Uno de los crónicos problemas que sufre nuestro país es el déficit habitacional que afecta a gran parte de la población nacional. Esta carencia no implica solo la falta de vivienda propia. Abarca además las deficiencias de muchas de las casas precarias en que vive gran cantidad de gente de escasos recursos económicos que, por su situación extrema, constituye parte del déficit habitacional del país. No es lo mismo una casa equipada con cuartos, cocina y baño suficientes para 5 personas, que una morada sin baño, con solo dos pie­zas en malas condiciones, con techos pre­carios que gotean cuando llueve, sin agua corriente y mala instalación eléctrica o sin electricidad en que vive la misma cantidad de individuos.

Por todo ello, a la hora de hablar de vivien­das hay que considerar como tales a las que tienen todos los elementos necesarios para una vida normal y no una existencia marginal. El déficit habitacional del país es muy alto, porque gran cantidad de perso­nas pasan sus días en guaridas a las que les faltan las principales comodidades de una verdadera vivienda. En términos apropia­dos, un rancho de mala muerte no puede considerarse una vivienda, y a la hora de las estadísticas no se lo puede compu­tar como tal. Debido a esta circunstancia es que se calcula que el déficit habitacio­nal que existe en nuestro país es elevado, y algunos hablan de más de 1.500.000 y otros de unas 600.000 viviendas.

De acuerdo con los números del Instituto Nacional de Estadística (INE), el 82 % de la población encuestada declara tener una vivienda. Aunque según el monitoreo del sector privado, que analiza la calidad de las casas, el déficit supera 1 millón y medio de unidades habitacionales. Se debe a que la mayoría de las que existen en barrios marginales y en zonas rurales pobres no está en condiciones aceptables. Como, por ejemplo, las chozas en que vive buena parte de la población indígena.

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Esta realidad apremiante hace que una de las principales preocupaciones de las auto­ridades nacionales sea facilitar vivien­das y construirlas con la colaboración del Ministerio de Urbanismo, Vivienda y Hábitat (MUVH). Por eso es que está tra­bajando para alcanzar este año la cons­trucción de 14.000 viviendas, 7.000 en el primer semestre y 7.000 en el segundo, incluso buscando superar esas cifras con la contribución de la gente del sector pri­vado, que también está en esa tarea.

Si se tiene en cuenta que cada obra requiere el trabajo de cierta cantidad de obreros, el anuncio realizado por el Gobierno tendrá una gran repercusión en la sociedad. Se estima que la construcción de una casa pro­porciona 5 empleos directos y otros 5 indi­rectos. En consecuencia, construir 14.000 casas implican 70.000 empleados directos y otros 70.000 trabajadores auxiliares, lo que representan 140.000 personas afecta­das por el trabajo que se proporciona con la construcción de las residencias anunciadas por el organismo estatal.

Si se considera que levantar viviendas implica la utilización de materiales de construcción de producción nacional, el hecho tiene una mayor repercusión econó­mica y social, pues generará más empleos para las personas que trabajan en las ole­rías y en la industria cerámica en general. “Esta decisión es trascendental, ya que un sector que estaba absolutamente depri­mido, el de los oleros, ceramistas y trans­portistas, hoy están en un momento único por el gran dinamismo en los trabajos que se están generando”, explicó el titular del MUVH, Juan Carlos Baruja.

Como muestra de que el organismo estatal encargado de erigir e incentivar la cons­trucción de viviendas está trabajando fuertemente sirve el siguiente dato: solo en los dos primeros meses de este año, el MUVH ha realizado la ejecución de 82.287 millones de guaraníes en proyectos varios, cifra que comparada con los 51.186 millo­nes ejecutados en enero y febrero de 2023 representa un incremento del 60,76 %.

Cuando concluyan las obras y se entre­guen las nuevas viviendas se podrá con­siderar en toda su dimensión la impor­tancia de la tarea gubernamental en esta materia. Pues no solo se habrá hecho una gran inversión financiera, con todo lo que ello implica en la actividad económica. Sobre todo se estará comenzando a cum­plir con los sueños de la casa propia de miles de ciudadanas y ciudadanos que hoy todavía viven en medio de una dolorosa precariedad.

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