El presidente Santiago Peña vol­vió recientemente de su visita a Estados Unidos, donde aparte de reunirse con las autoridades de ese país se encontró con mandatarios de varias naciones del mundo. La agenda desplegada por el primer mandatario fue tan amplia, que abarcaron los temas cru­ciales de la actualidad y del futuro inme­diato de nuestro país. Porque para que haya crecimiento económico y social es fundamental tener una relación política estrecha con las principales potencias del mundo, que son referentes obligados para encauzar el desarrollo de una nación pequeña como la nuestra.

Llamó la atención una de sus frases, cuando afirmó categóricamente que: “Paraguay no tiene un futuro sin la libre navegabilidad de los ríos, que está parada sobre un tratado”, abordando así uno de los temas más delicados que afectan a nuestro país y que hizo eclosión ahora durante su primer mes de gobierno. Porque, como nación mediterránea, su comercio exterior, tanto exportaciones como importaciones, depende en gran medida de la libertad de navegación de los ríos que dan salida al mar.

Por esa razón, que garantiza la existen­cia libre y el progreso del país, tiene que luchar con toda la fuerza que le dan los tratados internacionales para hacer que se cumpla esa libertad elemental que afecta a numerosas naciones y principal­mente a la nuestra. Debido a ello es que, como propuesta, no puede aceptar que se reduzca el peaje ilegal que cobra la Argen­tina, como pretenden algunos funciona­rios de dicho país, para que el Paraguay se calle la boca, yendo contra lo dispuesto por las leyes internacionales que obligan a respetar la libre navegación. El peaje en el Paraná, aparte de ilegal, es insostenible y constituye la principal amenaza contra la integración económica de las naciones. Y, sobre todo, representa una grave agre­sión al pueblo paraguayo.

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Para evitar cualquier mala interpreta­ción sobre la postura paraguaya en el mencionado tema, el presidente aclaró: “Queremos ser un factor de integración, no de división. De un lado tenemos cua­tro países (Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay) y por el otro lado Argentina. Estamos convencidos de que llegaremos a un acuerdo. Si no llegamos a un acuerdo, corresponde ir al arbitraje. No queremos forzarle a nadie, sino poder encontrar el mecanismo para resolver las diferencias. Estamos manteniendo los canales de comunicación abiertos”.

Lo más grave es que, debido a la intransi­gencia argentina, si no levanta el peaje, el Paraguay no tiene otra opción que plan­tear el arbitraje para eliminar la traba impuesta a la libre navegación de las naves. Al impedirla, ese obstáculo castiga a todos los países, pero especialmente al nuestro debido a que no tiene otra salida fluvial al mar. Lo ideal es que, antes de lle­gar a ello, se agoten todos los recursos de negociación para evitar confrontaciones, por lo que el papel de los países vecinos podría ser muy útil para convencer a Bue­nos Aires a rever el impuesto.

A lo largo de los siglos, nuestro país ha tenido numerosas dificultades a causa de su situación mediterránea. Y por ello dependió siempre de la buena voluntad de los custodios de los ríos, que a menudo han puesto obstáculos de diversa índole. Hasta que con el avance del derecho internacional, en los últimos tiempos se establecieron las normas que disponen claramente la libre navegabilidad de los ríos. En esta parte del mundo, el Acuerdo de Santa Cruz de la Sierra, firmado por Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay en 1992 otorga el derecho de la navegación libre, sin obstáculos artificia­les ni peajes a las naves de las naciones. Además del acuerdo mencionado está el Tratado de Libre Navegación en los ríos Paraguay, Paraná y de la Plata entre Para­guay y Argentina suscrito en enero de 1967, que garantiza la libertad para que las naves de bandera paraguaya y argen­tina surquen sin dificultades los mencio­nados ríos.

La historia de los pueblos enseña que, ante las dificultades, lo más sensato y productivo siempre es el diálogo y el res­peto a las normas que rigen la relación de las naciones. En las actuales circunstan­cias, ante la situación hostil planteada por Argentina, hay que seguir nego­ciando con más fuerza para que se cum­plan efectivamente los tratados de libre navegación.

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