El conflicto en el Medio Oriente entre Israel e Irán va más allá de esa zona de pródigos recursos naturales con problemas de larga data, donde especialmente la población civil se ve muy afectada. Se está ante un escena­rio bélico que además de ser de orden militar también es económico y de alcance mundial.

Es de señalarse para una mejor compren­sión del tema que este enfrentamiento bélico donde incluso países europeos y el mismo Estados Unidos empiezan a involu­crarse en términos militares, ya sea indi­recta o directamente, se relaciona con un área específica donde aparece un lugar lla­mado el Estrecho de Ormuz, estratégica zona geográfica por el que transita más de una cuarta parte del comercio mundial del petróleo y del gas natural, ambos combus­tibles fósiles generadores de energía eléc­trica, y de enorme importancia para mover la maquinaria industrial.

El estrecho de Ormuz es controlado por Irán debido a que es el país que más costa tiene sobre esta zona que conecta el golfo Pérsico con el Golfo de Omán y el mar Ará­bigo. Y de continuar la escalada de ata­ques entre ese país e Israel, la amenaza que parecía al comienzo mínima, en este momento, está volviéndose en una ame­naza para la economía mundial que podría desembocar en una crisis energética pla­netaria con los precios del petróleo conti­nuamente al alza.

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De hecho, la simple amenaza a la pro­ducción y al comercio en general es para tomarlo en cuenta y más aún cuando hace­mos mención a un tema como el que nos estamos refiriendo. Se vienen prendiendo las alertas de incertidumbre con sus deri­vaciones en las cadenas de valor.

La sola interrupción parcial en la provisión de petróleo ya es un problema y si fuera total y permanente, la cuestión pasaría de castaño a oscuro. Estamos en la principal ruta marítima del mundo, donde incluso la misma China continental depende en más del 50 por ciento del petróleo que pasa por el estrecho de Ormuz.

Este escenario bélico en Medio Oriente se volvió un tema de seguridad energética para las naciones. Estamos ante inmi­nentes consecuencias para las economías tanto de los países cercanos como los dis­tantes de esa zona. Los temores de una cri­sis de energía no son infundados. La nota­ble disminución en el comercio sobre todo del petróleo como su interrupción por un tiempo acarrean efectos dañinos de fuerte impacto sobre la calidad de vida de las per­sonas empezando por los que más cerca se encuentran del foco de batalla.

Si vamos a lo que atañe a nuestro país, de persistir esta conflagración las consecuen­cias se darán en los precios de los com­bustibles con consecuencias previsibles sobre nuestra economía. Buena parte de los productos que utilizamos provienen de la importación. Así el precio no solo de los combustibles, sino también de los insumos de capital, terminarán por afectar a nues­tros commodities, como la soja y otros, dado que para la producción y el comercio de la misma se involucran la compra venta de semillas, maquinarias, el uso del trans­porte y otros. Si a esto le sumamos que los precios de los commodities podrían caer en el mercado internacional, entonces el ingreso de divisas al país se vería mermado con el alza de la cotización dólar/guaraní.

Ante los shocks externos, en Paraguay tenemos suficientes motivos para mostrar­nos confiados pero atentos. Contamos con un soporte firme debido al orden macro­económico estable y las debidas reservas monetarias, además de energía renova­ble y limpia, motivos por los que estamos mejor preparados que muchos países para enfrentar escenarios como los de Medio Oriente que deseamos se resuelvan pronto para bien de todos.

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