A diferencia de lo que algunos que todavía siguen creyendo en un pasado de desorden e ilegalidades, en estos días los mismos que nada aportan para un mejor país pretenden dañar a nuestra economía a nivel inter­nacional para que no vengan más inversiones que crearán puestos de trabajo a nuestros compatriotas.

La causa, supuestamente, es la pér­dida de la investidura que le costó el cargo de senadora a una política de la oposición que dejó su curul de acuerdo a la figura constitucio­nal establecida en el artículo 201 de nuestra ley fundamental. Tamaño despropósito solo puede ser catalo­gado como un desprecio y un acto ruin hacia los paraguayos y para­guayas de bien.

La economía paraguaya no podrá ser afectada por una oposición sin ideas ni propuestas, ni menos por cierta prensa que hace exaltación de la mentira para congraciarse con interés foráneos contrarios al de nuestro país.

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Al respecto, es de destacarse que instituciones internacionales acreditadas en su calidad sostie­nen que la estabilidad y el creci­miento de nuestra economía no son el resultado del azar ni de posturas antojadizas sin sentido alguno. En ningún modo es así. A nivel internacional nos ven con buenos ojos, como un país deposi­taria para las inversiones y a mejo­rar todavía más.

Se están llevando a cabo avances y mejorías como en el sistema de jubilaciones, la disposición trans­parente del gasto, especialmente en educación y salud, el ingreso de nuestra carne al mercado nortea­mericano, entre otros, siempre en un contexto internacional del cual no podemos dejar de considerar en atención a que somos un país medi­terráneo rodeado de dos países como Argentina y Brasil que juegan a posicionarse en el exterior.

El oficialismo tiene responsabili­dades y lo hace administrando el país, pero también recae obliga­ciones sobre la oposición, donde también la prensa juega su papel de informante veraz y responsa­ble. La democracia no es un juego de suma cero, donde una de las partes tiene que hacer de todo mientras la otra parte se dedica a tirar piedras como si estuviera exenta de pecado.

La democracia es una forma de gobierno y de vida social, econó­mica y política por el cual, tanto oficialistas como opositores, tienen sus respectivos roles. El oficialismo accede al poder de la administra­ción del Estado con el acompaña­miento de una oposición que debe criticar lo que está mal y apoyar lo que está bien.

Pero si los representantes de la oposición que, repetimos, cobran el dinero del pueblo, se ufanan de ser opositores por el mero hecho de ponerle palos a la rueda, entonces no están cum­pliendo con su rol de mejorar las condiciones de vida de la pobla­ción; más bien son una máquina de impedir.

Y cuando hablamos de la prensa, su libertad debe ser garantizada como un resguardo de una sociedad donde no todos tenemos que pen­sar igual. Pero no sucede tal cosa con cierta prensa. Prefieren la mala fe y el desprecio hacia sus propios lectores por apelar a la mentira para así propiciar un ambiente de zozobra y desorden como si nues­tra economía estuviera a punto de naufragar.

La gente no es tonta como la oposi­ción y cierta prensa consideran al pueblo paraguayo. Nuestro pueblo podrá ser humilde, pero no estú­pido. Es de una maldad imperdo­nable desear que nuestra economía vea afectada su imagen en el exte­rior para que no vengan inversio­nes y se creen empleos para nues­tros compatriotas.

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