• París, Francia. AFP.

El fotógrafo brasileño Sebastiao Salgado, conocido por sus grandes imágenes en blanco y negro de la Amazonía o de algunos conflictos del mundo, murió este viernes en París a los 81 años, informó su familia y la Academia de Bellas Artes francesa. “Recibimos una noticia muy triste (...) la muerte de nuestro compañero Sebastiao Salgado, si no el más grande, uno de los más grandes y mejores fotógrafos que el mundo ha dado”, reaccionó el presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva.

La Academia de Bellas Artes de Francia, de la que Salgado era miembro desde 2016, anunció su deceso en la red social X y lo describió como un “gran testigo de la condición humana y del estado del planeta”. Su familia también confirmó su fallecimiento y detalló a AFP que “contrajo una forma particular de malaria en 2010, en Indonesia, en el marco de su proyecto Génesis”, el libro que publicó en 2013.

“Quince años más tarde, las complicaciones de esta enfermedad derivaron en una leucemia grave que le pasó factura”, añadió en un comunicado.

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“A través del objetivo de su cámara, Sebastião luchó incansablemente por un mundo más justo, más humano y más ecológico”, continuaron sus familiares.

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El artista tenía previsto inaugurar el sábado en Reims, en el noreste de Francia, una exposición de dibujos de su hijo Rodrigo, de 45 años y portador del síndrome de Down, informó a AFP la agencia encargada de promover la muestra.

Nacido el 8 de febrero de 1944 en la localidad rural de Aimorés, en el estado de Minas Gerais (sureste), Salgado tenía también la nacionalidad francesa. Se exilió al país europeo en 1969 para huir de la dictadura militar con su futuro esposa, Lelia Wanick, con quien tuvo dos hijos.

“Espejo de la sociedad”

Desde Ruanda a Guatemala, pasando por Indonesia y Bangladés, el brasileño documentó hambrunas, guerras, éxodos y explotación laboral en el tercer mundo. En los últimos años centró su trabajo en la protección de la naturaleza, aunque ya en 1998, había formado junto a su esposa el Instituto Terra.

El objetivo era regenerar los bosques y la biodiversidad desaparecidos debido a la deforestación, un exitoso proyecto al que hasta en 2022 se habían sumado unos 3.000 propietarios de tierras.

Comprometido con la causa climática, fue un crítico feroz del expresidente ultraderechista Jair Bolsonaro (2019-2022) por su política de abrir la Amazonía a actividades como la agricultura y la minería.

Las fotografías de Salgado se publicaron en la prensa internacional y en revistas como Life o Time, y fueron objeto de innumerables libros y exposiciones, sobre todo en París, donde vivió gran parte de su vida.

Fue, de hecho, en la capital francesa donde comenzó su carrera como autodidacta en 1973, trabajando sucesivamente para las agencias Sygma, Gamma y Magnum hasta 1994.

Junto con su esposa, fundó entonces Amazonas Images, una agencia dedicada exclusivamente a su trabajo, que se convirtió en su estudio.

El artista veía en la fotografía “un poderoso lenguaje para intentar establecer una mejor relación entre el hombre y la naturaleza”, recordó la Academia de Bellas Artes francesa en su biografía.

En una entrevista con AFP en Londres en abril de 2024, afirmó que la fotografía era “el espejo de la sociedad”.

El fotógrafo, de formación economista, trabajó casi exclusivamente en blanco y negro. Lo consideraba tanto una interpretación de la realidad como una forma de transmitir la dignidad irreductible de la humanidad.

Salgado recibió prestigiosos galardones, como el Príncipe de Asturias y el Premio Internacional de la Fundación Hasselblad. También fue protagonista del documental nominado al Óscar “La Sal de la Tierra”, de Wim Wenders, en el que se relató sus viajes a lugares tan lejanos como el Círculo Polar Ártico y Papúa Nueva Guinea, que alimentaron su libro “Génesis” (2013).

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El fotoperiodismo elevado al arte

El fotógrafo brasileño Sebastiao Salgado, fallecido este viernes a los 81 años, inmortalizó durante cinco décadas lo mejor y lo peor del planeta: desde los remotos tesoros naturales hasta las calamidades humanas, con un estilo inconfundible que alió belleza con compromiso.

Autodidacta, Salgado, que tenía también la nacionalidad francesa, deja un icónico testimonio de centenares de viajes, publicado tanto en grandes revistas como “Life” y “Time”, como exhibido en museos de capitales como París, donde residió buena parte de su vida.

Desde Ruanda a Guatemala, pasando por Indonesia y Bangladés, el brasileño documentó hambrunas, guerras, éxodos y explotación laboral en el Tercer Mundo con la mirada empática y no condescendiente “de quien viene de la misma parte del mundo”, solía decir.

Su universo en blanco y negro, de estética elegante, también fue una celebración de los paisajes más bellos, como los ‘ríos voladores’ de la Amazonía, y a la vez un aviso de la necesidad de protegerlos ante la emergencia climática.

Salgado recibió prestigiosos galardones, como el Príncipe de Asturias y el Premio Internacional de la Fundación Hasselblad y fue protagonista del documental nominado al Óscar “La Sal de la Tierra”, de Wim Wenders, sobre sus periplos a lugares recónditos como el Círculo Polar Ártico y Papúa Nueva Guinea, que alimentaron su libro “Génesis” (2013).

África, Reagan y minas

Nacido el 8 de febrero de 1944 en la localidad rural de Aimorés, en el estado de Minas Gerais (sureste), Salgado se crió junto a siete hermanas en la finca propiedad de su padre, ganadero. De su infancia en una tierra donde visitar a un allegado requería días de trayecto, decía haber aprendido la paciencia, primordial para un fotógrafo que debe saber esperar “la fracción de segundo” que busca captar.

Empezó Derecho, pero en seguida saltó a Economía, cuyo máster obtuvo en la Universidad de Sao Paulo. Militante de izquierdas, se trasladó en 1969 a Francia huyendo de la dictadura en Brasil, junto a la que sería su compañera de vida, Lelia Wanick.

Empleado en la Organización Internacional del Café, el brasileño viajaba a menudo a África, donde empezó a fotografiar, después de probar por primera vez en 1970 una cámara que Lelia había comprado.

“Me di cuenta de que las instantáneas me producían más placer que los informes económicos”, confesó.

Salgado descartó entonces una suculenta oferta laboral del Banco Mundial en Washington para entregarse a la fotografía. Entre tanto, Lelia criaría prácticamente sola a sus dos hijos, Juliano Ribeiro y Rodrigo, nacido con síndrome de Down.

África, donde se sentía “como en casa” por su peso cultural en Brasil desde los tiempos de la esclavitud, fue objeto de sus primeros reportajes sobre sequías y hambrunas en países como Níger y Etiopía, lo que le abrió la puerta de la legendaria agencia Magnum en 1979.

Con esta, fue por una vez fotógrafo de una ‘breaking news’ mundial: el intento de asesinato de Ronald Reagan en 1981, que presenció cuando cubría un acto del presidente en un hotel: tomó 76 fotos en 60 segundos.

Pero fue su primer libro, “Otras Américas” (1984), retrato de pueblos indígenas, lo que hizo despegar su fama, consagrada dos años después con las fotos de Serra Pelada (Brasil), la mayor mina de oro del mundo a cielo abierto, donde durante 35 días convivió con miles de hombres cubiertos de lodo y en condiciones inhumanas.

Siguió otra obra antológica, “Éxodos” (2000), sobre migraciones forzadas en 40 países. Algunas voces le acusaron de hacer “estética de la miseria”, pero Salgado las ignoró, manteniendo la fe en su trabajo.

Bolsonaro en la mira

Antes de disparar “hay que estar ligado al fenómeno”, explicaba Salgado, justificando el tiempo pasado con sus sujetos, a los que retrataba con las tres cámaras Leica que llevaba colgando alrededor del cuello.

La fotografía es “una forma de vida. Corresponde a mi ideología (...) mi actividad humana y política, va todo junto”, confesó a la AFP en 2022, al presentar en Sao Paulo su exposición “Amazonía”, fruto de un trabajo de siete años en la mayor selva tropical del mundo.

Comprometido con la causa climática, Salgado fue un crítico feroz del presidente ultraderechista Jair Bolsonaro (2019-2022) por su política de abrir la Amazonía a actividades como la agricultura y la minería.

En su estado natal, fundó además el Instituto Terra para regenerar los bosques y la biodiversidad desaparecidos debido a la deforestación, un exitoso proyecto al que hasta en 2022 se habían sumado unos 3.000 propietarios de tierras. Preguntado por lo aprendido a lo largo de su periplo planetario, Salgado resumió en 2016: “Que existe una cosa artificial que se llama fronteras. En todas partes, vi al mismo ser humano. El extranjero no existe”.

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