En enero de 2020, Robness bajó de internet y recreó la imagen de un cubo de basura, y por ello fue censurado por una de las plataformas más importantes de venta de obras digitales. Casi dos años después, esa plataforma, SuperRare, volvió a autorizar la obra, “64 gallon toter”.

Robness vendió en diciembre una de las versiones del cubo de basura por el equivalente de 252.000 dólares. Durante dos años la polémica del “cubo de basura de 64 galones”, una de las tantas que anima el caótico mundo del criptoarte, creó toda una tendencia, el “trash art” (arte basura) digital.

Artistas en todo el mundo se dedicaron a versionar el bote de basura, a hacer imágenes animadas (gif), chistes... en signo de solidaridad con Robness. Y al mismo tiempo, el mundo del criptoarte no es ningún juego: está creciendo a un ritmo vertiginoso, impulsado por la enorme especulación financiera que rodea las monedas virtuales.

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La casa de lujo francesa Hermès demandó hace dos semanas a un creador digital en Estados Unidos que vendía, por miles de dólares, reproducciones de su emblemático bolso Birkin en internet. Y los herederos de Pablo Picasso tuvieron que desmentir el pasado jueves que vayan a emitir NFT (certificados de autenticidad digitales) relacionados con la obra del pintor español.

Robness asegura que su caso es mucho más anodino. “Ni siquiera me acuerdo de dónde venía la imagen, creo que la bajé de Google”, comenta el artista californiano en videoconferencia con la AFP. Robness puso a la venta inicialmente tres ejemplares de su cubo de basura por un precio que reconoce que era absurdo: 30.900 ethereum cada una. Unos 78 millones de dólares en la actualidad.

“Le puse un precio ridículo, ¿sabes? Era una manera de decir ‘yo valoro lo que hago así que le voy a poner el valor que merece’, explica. “No me avergüenza, sé lo que la obra ha conseguido, es una de esas piezas que inició un movimiento en el criptoarte”, asegura orgulloso.

Amenazas legales

“64 gallon Toter”, y la polémica que lo rodeó recuerda al estilo de Andy Warhol, y a su famoso “Sopa de tomate Campbell” (1962), una reproducción de una lata de conservas de la marca Campbell que se convirtió en un icono del arte contemporáneo. SuperRare no solamente sacó a Robness de la circulación durante dos años, sino que le canceló su “wallet” en la plataforma.

El “wallet” es una cuenta en una criptomoneda determinada. Para comprar o vender en ese volátil mercado, ya sea las monedas o las obras de arte, es imprescindible tener un “wallet”. “Me amenazaron legalmente”, recuerda Robness con una sonrisa. Asegura que nunca recibió ninguna explicación de SuperRare.

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“La obra era básicamente una copia (...) y la comunidad consideró que no era arte”, explicó a la AFP SuperRare en un mensaje electrónico. Dos años después “decidimos volverlo a poner porque muchas cosas han evolucionado en un periodo de tiempo muy corto”, añadió el mensaje.

Robness dejó el precio estratosférico para tres ejemplares de “64 gallon toter”. Recibió rápidamente una oferta por una de ellas en diciembre. Un coleccionista que lo llamó por teléfono y que, asegura el artista, “se rió un montón” por el todo el revuelo.

La especulación no le quita el sueño, asegura. “Pienso en ello también, claro. Soy una de las personalidades en este juego. Pero algo tengo claro: cuando empecé todo el mundo decía que esto se iba a acabar, que se podía desplomar. Y ya llevamos casi una década”, asegura.

Las reglas del criptoarte

El artista digital Beeple electrizó el mercado en marzo del año pasado con un collage subastado en 69 millones de dólares. Y, sin embargo, unos meses antes, ese mismo autor había vendido una obra muy similar por un dólar. El mercado del criptoarte, ligado estrechamente a las monedas virtuales como el bitcoin o ethereum, provoca entusiasmo y polémica a partes iguales.

Su volumen de negocios el año pasado superó los 40.000 millones de dólares, según la firma especializada Chainalysis. Y las expectativas para 2022 son optimistas, según actores del sector entrevistados por la AFP. Principalmente porque nuevas generaciones de artistas y creadores de todo tipo de contenidos, desde videojuegos a cómics, pasando por complementos de moda (para ser lucidos en el metaverso) ven en las NFT, los “certificados de autenticidad” digitales, una herramienta para garantizar, por primera vez, unos ingresos fijos.

Los NFT “son por definición únicos y no pueden ser reemplazados”, explica Albertine Meunier, artista y coleccionista francesa en París. Esos certificados acompañan de por vida a una obra de arte en el mundo virtual.

Subasta en dos segundos

Beeple es un diseñador gráfico estadounidense que se propuso en 2007 hacer una obra de criptoarte cada día, sin interrupción. Cuando ya tenía 5.000 las alineó en un gigantesco collage que subastó a través de Christie’s en Nueva York. Era la primera obra de criptoarte (registrada mediante NFT, los certificados de autenticidad digital) que se vendía en subasta.

“Everydays: the First 5.000 days” arrancó a un precio de 100 dólares, pero pronto la subasta se disparó hasta los 69,3 millones de dólares. Esa venta puso a Beeple como uno de los tres artistas vivos más cotizados en el mundo. Pero este artista gráfico, que tanto apoya públicamente causas políticas de izquierda como colabora con marcas de lujo como Louis Vuitton, se ha mostrado en entrevistas reacio al frenesí especulador que generan sus obras.

En octubre de 2020, seis meses antes de la venta histórica de Christie’s, convocó a sus fans para vender una obra similar: se trataba de una serie “Everyday” correspondiente al año 2020. Cien ejemplares, a un dólar cada una. La venta se celebró a las 3 de la madrugada, hora de París. Un joven estudiante y coleccionista francés, Brian Beccafico, estaba listo.

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“Fue al estilo ‘primero que llega se lo lleva’. Así que había que estar ahí en el momento exacto para cliquear, para comprar”, explicó a la AFP vía telefónica. La venta/sorteo duró apenas dos segundos, recuerda este joven de 24 años, perteneciente a una familia de coleccionistas. Ahora su “Everyday 2020″ (que Beeple completó gratuitamente cuando acabó ese año, hasta totalizar 365 imágenes), se cotiza en torno a los 117.000 dólares en una de las plataformas de arte digital, OpenSea.

A Brian Beccafico no le sorprende, y asegura que no piensa vender. “Es una de mis obras preferidas” explica con orgullo. Comprando y vendiendo sin cesar en el mercado, este joven ha ido creando un “wallet” (un portafolio ligado a una criptomoneda) con centenares de obras, en apenas dos años.

Hay otra razón por la que Beeple podía permitirse vender un tiraje de una obra suya a un dólar, recuerda Brian Beccafico: “cobra una comisión cada vez que hay una venta”. Beeple cobró una comisión por la obra vendida en 69,3 millones de dólares, y gracias a la blockchains (cadena de bloques) en las que se registran las NFT, la seguirá cobrando eternamente, mientras su propio “wallet” esté en funcionamiento.

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Las autoridades bursátiles estadounidenses califican ese mercado de auténtico “Far West”. Las estafas con criptomonedas ascendieron a 7.800 millones de dólares en 2021, y las transacciones ilegales duplicaron ese monto, según Chainalysis.

“No puedes tratar a toda la comunidad del NFT con la misma óptica”, explica a la AFP una artista malasia, mumu_thestan, de 33 años. “El público en general cree que los NFT consisten en vender una foto jpg o hacer un dibujo de un mono. Pero no es así en absoluto”, asegura.

“Los NFT han experimentado un gran proceso de transformación, primero como obras de arte pioneras, luego adaptándose a las nuevas economías y ahora son mecanismos para crear nuevas comunidades, de gente que comparte los mismos valores”, considera Andy Miah, profesor en Ciencias de la Comunicación de la universidad de Salford.

La lucha acaba de empezar

Los objetos digitales que incluyen un registro de autenticidad (NFT) se han convertido en un tema de debate en el mundo del arte y también de las grandes marcas, que quieren controlar sus derechos de imagen en internet.

La multinacional Nike presentó el pasado jueves una demanda en Nueva York contra la plataforma StockX, que había creado fichas NFT (acrónimo en inglés por los ficheros informáticos con los que se registran las obras digitales).

El mes pasado fue la marca de lujo Hermès la que interpuso en Nueva York una demanda contra el artista Mason Rothschild, que vendió en subasta 100 “MetaBirkins”, es decir, reproducciones digitales de un bolso de la marca, registradas con NFT.

¿Cuál es el futuro de esas demandas legales?

El caso Hermès es complejo, puesto que se produce en Estados Unidos, donde la creación artística es protegida por la primera enmienda a la Constitución, que estipula la libertad de expresión, explica la abogada Annabelle Gauberti, del gabinete Crefovi en París.

Gauberti recuerda un caso que aconteció hace una década, cuando la marca Louis Vuitton perdió una demanda contra un artista holandés que incluyó uno de sus bolsos en una foto con un refugiado de Darfur. En los tribunales estadounidenses y británicos “el argumento del uso artístico (de una marca) acostumbra a funcionar bien”, añade Gauberti.

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Pero en el caso del artista Mason Rothschild esa defensa podría verse seriamente afectada por el hecho de que el artista ganó decenas de miles de dólares con esos bolsos destinados al metaverso. “Su equipo jurídico tendrá que emplearse a fondo”, advirtió esta abogada.

En el caso de Nike, es un asunto directamente comercial, ya que StockX nunca pretendió que sus NFT fueran obras de arte. “Está por ver hasta dónde llega la protección [del derecho intelectual] en el mundo digital, así como las soluciones que se pueden encontrar”, explicó la abogada Danielle Garno en una nota para el blog Lexology.

¿Los NFT son obras de arte?

En una respuesta a Hermès que publicó en Twitter, Rothschild compara sus “MetaBirkins” con la célebre pintura de Andy Warhol que representa unas latas de sopa Campbell (1962). “El hecho de que yo venda arte mediante NFT no cambia el hecho de que se trata de arte”, indica. Edward Lee, que dirige un programa sobre propiedad intelectual en la facultad de Derecho de Chicago-Kent, disiente de esta comparación.

En un artículo publicado en Bloomberg Law, este especialista advierte que la marca Campbell no tenía previsto introducirse en el mundo del arte. Mientras que Hermès sí podría estar interesada en vender artículos digitales, mediante sus propios NFT.

Un NFT no es algo tangible, sino un fichero informático, una prueba de autenticidad que sus defensores aseguran que es indestructible, puesto que son ristras de números y letras que son inscritos en servidores informáticos. “Mucha gente cree que cuando se habla de NFT el contenido está dentro de la ficha, pero no es así”, recuerda Primavera De Filippi, coautora del libro “La cadena de bloques y el Derecho”, en la revista Business of Fashion.

¿Las marcas pueden proteger sus creaciones?

Hermès exige al artista Mason Rothschild que destruya sus “MetaBirkins”, que la plataforma de criptoarte OpenSea aceptó retirar de la venta. Pero los problemas legales no se acaban ahí, puesto que las personas que ya pagaron miles de dólares por uno de esos bolsos digitales, ¿podrán venderlos luego? “En términos de derecho, es el salvaje oeste”, resume Gauberti.

La única solución es que las marcas creen sus propios NFT. Eso fue lo que hizo Nike al comprar la empresa RTFKT, especializada en la concepción de zapatillas de deporte virtuales, en diciembre pasado. “El ataque es la mejor defensa”, aconseja Gauberti. “Pero por el momento esas marcas aún dudan, porque lo esencial de su actividad siguen siendo los productos materiales, y esperan a ver si el metaverso arrancará”, indica.

Fuente: AFP.

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