Ante la postura de un sector de los estudiantes de la Univer­sidad Nacional de Asunción (UNA) de continuar el paro de actividades académicas y de endurecer su postura contra el Gobierno, las auto­ridades nacionales han insistido en su posición de entablar un diálogo entre las partes. Con ello se buscará deponer los antagonismos y conducirse de acuerdo con lo que importa al interés común de las partes. No con el enfrentamiento, que no traerá nada positivo, sino con el entendimiento lógico que procure logros importantes. Aunque parece existir un sector estudiantil que solo quiere la pelea como táctica principal, con actitudes radicales no democráticas, que suele ser la postura de los extremistas.

Para endurecer su posición, un grupo de universitarios han anunciado que harán una marcha nacional contra el Gobierno para presionar que se revea lo establecido en la Ley de Hambre Cero, que asegura fondos para los requerimientos de los estudiantes universitarios y para la ali­mentación escolar básica.

Una muestra de la hostilidad de un sec­tor de los estudiantes es lo acontecido cuando el ministro de Educación y los viceministros de Economía y de Educa­ción visitaron la sede de la UNA, en San Lorenzo. El propósito de los funciona­rios era conversar con los estudiantes para explicarles lo realizado y escuchar sus opiniones. Pero, de manera poco cor­dial, fueron rechazados por los huelguis­tas, que demostraron no querer dialogar sino solo pelear. Con su conducta hostil indicaron que solo les interesa la con­frontación, no importa si el resultado es negativo.

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En un programa televisivo, el ministro de Educación y Ciencias, Luis Ramírez, ase­guró que la postura del Gobierno es la del diálogo con los estudiantes y que seguirá abierto a conversar sobre la Ley de Ham­bre Cero. “Nosotros mostramos nuestra disposición para hablar con todos los sec­tores y nos ratificamos. Estamos abiertos a escuchar y generar un debate sobre esas cuestiones”, manifestó.

Estimó el funcionario que durante esta semana la intensidad de las movilizacio­nes puede ir disminuyendo y que se han de reiniciar las tareas administrativas y académicas en la universidad.

“Esto va a ir teniendo una intensidad dis­tinta y si existiese algún sector que toda­vía necesite más tiempo de conversación, mucho gusto. Hay que crear puentes y lazos para establecer una dinámica de conversación”, afirmó.

El enfrentamiento permanente no tiene sentido y, más tarde o más temprano, los huelguistas tendrán que entrar en razón y dejar su postura extrema. Los paros y posturas violentas no tienen futuro por­que en algún momento hay que sentarse a la mesa a negociar. Si se niegan al diálogo, no podrán conseguir nada especial por­que el Estado tiene los resortes del poder y a la larga tendrán que admitir esa rea­lidad y avenirse a conversar para llegar a los acuerdos sobre sus reivindicaciones.

Como siempre ocurre, hay sectores polí­ticos y medios de comunicación oposi­tores al Gobierno que desean que el con­flicto se extienda, porque creen que de ese modo se podrá debilitar al Gobierno. Están interesados en desgastarlo con todo tipo de medidas. Pero hay que reco­nocer que el paro de los estudiantes de las universidades públicas no es un pro­blema nacional de gran nivel que gol­pea al Estado, porque afecta solo a un pequeño sector del país. La mayor parte de la ciudadanía tiene otras preocupacio­nes que demandan su tiempo y su aten­ción. Incluso hay quienes ven con anti­patía la medida de fuerza de los jóvenes cuyos estudios los está pagando la gente común a través de sus impuestos y aun así no quieren estudiar.

La gente de la UNA tiene que entender que mientras se dan el lujo de no tener clases y estudiar, todo el país sigue tra­bajando y esforzándose para obtener sus objetivos. Y que la medida de fuerza ya no tiene sentido luego de las disposicio­nes que el Gobierno ha dispuesto en la mencionada ley para mejorar la situa­ción de los universitarios y de 1.300.000 niños escolares que necesitan comida suficiente para estudiar. Seguir sin cla­ses y sin actividades académicas les hace daño solo a ellos mismos y a sus familias, que ponen sus esperanzas en su forma­ción académica y su futuro profesional. Lo único razonable en estos momentos es volver a las aulas y dialogar para concer­tar un acuerdo que favorezca a todos.

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