Cannes, Francia | AFP, por Anna PELEGRI.
“Carmen y Lola” se presentó este martes en Cannes con todos los ingredientes para triunfar: delicada, sensible, la cinta de la española Arantxa Echevarría relata la historia de dos adolescentes lesbianas que luchan por vivir su amor en la cerrada comunidad gitana.
La ópera prima de esta cineasta, única española seleccionada en el Festival de Cannes al margen del veterano Jaime Rosales (“Petra”), fue proyectada en la Quincena de Realizadores.
Pero llegar hasta ahí fue un camino plagado de obstáculos. Tampoco escogió el más fácil. Echevarría quiso contar con actrices no profesionales gitanas y rodar en el seno de esa comunidad. Lo primero le llevó años y lo segundo le costó que la llamaran “endiablada” por la calle.
Y es que en una comunidad sin tradición cinematográfica, donde la homosexualidad es tabú y de cuyas jóvenes solo se espera que no estudien y se casen cuanto antes, su proyecto cayó como una bomba en el barrio gitano donde fue rodada, en el extrarradio de Madrid.
- Pregunta: La idea de la película surge con la primera boda entre mujeres gitanas en España en 2009. Se presentaron ante la prensa ocultando su identidad porque eran rechazadas por su comunidad. ¿Por qué le atrajo esta historia?
- Respuesta: Por ser mujer y cineasta. Tengo la capacidad de contar historias y de ser el altavoz de ciertas cosas que me parecen que no están bien. Tengo que ser solidaria con nuestro género. Mis cortos también son así: “Yo, presidenta” o “De noche y de pronto”, nominado a los Goya, sobre los miedos femeninos.
- P: ¿Cómo dio con Zaira Romero (Lola) y Rosy Rodríguez (Carmen), número 897 en el cásting?
- R: Fue muy complicado. Busqué en asociaciones gitanas, de LGBT... Luego me metí en internet, en los chats lésbicos. Estuve un mes chateando como “Gitana guapa”. Dos años después, conseguí un círculo de confianza con unas 15 chicas, pero cuando les propuse participar en la película me dijeron que no (por miedo a las repercusiones, ndlr). Al final hicimos un cásting con 1.000 gitanas y dimos con ellas, aunque son heterosexuales.
- P: ¿Cómo cree que va a ser acogida la película entre el círculo de las dos protagonistas?
- R: No lo sé, tengo cierto temor respecto a la comunidad. Sus padres están al corriente, yo les pedí permiso y hablé mucho con ellos. Pero es que incluso verlas fumando en el rodaje era terrible para los gitanos presentes en el lugar.
- P: Después de ser proyectada en Cannes, su película fue comparada de inmediato con la francesa “La vida de Adèle”, Palma de Oro de 2013, también sobre una pareja de jóvenes lesbianas.
- R:¡No tiene nada que ver! Por ejemplo, en “Carmen y Lola” no hay apenas escenas de sexo. Hablando del primer amor y del romanticismo, el sexo me sobraba. No iba a a crear un morbo. Quería dar visibilidad a unas mujeres que viven a escondidas y no tienen voz.
- P: La película destaca la historia humana, por encima de cualquier mensaje militante.
- R: Mi intención era ser equilibrada. Los gitanos son una comunidad minoritaria apabullada por los ‘payos’ (no gitanos). Quería tratar el tema con respeto y pudor, mostrar y que el espectador hiciera sus cábalas. Quería evitar que me trataran como una paya condescendiente.
- P: ¿Cuál es su secreto por haber contado una historia de forma tan delicada?
- R: Está hecho con todos mis recuerdos de mi primer amor, de las sensaciones que experimenté. Cuando te hablaban y te temblaban las piernas. Todos hemos sentido lo mismo. Aunque yo no tuve ningún problema en mi entorno.