La experiencia del error también es un camino para construir el aprendi­zaje en tanto se la acepte como tal y se la supere. En esta condición, se con­vierte en un disparador que nos predispone a continuar hacia el siguiente estadio: la formu­lación de la verdad mediante la concordancia entre el pensamiento y los hechos o el razona­miento que despeja toda duda mediante la ratifi­cación de las evidencias, la certeza y la ausencia de contradicciones. He ahí el verdadero cono­cimiento que ha de acompañarnos y ayudarnos durante toda nuestra existencia para la resolu­ción de los problemas cotidianos, para sobre­llevar y trascender los conflictos, incluidos los interiores, amortiguar las cargas por la supervi­vencia en un mundo cada vez más competitivo y aprender a convivir o a vivir con los demás, que es uno de los ejes centrales de la educación. En ese trayecto no serán pocas las ocasiones en que tratarán de convencernos por medio de las fala­cias o razonamientos aparentes el sofisma o los argumentos falsos y las opiniones que son cono­cimientos probables, pero que carecen del rigor de la ciencia. Estas son herramientas que deben administrar quienes ocupan una escala supe­rior en el proceso de enseñanza-aprendizaje: los universitarios, porque ellos son los ciudadanos del futuro y profesionales del mañana, en un periodo corto que suele transitar entre cuatro y seis años, de acuerdo con las carreras elegidas. Y si optan por ingresar a la política como activi­dad dirigida al bien común, el bienestar colec­tivo y el progreso económico sin exclusiones, su compromiso y responsabilidad serán todavía mucho mayor.

La juventud es por naturaleza rebelde. Y está bien que así sea, antes que asumir una actitud conformista, que solo favorece las reproduccio­nes de las injusticias, la desigualdad social y los detestables privilegios. Y en ese afán de cam­biar todo en el menor tiempo posible, les lleva, también, a cometer algunas equivocaciones, que solo podrán ser corregidas mediante una autocrítica saludable, que es lo que la sociedad espera de quienes, como ya dijimos, dentro de pocos años podrían tener en sus manos los des­tinos de la república o un centenar de obreros, o la posibilidad de prolongar vidas o concretar investigaciones que podrían aportar a la medi­cina, la producción, la industria, la educación y el desarrollo material armónico con el entorno. Y en este campo de verificación constante y de observación sistemática de los acontecimientos para validar resultados, y de coherencia entre la palabra y la acción, podemos afirmar que la deci­sión adoptada por algunos líderes de los univer­sitarios que se encuentran de paro en el cam­pus de la Universidad Nacional de Asunción no fue la más acertada. Sobre todo, la prohibición de que periodistas de GEN, canal de televisión integrante del grupo Nación/Media, ingresa­ran a un espacio público. Porque la caracteriza­ción de público de ese espacio está confirmada por los propios estudiantes al solicitar al Estado la vigencia del Arancel Cero, así como otros pro­gramas sociales y de investigación. Es nuestra función y misión apuntar ese error conceptual de estos jóvenes de considerar dicho lugar como uno de carácter privado.

Ningún argumento puede justificar dicha pro­hibición. De nuestra parte, a lo largo de este conflicto hemos informado las cosas tales como son. De los reclamos –legítimos, por cierto– de los estudiantes y las propuestas de las autorida­des, así como de los canales de diálogo abiertos para llegar a una solución favorable para todos los involucrados. Hemos expuesto los aconteci­mientos desde diferentes ángulos, cumpliendo de esta manera cabalmente con uno de los requisitos fundamentales para que la sociedad pueda sentar juicio sobre un determinado acto: el derecho del pueblo a estar informado. Ese es un punto que nos distancia de las corporaciones mediáticas, que solo abrieron sus órganos perio­dísticos para subrayar con letras de molde las expresiones de disconformidad de los alumnos, en tanto inficionaban de opiniones malintencio­nadas, siempre a su estilo, las salidas ofrecidas por el Poder Ejecutivo a través de sus diferentes instituciones. Alguien sostuvo alguna vez que la credibilidad de un medio o de un periodista depende de si dice o escribe lo que el receptor quiere escuchar. Es aconsejable que los estu­diantes universitarios apliquen los criterios de la verdad, la razón reflexiva, las proposiciones lógi­cas y la capacidad de discernimiento para esta­blecer las estrategias que garanticen el éxito de sus reclamos.

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Las últimas informaciones indican que la condición innegociable para levantar el paro es que el Gobierno derogue la Ley Hambre Cero. Estamos, como mínimo, ante una grave contradicción. Una negociación, paradójica­mente, contrasta con esta demanda impera­tiva. Debería tratarse de una puerta abierta para encontrar soluciones compartidas y no un cerrojo para clausurar toda propuesta que no provenga de un solo sector. El comunicado dado a conocer en la víspera es bien explícito: “No levantaremos las medidas de fuerza hasta que el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo nos escuchen y actúen de acuerdo a nuestras exigencias”. Y aquí cabe apuntar otro error: así planteado, no estamos ante una mesa de diá­logo, sino de unilateral posición. Esperemos, sin embargo, que la cordura, la madurez y la razón sean el punto neurálgico para la solu­ción inteligente del problema.

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