.
Entiende que es también un homenaje a los excombatientes. “Todavía quedan algunos héroes con vida, cuatro o cinco si no me equivoco. Por eso la primera exposición que hice fue para honrarle a los veteranos que aún quedaban con vida ya por el año 2014. Fue al costado del Panteón, donde recordamos que en el Chaco quedaron 33.000 soldados”.
HOMENAJE
Y agrega: “Este es mi homenaje para todos los caídos y para los que combatieron y volvieron con vida, muchos de ellos lisiados y mutilados. Hay un refrán que dice ‘un soldado no muere en el campo de batalla, muere cuando su pueblo lo olvida’. Y mientras no los olvidemos como pueblo, entonces ellos seguirán vivos en nuestros corazones”.
El autor expone que “la guerra del Chaco es un poquito más cercana a este tiempo que la guerra del 70, pero extrañamente es una guerra bastante ignorada”, reflexiona llamando a recorrerla en un volumen de gran impacto visual, que enseña con el poder de la imagen entretelones de un hito histórico nacional.
“Mi misión es enseñar en la charla a los niños, jóvenes y adultos, porque tengo material audiovisual especialmente diseñado para escuelas y colegios que quieran ver estas fotografías. Les animo a que me envíen la invitación y coordinamos un día para que yo pueda llevar también a nuestros héroes a las escuelas y colegios para que sean testigos del valor y la entrega y el amor a la patria de nuestros héroes”, propone.
EL SUEÑO DE UN MUSEO
“Mi objetivo final sería conseguir un espacio para poder crear un museo con fotos a color de la guerra del Chaco”, dice Gunsett. Allí estarían expuestas fotografías de manera permanente “para que la gente pueda asistir, ver quiénes eran nuestros héroes, los lugares donde se combatieron, los vehículos que teníamos y de esta forma mantener viva la memoria de nuestros héroes”. El autor del libro de fotografías coloreadas entiende que sería bueno tener un lugar “donde niños, jóvenes y adultos puedan ver a nuestros héroes de una forma totalmente distinta a lo que siempre se ha visto en blanco y negro. Sería una forma de honrar de manera permanente a los que dieron la vida, los voluntarios extranjeros y los que sobrevivieron a la guerra”, apunta.
Quien se interese en el trabajo de Gunsett puede contactarlo al (0982) 075-244 o seguirlo en sus redes sociales: “Quiero aclarar que la venta de los cuadros, de los álbumes, me sirve para tener un fondo y de esta forma realizar las exposiciones, mandar hacer los encuadres de las fotografías, para la movilidad y llegar a los puntos a los cuales soy invitado y de esta forma poder dar esta charla y mostrar el trabajo”, concluye.
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Fotógrafa mexicana recibe el Princesa de Asturias de las Artes
- Barcelona, España. AFP.
La mirada innovadora y profunda de la fotógrafa Graciela Iturbide fue galardonada este viernes pasado con el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2025, para quien las potentes imágenes de la mexicana invitan “a mirar más allá de lo visible”. El jurado ensalzó igualmente en su decisión el “mundo propio” de Iturbide, que abarca “desde lo primitivo a lo contemporáneo; desde la crudeza de la realidad social hasta la magia espontánea del instante”, según el acta que acompañó el fallo del premio convocado por la Fundación Princesa de Asturias, la heredera al trono español.
Nacida el 16 de mayo de 1942 en Ciudad de México, Iturbide comenzó estudios de cine, pero se interesó por la fotografía tras asistir a las clases de Manuel Álvarez Bravo (1902-2002), contemporáneo y amigo de gigantes como el francés Henri Cartier-Bresson.
La joven fotógrafa empezó a acompañarle al inicio de los años 1970 por todo México, pero pronto tomó su propio camino, que le llevó a recorrer a fondo su país, al que miró con profundidad, así como numerosos lugares de Latinoamérica y del mundo, retratados en sus icónicas imágenes en blanco y negro. “Para mí las fotos son la manera (...) de conocer el mundo. Y pasas del ser humano al paisaje. Y ahora el principio del mundo”, indicó en una entrevista con la AFP en 2022.
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“Pasión y disciplina”
Con una premiada producción, Iturbide es autora de obras clásicas de la fotografía contemporánea, como su serie sobre los indios seri, en el desierto de Sonora (noroeste de México, 1978), o su libro “Juchitán de las mujeres”, sobre un pueblo del estado sureño de Oaxaca.
De su objetivo, sin embargo, también salieron otras aplaudidas imágenes captadas por el mundo, como la serie sobre India que realizó junto al brasileño Sebastiao Salgado.
“Para ser buen fotógrafo hay que tener pasión y disciplina, nada más. Y puede ser a la vuelta de tu casa si quieres. Pero claro, si quieres conocer el mundo y tienes una cámara, es maravilloso”, explicó en su encuentro con la AFP.
Su obra fue expuesta en centros de gran relevancia artística mundial, como el Centro Pompidou de París, el San Francisco Museum of Modern Art, además de valerle numerosos reconocimientos.
Oficial de la Orden de las Artes y las Letras de Francia, o doctora honoris causa por el Columbia College de Chicago, Iturbide recibió también el Premio Nacional de Ciencias y Artes de México o el William Klein de la Academia de Bellas Artes francesa.
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Excepcional
El de Artes ha sido el cuarto de los ocho galardones de esta edición de los premios, considerados los más prestigiosos del mundo iberoamericano, que cada año, y normalmente a ritmo de uno por semana, otorga la Fundación Princesa de Asturias.
Este debía haber sido el primero de la serie de 2025, pero el masivo apagón eléctrico que afectó a la península ibérica el 28 de abril obligó a posponer el fallo previsto para esa semana.
El año pasado, en esta categoría, el reconocimiento fue para el cantante y compositor español Joan Manuel Serrat, una voz esencial para varias generaciones de españoles y latinoamericanos, distinguido “por el alcance de una trayectoria artística que trasciende la música”.
En otras ediciones también fueron premiados en este apartado músicos como Ennio Morricone, Paco de Lucía y Bob Dylan, así como figuras del cine como Meryl Streep, Woody Allen o Pedro Almodóvar, o arquitectos como Óscar Niemeyer.
Este año ya se fallaron el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, que recayó en el filósofo y ensayista alemán de origen surcoreano Byung-Chul Han, y el de las Letras, concedido al español Eduardo Mendoza, por ser un “proveedor de felicidad para los lectores”. El pasado miércoles se desveló también el de Ciencias Sociales, que fue para el sociólogo estadounidense Douglas Massey.
Estos premios, instituidos en 1981, están dotados con 50.000 euros (unos 56.600 dólares) y una escultura creada por el fallecido artista catalán Joan Miró. Los galardones, que toman su nombre del título de la heredera al trono de la Corona española, la princesa Leonor, son entregados por ella y los reyes Felipe VI y Letizia en octubre en una ceremonia en Oviedo, capital de Asturias.