Un gobierno es legal mediante elecciones libres, limpias, universales y trasparentes y es legítimo a través del consenso, sostiene un reconocido politólogo de renombre mundial ya fallecido. El consenso no involucra solamente a los sectores políticos representados en el Congreso de la Nación, sino a toda la sociedad. Esa legitimidad que nace del ejercicio del poder se produce cuando el pueblo percibe que sus demandas son respondidas con rapidez y eficacia, y asume la necesaria obediencia a las autoridades, dentro de un marco de tolerancia, respeto mutuo y observancia de las normas institucionales, aunque ese crédito nunca es para siempre, pues está sujeto a las expectativas generadas por cada reclamo. La gestión unidireccional –vertical, incluso– que desoye las voces de la ciudadanía y de las organizaciones sociales y partidarias, aunque dentro de los cánones de la democracia, denota, como mínimo, sesgos autoritarios, por más que, repetimos, la conducta esté ajustada a la ley.
Existe una corriente teórica que afirma que el consenso es posible mediante procesos deliberativos y debates fundados en la racionalidad que contribuirían para alcanzar entendimientos aun en los temas más polémicos, cuando su finalidad apunta al bienestar de la población –preferentemente los sectores económicamente más castigados– y al fortalecimiento de las instituciones, de modo a evitar su uso distorsionado y, al contrario, actúen como organismos de control, trasparencia y justicia. En el otro extremo se ubican los que sostienen que la controversia es el núcleo vital de la democracia, puesto que una de sus características irrenunciables es la exposición de puntos de vista diferentes, contrapuestos, de manera a enriquecer el debate político y escoger las mejores propuestas para hacer realidad el bien común, uno de los componentes éticos de este régimen de gobierno. Alegan, además, que el consenso absoluto es imposible incluso en aquellas comunidades más pequeñas, por lo que su aspiración es ampliar sus proyecciones a la mayor cantidad posible de agentes políticos, sociales y empresariales. Se construye así una mayoría plural en la cual intervienen diferentes actores de, igualmente, diferentes extracciones.
El encuentro de las distintas bancadas del Congreso de la Nación con el presidente de la República, Santiago Peña, fue un acto auspicioso y por cuya concreción venimos clamando desde que apenas asumió el cargo el pasado 15 de agosto de 2023. Era simple lógica. Acercarse a todas las representaciones políticas para intercambiar opiniones sobre los proyectos que beneficiarían al país y a la gente es un manual básico del buen gobierno. Así lo ha entendido, también, el mandatario. No podemos hablar todavía de consenso, sino de iniciativas que podrían converger en un punto común mediante el discurso reflexivo y las posiciones racionales. De hecho, solo tres representantes dejaron de asistir: uno, por razones de viaje al exterior; otro, del Partido Encuentro Nacional (PEN), y la tercera, del Partido Cruzada Nacional (PCN), aunque estos dos con distintos argumentos de justificación de su inasistencia, lo que corrobora que el consenso absoluto es más una aspiración que una realidad. Ambos congresistas se pusieron de acuerdo para no asistir, mas no así en cuanto a fundar los motivos.
Otros adversarios radicalizados contra el actual gobierno, sin embargo, entendieron los códigos de la democracia y aceptaron dar la cara. Por ejemplo, la senadora Esperanza Martínez, del Frente Guasu (FG), quien declaró –posterior a la reunión– que “no queremos reuniones solo para fotos; el Ejecutivo no puede decir que la oposición no dialoga”. El otro fue el senador Rafael Filizzola, del Partido Democrático Progresista (PDP), cuyos dirigentes ocuparon altos cargos en la administración de Mario Abdo Benítez. Apeló a la razón cuando manifestó que “el diálogo es la herramienta más poderosa de la política para encontrar soluciones a los problemas de la gente. No obstante, para que sea realmente eficaz debe ser sincero y respetuoso”. Y, por último, la senadora del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), Celeste Amarilla: “Le dijimos al presidente que podemos apoyar sus proyectos, siempre y cuando sean buenos para el pueblo y se nos permita opinar, modificar, debatir, sugerir. Si no es así, siempre tendrán palos de nuestra parte, porque no somos mano de obra barata”.
Hemos trascripto deliberada y textualmente las exposiciones de estos tres representantes de la oposición más radicalizada para certificar que, al menos en los discursos, existe buena predisposición para acompañar la gestión del Gobierno dentro de las condiciones ya explicadas: respeto, sinceridad, debate y, sobre todo, propuestas que sean beneficiosas para el pueblo. A partir de ahora nos tocará observar el discurrir de los acontecimientos para que la ciudadanía empiece a calificar a los actores que participaron de este encuentro que pretende ser el inicio de una fructífera relación entre los poderes del Estado, aunque el consenso no siempre sea posible.