El cruel asesinato de la joven María Fernanda Benítez, en Coronel Oviedo, es uno de los hechos brutales que está sacudiendo fuertemente a todo el Paraguay. No hay noticiero, relato informativo o comentario periodístico que no aborde este tema tan doloroso, que estremece la sensibilidad de todo aquel que se entera del acontecimiento.

Las conversaciones privadas o públicas se centran en ese tema. Porque golpea con fuerza los sentimientos de las familias, que tienen hijas, hijos y parientes jóvenes en quienes se proyecta el suceso lamentable de manera angustiante.

Como dicen los especialistas en el comportamiento humano, lo sucedido constituye una alarma social que se ha activado de manera brutal. Porque no se trata solo de un crimen cualquiera, sino de que un adolescente asesinó a otra adolescente de un modo desgarrador, según todos los indicios que se conocen.

No hay lugar solo para el llanto sincero, sino también para la reflexión, el análisis de la realidad y, sobre todo, para adquirir conciencia de que es necesario actuar con prontitud para cambiar las cosas de esta realidad que estamos viviendo.

Como ha escrito la especialista en sicología y neurociencia, licenciada Mariam Romero Camargo, un adolescente no se vuelve asesino de un día para otro. Por lo que lo acontecido es una alarma, un espejo brutal, un grito social. Afirma que se necesita dejar de mirar solo el horror para ver lo que antecede, porque un crimen no surge de la nada.

“Un adolescente que planifica una muerte, que actúa con frialdad, que incinera a una persona viva sabiendo que lleva una vida en el vientre, y luego mata a un animal para encubrir su acto… no llegó ahí de un salto. Llegó desde una cadena de desconexiones”, afirma la especialista que invita a reflexionar sobre el tema para encontrar las causas y buscar las soluciones adecuadas.

Por ello enfatiza que “un adolescente no se vuelve asesino porque sí. Se forma –o se deforma– en la ausencia. En el abandono emocional que no duele a la vista, pero deja cicatrices invisibles”.

Este acontecimiento doloroso es más visible y ha calado más en los sentimientos de la sociedad por sus particulares características. Pero no es uno solo, no se trata de una excepción. Constituye un acontecimiento más de los muchos que se suceden constantemente en distintos lugares del país y que no tienen la publicidad que ha tenido este feminicidio.

Si uno se pone a enumerar los casos similares que se dan se encuentra con la sorpresa de que es una especie de epidemia que se está dando con profusión en las zonas urbanas y rurales donde la mujer es víctima de una serie de maltratos físicos, muchos de los cuales terminan con la muerte.

Estos hechos dejan la dolorosa lección de que la sociedad, las instituciones públicas, las iglesias, los grupos sociales deben tomar conciencia de la situación. Y actuar lo más rápido posible para frenar esta pandemia que está avanzando sin que se tomen las medidas que se requieren.

Cuando existe la amenaza cierta de una enfermedad que pone en peligro a la sociedad, se buscan las vacunas y los medios para impedir la incidencia del mal.

Y, como durante la pandemia del covid-19, se toman todo tipo de decisiones en el comportamiento social que apunten a que no se extienda el padecimiento para salvar vidas y aminorar los trastornos que provoca.

Las conductas violentas exigen que la sociedad paraguaya tenga conciencia y adopte el comportamiento requerido. En primer lugar, hay que ocuparse más y mejor de los menores y se los tiene que formar de acuerdo a lo que indican los entendidos.

“Necesitamos educar con ciencia, criar con presencia, mirar con ternura. Necesitamos entender el cerebro infantil, y dejar de tratar a la infancia como si sobreviviera sola”, recomienda la sicóloga. Es decir, tanto las familias como la sociedad en general tienen que combatir con fuerza el abandono emocional en que viven miles de niñas y niños en nuestra sociedad.

Y ocuparse con afecto de los menores que están atascados mirando los celulares, las programaciones televisivas y bloques informáticos sin recibir el cariño necesario ni la presencia de amor que necesitan. Como dice la especialista, hay que volver a mirar a los niños antes de que sea tarde.

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