El desconocimiento que se tenía de nuestro país en el contexto internacional era notorio. Dicha situación fue sintetizado de un modo magistral por el gran escritor nacional Augusto Roa Bastos cuando dijo que Paraguay es como una isla rodeada de tierra.

Y no es de extrañar. Paraguay pasó al relego por diversas razones debido, entre otros motivos, a los resultados de la Guerra de la Triple Alianza y su mediterraneidad, alejado de los cen­tros comerciales como Buenos Aires en Argentina y San Pablo en Brasil.

Sin embargo, y luego de varios cambios que llevamos a cabo en particular en las finanzas públicas que repercutie­ron en la economía, nuestro país se fue convirtiendo en una figura de renom­bre en la región. En el presente es con­siderado como un jugador importante a escala mundial si tomamos en cuenta la macroeconomía, la estabilidad política y los esfuerzos del sector privado en su conjunto que logró entre otras cosas el inusitado aumento de las exportaciones de commodities que compiten en los más competitivos mercados de grano y carne a nivel mundial.

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Todo esto es un logro que el gobierno actual lo va acrecentando, al punto que empresas calificadoras hace semanas atrás, por ejemplo como la S&P que publica informes sobre investigación financiera y acciones y bonos, le otorgó una calificación al país en grado de inversión nunca antes logrado.

Es de destacarse que la Standard & Poor’s es una de las más importan­tes proveedoras de información sobre los mercados globales. Y si agregamos que el flujo de inversiones ha tenido un incremento de hasta el 25 por ciento en los últimos seis meses, pues quiere decir que estamos por el rumbo correcto.

Ciertamente y como sabemos en tér­minos teóricos y prácticos las inversio­nes no vienen por arte de magia ni por el simple deseo. Las buenas intencio­nes no son suficientes. Se requiere que el país muestre de modo fehaciente que se ha decidido a poner en marcha las reglas de juego consistentes en otor­gar predecibilidad, cuestión que tiene directa relación con la rentabilidad de los negocios.

En efecto, si el costo de radicarse en un lugar determinado deja poco margen o casi nada de ganancias entonces el inversor observa y se dirige hacia otro lado para conseguir en otra parte del mundo lo que mejor le conviene. Y esto es absolutamente correcto, es lo que cualquier persona sensata haría para cuidar su patrimonio.

De manera que se equivocan los que creen que la estabilidad macroeconó­mica consistente en la sostenibilidad fiscal y la estabilidad monetaria junto con una banca central independiente que garantice el poder adquisitivo de la moneda son temas a desconsiderar o tomarlos a la ligera.

Ocurre que las citadas condiciones son como el cimiento de una casa que para sostener el crecimiento de nuevos pisos en la edificación deberá ser firme para enfrentar cualquier contingencia que pueda sobrevenir sin tener que pasar por las vicisitudes de una permanente incertidumbre.

Las propicias condiciones para que un país, cualquiera sea, pueda contar con un crecimiento económico sostenible en el tiempo está en mostrarse confia­ble hacia los que desean invertir parte de sus ahorros e inversiones, ya sean que estos provengan del ámbito nacio­nal como del extranjero.

Para la ciudadanía honesta y trabajadora, aquella que no se deja engatusar por los cantos de sirena del populismo barato y mendicante de una parte de la oposición y cierta prensa que se indigna inoculando mentiras sin interesarles la suerte de nuestros compatriotas, la verdad es que desde la asunción del nuevo gobierno el flujo de inversiones va en aumento.

Las finanzas sanas y la economía pri­vada pujante son la clave del cambio transformador positivo que se lle­van a cabo en el país. Estas variables citadas más arriba son pasos funda­mentales para consolidar el anhelado crecimiento sostenible en el tiempo porque los paraguayos y extranjeros que viven en nuestro país ya no quieren que el Paraguay sea visto como una isla rodeada de tierra.

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