Por David Sánchez, desde Cannes (Francia), X: @tegustamuchoelc (*)

En “L’histoire de Souleymane”, presentada en la sección “Una cierta mirada” del Festival de Cannes 2024, el director francés Boris Lojkine nos sumerge en una exploración íntima y desgarradora de la vida de los inmigrantes en Francia. La película narra las tensiones y tribulaciones de Souleymane, un joven guineano que lucha por obtener asilo en un país que promete oportunidades pero que se revela como un laberinto de precariedad y explotación.

La trama sigue a Souleymane (interpretado por Abou Sangare) durante los dos días previos a su crucial entrevista para obtener la residencia legal. Souleymane, quien llegó a París en busca de un futuro mejor, se encuentra atrapado en la economía de los trabajos temporales, subcontratando su trabajo de repartidor a través de una cuenta de aplicación de entregas que no está a su nombre. Esta situación refleja la brutal explotación que sufren muchos inmigrantes, exponiendo la cara más despiadada de la modernidad: un sistema que se beneficia de los más vulnerables mientras estos luchan por una migaja de estabilidad.

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La película se inscribe en la tradición del cine realista con resonancias sociales, siguiendo la línea de los hermanos Dardenne, y captura la esencia de la vida migrante con una autenticidad inquietante. Lojkine, junto con la coguionista Delphine Agut, nos transporta a un París vibrante y caótico, donde Souleymane pedalea incansablemente bajo la lluvia o el sol, lidiando con las interminables demandas de un trabajo que apenas le permite sobrevivir. Esta lucha constante se convierte en una alegoría de la vida misma, vista desde la compasión por la dureza de su situación o desde la fascinación por su resiliencia al haber llegado a París.

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La interpretación de Abou Sangare es magnética y auténtica, infundiendo a su personaje una mezcla de determinación y vulnerabilidad que resuena profundamente. Sin embargo, la técnica de cámara en mano, aunque efectiva para capturar el agotamiento físico y la presión psicológica de Souleymane, comienza a sentirse repetitiva y carente de innovación en el cine actual. Este enfoque visual, complementado por un diseño de sonido envolvente, nos sumerge en la frenética y a veces desesperante vida del protagonista.

La tensión narrativa se amplifica por la necesidad de Souleymane de preparar una historia convincente para su entrevista de asilo, una historia fabricada por un “entrenador” de inmigrantes que cobra por sus servicios. Esta trama secundaria resalta el cinismo de un sistema donde la verdad es un lujo que pocos pueden permitirse, y la supervivencia depende de la habilidad para manipular la realidad a favor propio.

Lojkine evita simplismos y juicios morales fáciles. En su lugar, ofrece una exploración matizada de un sistema complejo donde la explotación y la compasión coexisten, a menudo en las mismas personas. Los personajes secundarios, como el dueño de la cuenta de entrega y el “entrenador” de inmigrantes, no son simplemente villanos; son individuos que también navegan sus propias dificultades y limitaciones, buscando formas de sobrevivir en un entorno hostil.

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El filme culmina en la tensa entrevista de asilo, donde la actuación de Nina Meurisse como la funcionaria añade una capa adicional de complejidad emocional. La quietud y la intensidad de esta escena final contrastan poderosamente con el dinamismo y la agitación de las escenas anteriores, subrayando la gravedad de la situación de Souleymane y la incertidumbre de su futuro.

El film sirve como un comentario profundo sobre las condiciones de la migración y la precariedad en la era contemporánea. La película nos invita a reflexionar sobre la humanidad compartida y las injusticias sistémicas, recordándonos que detrás de cada historia de inmigración hay un ser humano luchando por dignidad y esperanza.

* David Sánchez es un periodista franco español afincado en Toulouse, centrado especialmente en cine iberoamericano, miembro de la crítica internacional Fipresci. Sitio: https://www.tegustamuchoelcine.com.

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