La cantidad de acontecimientos como desapariciones, abusos de menores, violencia contra las mujeres denunciados ante los organismos pertinentes, lastimosamente nos sigue desafiando como Estado al planteo de soluciones más tangibles contra estos males.
Los desafíos tienen que apuntar al fortalecimiento de las familias, que son la base de la sociedad que todos aspiramos.
Si en las familias las cosas están mal, las relaciones sufren heridas, en la sociedad también lo estarán.
Lo que ocurre en los hogares, por más íntimos y reservados que sean los problemas, es infalible su repercusión en la sociedad. Es por ello que el Estado en su conjunto, incluyendo a la ciudadanía, debe intensificar estrategias que busquen una mayor solidez de las familias.
La intolerancia, la casi nula paciencia, las dificultades en la calidad de vida aspiracional y el despojo de muchos valores en un contexto en el que las redes sociales avasallan con tendencias de vidas sin moderación, sorprenden a muchos y no todos tienen posibilidades para la inserción a las mismas.
Estamos siendo testigos de atrocidades, producto de relaciones desmoralizadas, disociadas del respeto y el valor de la vida. En este mismo contexto, surgen confusiones con las que fácilmente se direccionan responsabilidades políticas exigiendo intervenciones institucionales, buscando culpables o exhortando la aparición de soluciones mágicas, que son imposibles mientras no se recupere la salud de las familias.
Lo sucedido en estos días con el caso de la joven de Coronel Oviedo de nombre María Fernanda cuya triste historia todos conocemos generó un amplio debate en los diferentes poderes del Estado y que esperemos propicien planes más concretos en el combate a la violencia, pero principalmente del fortalecimiento familiar.
El suceso fatal descubierto después de un par de días de desaparición fue perpetrado de manera monstruosa, se constituye en uno de los tantos casos de violencia dentro de nuestras estadísticas. Detrás del mencionado desenlace que conmovió al país entero existen cientos de tristes realidades.
Precisamente a inicios de este mes de junio se difundían informes de la existencia de casi 1.000 denuncias de desapariciones solo en lo que va del año, de las cuales más de la mitad no están resueltas.
Los registros oficiales indican que normalmente y dentro de los motivos más comunes de huida del hogar están las desavenencias en el seno familiar. “Encontramos casos de que se enojan con el papá por un tema típico de la adolescencia. Y también el tema de las adicciones y todo lo que tiene que ver alrededor de eso”, subrayaron desde el departamento de búsqueda y localización de personas de la Policía Nacional.
Un docente hacía un comentario crítico en estos días sobre la permisividad de los padres, que constituye de cierta forma una perspectiva sobre la situación desde un sector que administra todo tipo de realidades sociales.
Los índices de violencia son más que dignos de atención. Un informe emitido por la dirección de Clínica Forense del Ministerio Público indica que en los primeros cuatro meses del 2025 fueron realizados 646 exámenes médicos a víctimas de abuso sexual. Del citado número, 516 son niños y niñas de entre 1 y 14 años de edad, es decir, representan el 80 % de las víctimas de abuso sexual.
A estos se suma también la violencia contra las mujeres y viceversa en algunos casos. Violencia entre adolescentes sea en escuelas o sitios de ocio, etc., etc. El universo de sucesos es amplio y además complejo, pero impostergable en el tratamiento de raíz.
Las razones a las que se atribuyen los distintos tipos de violencia son inmensas, pero ello no implica que se justifiquen. El Estado tiene que trabajar incansablemente y sumar todos los esfuerzos en la recuperación de la solidez familiar, sin este factor las iniciativas que busquen erradicar o evitar hechos como lo ocurrido con María Fernanda y otros puede quedar en la nada.