Esclava, bruja, prostituta o madre: la representación de la mujer en el arte delata una misoginia histórica que aborda el Museo del Prado de Madrid en una exposición entonando el mea culpa.

Inaugurada a principios de octubre y programada hasta marzo, “Invitadas” desvela “una ideología, una propaganda de Estado sobre la figura femenina”, explica a la AFP Carlos Navarro, comisario de esta exposición, la primera del museo tras el confinamiento.

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Pinturas, esculturas, fotografías o vídeos de entre 1833 y 1931 componen esta muestra “sobre mujeres, ideología y artes plásticas en España”. Unos “fragmentos” históricos que evidencian el “pensamiento burgués que quiere validar el papel que le da la sociedad a la mujer”, continúa Navarro.

El Prado, una de las mayores pinacotecas del mundo con dos siglos de historia, se reconoce corresponsable de esta misoginia con esta muestra con propósito de enmienda. La institución reconoce que existía una discriminación hacia las artistas femeninas, pero también en la forma de representar a la mujer en las obras adquiridas por el Estado y expuestas por el museo en esa época.

Misoginia

Este sexismo que desprenden las obras pintadas por hombres conforma la primera parte de la exposición, donde descubren que ellas raramente son protagonistas y quedan relegadas a simples decorados o accesorios alrededor del hombre. Y cuando ocupan el primer plano, suele ser en contra de su voluntad, como en el caso de una bohemia maltratada y excomulgada en un lienzo de Antonio Fillol Granell de 1914 titulado “La rebelde”.

También hay prostitutas con rostros fatigados en numerosas pinturas u otra que suplica a su madama bajo la indiferente mirada de un cliente que fuma una pipa al fondo de una sórdida habitación (“La bestia humana”, Antonio Fillol Granell, 1897).

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O modelos obligadas a posar desnudas, llorando, en una época donde “no había límites en la edad o la violencia del desnudo”, explica Navarro ante niñas desnudas que miran con desprecio al público (“Crisálida” en 1897 e “Inocencia” en 1899 de Pedro Sáenz Sáenz) o la imagen de una esclava encadenada (“Esclava en venta”, José Jiménez Aranda, 1897).

Algunas obras emplean una misoginia más discreta, como “Soberbia” (1908) de Baldomero Gili, con una elegante mujer cuya vestimenta se confunde con el plumaje de un pavo real situado detrás suyo.

Camuflado con una estética elegante, era habitual representar mujeres con ciertos atributos como el pavo real, símbolo de la vanidad, para encarnar los supuestos defectos del género femenino. El visitante también podrá contemplar la escena censurada de la película muda “Carmen” (1913), cuando el rostro de la protagonista se enciende con pasión cuando un hombre le mordisquea la espalda.

Polémica

El Prado también recupera decenas de obras pintadas por artistas a quienes la historia no situó en el lugar que merecían: muchos bodegones pero pocos retratos, que solían estar reservadas para autores masculinos. Según el comisario, la exposición recorre los deslices de una época que no supo apreciar a maestras como Rosa Bonheur o María Antonia Bañuelos, por ejemplo. Subestimada por sus coetáneos, las obras de esta última se encuentran todas en el extranjero ahora mismo.

Antes incluso de su inauguración, la iniciativa se vio envuelta por la polémica por las críticas de algunos grupos feministas. También tuvieron que retirar una obra atribuida falsamente a una mujer cuando había sido pintada por un hombre.

La red de investigación en arte y feminismo (RAF) denunció que “la misoginia decimonónica sigue proyectándose sobre las piezas de estas artistas bajo el pretexto de su recreación histórica”, mientras que el observatorio Mujeres en Artes Visuales (MAV) criticó el título de la exposición, viendo una “ocasión perdida” de luchar contra el machismo. Su comisario despacha estas críticas como una “polémica inducida por historiadoras y sobre todo por críticas de arte contemporáneas que esperaban formar parte del proyecto”.

Fuente: AFP.

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