- POR CARLOS M. GIMÉNEZ.
- Periodista cultura@gruponacion.com.py,
Variety, The Hollywood Reporter, El Mundo, y más críticos, son seducidos por la ópera prima de Marcelo Martinessi, "Las herederas", que se estrenó el último viernes, y más de uno opinó que no se irá sin algún premio del 68° Festival de Berlín. El drama de 97 minutos, hablado en castellano con algunos diálogos en guaraní, marca el histórico debut del cine paraguayo tras la caza del prestigioso Oso de Oro. El próximo sábado se sabrá el veredicto.
Cinco años pasaron desde la primera escritura de guión hasta el aclamado estreno en Alemania. Martinessi describe cómo construyó su obra.
–¿Por qué se da una conexión tan especial con el Festival de Berlín?
–Esta es mi quinta Berlinale. Estuve antes presentando "Karai Norte" en Berlinale Shorts (2009), presentando "Calle Última" en Generación (2011), una vez en el Talents (2012) y una vez en DocStation (2013). Es un festival que me gusta mucho y con el que siempre me sentí muy conectado.
–¿Quiénes te acompañarán en Alemania?
–Estamos en Berlín con el productor Sebastián Peña y las tres actrices principales: Ana Brun, Margarita Irún, Ana Ivanova. Nos acompañan además el director de arte paraguayo Carlo Spatuzza, el director de fotografía franco-venezolano Luis Arteaga; uno de los directores de sonido, el brasilero Fernando Henna junto con el mezclador Ariel Henrique. También está el montajista Fernando Epstein y todos nuestros coproductores de Alemania, Francia, Noruega, Brasil y Uruguay. Somos un equipo grande.
–¿Cómo te topaste con la historia de Chiquita y Chela? ¿Su historia está vinculada a un momento o aspecto particular de la historia paraguaya?
–Es imposible hablar de cine en Paraguay sin ser conscientes de las décadas de oscuridad, de toda una época en la que aquí no existió la posibilidad de filmar. Mientras Latinoamérica narraba sus historias en la pantalla grande, mi país permanecía invisible. Más allá de obras puntuales como el mediometraje "El pueblo" (Carlos Saguier, 1969) es muy poco lo que se ha podido producir. Por eso, empezar a construir una cinematografía propia es para nosotros un desafío vital.
Al escribir la historia de Chela (Ana Brun) y Chiquita (Margarita Irún) me di cuenta que estaba intentando dialogar con esos años de oscuridad y con una sociedad que no quiere cambiar, que prefiere permanecer escondida, aferrada a su propia sombra.
El más reciente golpe de estado (2012) hizo evidente que siempre hubo un romance entre nuestra burguesía y los regímenes autoritarios. Y no hablo sólo de aquellos personajes fuertes que moldearon su tiempo con botas y rifles hasta fines de los '80. Estos otros, que ahora se dividen los beneficios de la corrupción y del narcotráfico, también necesitan de los mismos miedos, del mismo silencio. Personalmente, me interesa la vida cotidiana que hay al margen de esos espacios de poder, incluso dentro de la clase dominante. Y quizás me costó situar a "Las herederas" en un momento específico de la historia, porque esa sensación de vivir en una cárcel gigante no ha cambiado demasiado. Y esta es, más que nada, una película de encierros.
–¿Cuál fue tu inspiración para la película?
–Me crié en un mundo marcado por mujeres: madre, hermanas, abuelas, tías, vecinas. Sabía que mi primer largo iba a meterse en ese universo femenino que admiro más aun desde que empecé a ver las películas de Rainer Werner Fassbinder.
Una de mis tías tenía siempre con ella una bandeja, igual a la que se ve en la película. Allí estaban el agua con gas, el agua sin gas, el café, alguna libreta pequeña, el rosario, las pastillas. En el ejercicio de acercarme a un personaje de ficción, quise trabajar con una bandeja similar, como guía para ir pensando los gustos y manías de la protagonista, pero también para entender sus límites. La bandeja se torna en el modo de relación con su entorno inmediato, a partir de esa contradicción entre comodidad y control que es fundamental en el personaje.
Hay un escritor paraguayo, Gabriel Casaccia, que es quizás mi influencia más fuerte al procurar un retrato de la burguesía paraguaya. Su primera novela surge en los años 50, cuando nuestra literatura sólo narraba a héroes. Sin embargo, él se anima a quitar al hombre paraguayo sus oropeles y entregarle a cambio su humanidad.
Algo parecido se viene haciendo con la mujer paraguaya, a través de la construcción de un imaginario que la coloca en el lugar de heroína de las guerras y reconstructora. Y es muy peligroso cuando se pretende que ese sea el único lugar. Porque es una trampa que apunta a moldear su rol en la sociedad del presente. Sinceramente, creo que muchas mujeres no quieren ni deben llevar tanta carga, se merecen la oportunidad -que se nos da naturalmente a todos los hombres- de ser un poco irresponsables.
–¿Podés decirnos más sobre el entorno social de la película, las familias burguesas de las que descienden ambas mujeres?
–Creo que lo peor de un régimen que protege y a la vez reprime es que produce individuos para quienes se vuelve imposible escapar de esa lógica. Paraguay es uno de los países más desiguales del mundo, y estas mujeres pertenecen a esa clase protegida/privilegiada que tiene asegurado el techo y la comida. Pero la película las encuentra en un momento en que empiezan a perder esas seguridades y ellas mismas no hallan forma de adaptarse a otra realidad. La protagonista sigue necesitando tener su auto de marca, su sirviente, sus pequeños lujos. Y aunque el auto sea viejo o la sirviente no sea tan preparada como las que tuvo antes, ella hace todo lo que puede para que su vida siga siendo la misma. Por eso ese pequeño proceso de tener un trabajo y ganar dinero la coloca en otro lugar y surge el deseo como un territorio nuevo, casi desconocido, pero lleno de posibilidades.
–Mostrás un universo femenino donde los hombres están casi completamente ausentes. ¿Cuál es tu punto de vista y tu posición en este mundo?
–Crecí en una sociedad donde había solo una forma de ser hombre, moldeada por los militares y la Iglesia católica. Esto no deja mucho espacio para moverse, entonces uno crece embretado entre identidades prestadas. Creo que uno de los graves problemas de las sociedades tan machistas como la paraguaya, es que se espera que el hombre tenga todas las respuestas. Y no nos enseñan del enorme placer de tener interrogantes, de hacernos preguntas.
– ¿Cómo fue el proceso del guion?
–El punto de partida se basa en universos, personas y situaciones que me son familiares, sin embargo al escribir un guión, necesariamente, uno se va alejando de eso que conoce y encontrando caminos propios. El primer borrador del guión lo escribí durante mi tiempo de becario del programa 'Cinefondation – La Residence' (2014) que es una iniciativa del festival de Cannes, donde te dan un espacio de vivienda y trabajo en París, a más de un salario. Eso pemite focalizarse de lleno en el proyecto.
–¿Cómo encontraste a tus actrices?
–Más que un casting en sí, yo hablo con las personas, las conozco mejor y descubro si podré o no trabajar con ellas. Este proceso fue crucial para "Las herederas". Necesitábamos mujeres que pudieran moverse, hablar y relacionarse de forma natural con ciertos códigos sociales que son difíciles de imitar. Así que no quería que las actrices interpretaran personajes lejos de quiénes son. Mi papel era guiarlas a través de situaciones específicas y juntos descubrir a esta nueva mujer, que estaba dentro de cada una de ellas y hacerla salir. Sé muy poco sobre métodos de actuación y tengo inseguridad de trabajar con ellos. Por eso, lo que más quería era llegar a conocer mejor a las actrices y ensayar tanto como fuera posible. Más por mi propia necesidad que por la de ellas.
Descubrí que las tres actrices principales tenían algo en común, cuando vinieron a vernos. Estaban abiertas a nuevos desafíos. Y para un director, esos momentos en la vida de un actor están llenos de una intensidad con la que es muy interesante trabajar.
–Contás la historia de mujeres mayores. ¿Podés decirnos más sobre este apego personal a una etapa de la vida que aún no experimentaste?
–Nací en los años '70 en Paraguay. Soy hijo de una generación perdida. El militar que asume el poder absoluto del país en 1954, promueve el culto a su personalidad, prohíbe libros, tortura y asesina a jóvenes o los envía al exilio. Entonces nuestros padres, los que se quedaron en el país, tuvieron que pasar su juventud bajo la sombra de un régimen que no les permitió ser. Sus mejores años han sido coloreados por el miedo. Y una generación, naturalmente, tiende a reproducir sus valores y sus formas.
Estas mujeres, sin ser culpables, son producto de un tiempo que creíamos que se había acabado. Pero la historia reciente nos muestra que no es así. Por eso me interesa verlas, explorar ese universo que en muchos sentidos para mí sigue siendo un misterio.
–¿Qué se puede comentar sobre la banda sonora?
–Trabajamos sólo con música preexistente a partir de radios encendidas, un karaoke o algún tema que se mete a lo lejos, en el sonido directo. La idea era poder -en ese sentido- estar siempre en la escena. Lo que sí hay y que superó mis expectativas es un gran trabajo del equipo de sonidistas que le da mucha fuerza a la película.
–¿Qué esperás que “Las Heredera”” deje en el público?
–Siempre vamos querer conocer las reacciones de la crítica y del público, nos interesa saber si acompañan lo que proponemos. Pero para nosotros lo más importante es sentir que hicimos una película honesta, enmarcada en el cine que creemos y que queremos seguir haciendo.
PERFIL
Nacimiento: Asunción, 1973
Formación: Universidad Católica, London Film School, New York Film Academy, Casa América de Madrid, Berlinale Talent Campus, Berlinale DocStation, Locarno Summer Academy
Cortos: "Karai norte" (2009), "Calle última" (2010), "El baldío" (2012), "La voz perdida" (2016)
Sitio: www.lababosacine.com