Viena, Austria. AFP.
El año 2020 iba a estar dedicado en Viena al 250° aniversario del nacimiento de Ludwig van Beethoven, pero en la capital mundial de la música asediada por el nuevo coronavirus los habitantes están confinados en sus casas y las salas de espectáculo cerradas y en silencio.
“Ordinariamente, la Ópera Estatal de Viena es un hormiguero donde actúan 1.000 personas”, explica el director Dominique Meyer, sin ocultar la emoción. “Ahora el lugar está en silencio y emocionalmente es muy difícil”, agrega. En tiempos normales en Viena, ciudad impregnada de pasajes de Mozart, la música se respira. Los festivales se encadenan y siempre hay un concierto o una opereta para escuchar y admirar.
Pero la temporada musical se interrumpió bruscamente hace un mes cuando las primeras medidas de confinamiento para frenar la pandemia obligaron a cerrar las salas de concierto de las grandes instituciones musicales. “Viena ofrece una agenda cultural comparable a la de una metrópoli de 5 millones de habitantes, cuando tiene solamente 1,8 millones”, dice el director de la Oficina de Turismo, Norbert Kettner.
“Esto es lo que atrae a las tres cuartas partes de los 8 millones de visitantes anuales”, señala, al punto que el número de turistas ha aumentado un 62% en los últimos diez años. En las tres óperas y dos salas de conciertos generalmente se congregan unas 10.000 personas cada noche bajo el dorado de estos templos de música, siempre llenas. Para la ciudad de los valses felices compuestos por la dinastía musical de los Strauss, el freno brutal de la maquinaria cultural augura una catástrofe financiera sin precedentes desde 1945.
“La Ópera de Viena tiene en general una taquilla de unos 131.000 euros diarios”, señala Meyer. “Es un pulmón económico vital que llena seis o siete hoteles y los restaurantes de la zona al final de los espectáculos”, apuntó. Ahora todo está paralizado y los más perjudicados son los propios artistas.