Uno de los hechos más lamen­tables del desempeño del gobierno que se va es que durante su gestión el Para­guay ha alcanzado las cifras más elevadas de exportación de drogas, especialmente de cocaína hacia diversos puntos de Europa. Un récord que no es para enor­gullecerse porque desvaloriza la imagen del país y muestra la falta de eficiencia del Gobierno y de sus instituciones especia­lizadas para combatir el narcotráfico.

No hay duda de que el ilícito ha crecido con fuerza extraordinaria en todo el mundo, poniendo en vilo a los servicios de seguridad de naciones muy poderosas. Pero lo más doloroso es que las entidades paraguayas encargadas de la detección y represión del tráfico de estupefacientes han sido burladas debido a su ineficien­cia a causa, principalmente, de la falta de control riguroso de las cargas que se embarcan en los puertos paraguayos con destino a lejanos puntos del mundo y en las cuales se han detectado abundante cantidad de drogas.

La reciente incautación en el puerto alemán de Hamburgo de 10.000 kilos de cocaína que salieron de Asunción en mayo último ha vuelto a resaltar el grave problema que significa la partici­pación de nuestro país en el ilícito. Eso a pesar de la adquisición de los aparatos especializados que se usan en los puer­tos de embarque para detectar merca­derías prohibidas. El sistema de escáner adquirido recientemente por la Direc­ción Nacional de Aduanas no impidió que se metieran en una carga 10 mil kilos de cocaína como si fueran simples carga­mentos de granos de sésamo. Ya aclaró el titular de la institución que el problema no fue el aparato, sino una falla humana, un eufemismo para señalar la complici­dad de algunos funcionarios que inter­vinieron en el control. Si el sistema de escaneado no falló y los funcionarios no vieron la droga, es indudable que hubo participación humana en el hecho.

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“No tenemos todavía información ofi­cial sobre la carga, pero ya revisamos las imágenes de los escáneres y encontramos una que debió ser reportada por el perso­nal y no se hizo”, dijo el director de Adua­nas, Julio Fernández. Los 10 mil kilos de cocaína tienen un volumen semejante al cargamento de un gran camión de flete, que no es fácil entender cómo no se lo pudo detectar, aunque fuera camuflado

Nuestro diario ha publicado que en los últimos años se han incautado alrededor de 50.000 kilos de cocaína originada en nuestro país, en varios puertos maríti­mos de Europa como en territorio nacio­nal, lo que da una medida de la enor­midad del ilícito. Esto coincidió con la prohibición de hacer monitoreo de estu­pefacientes en los puertos de embarques paraguayos decidida en mayo de 2020 por el entonces ministro de la Senad, Arnaldo Giuzzio.

Esta curiosa disposición de Giuzzio, la Resolución n.º 142 de la Senad, había dis­puesto liberar los puertos del país del control que venía ejerciendo la institu­ción antidrogas para detectar cargamen­tos sospechosos. A esta liberación de examinar las cargas se atribuye el auge extraordinario del embarque de estupe­facientes desde Paraguay. Según un tra­bajo presentado el año pasado al Con­greso por el senador Enrique Riera, se estima que en el país se movieron 470 toneladas de la droga y que la incautación solo alcanzó un 10 %.

En el último quinquenio el crimen orga­nizado ha tenido un enorme crecimiento en el Paraguay, y se debió especialmente al fuerte incremento del tráfico de drogas y delitos conexos.

La condición de Paraguay como impor­tante proveedor de drogas no debe conti­nuar. No se puede ignorar esta situación ni dejar de cortar el delito, como ocurre con la administración estatal que se va. Es urgente que se tomen todas las medidas requeridas para disminuir drásticamente el tránsito de mercaderías ilícitas. Porque si el país llegó al colmo de ser uno de los más grandes exportadores de estupefa­cientes es porque esta administración no ha hecho el trabajo para impedirlo.

Debe volver el celoso control de las mer­caderías que se embarcan por los efecti­vos de la Senad, con mejores tecnologías y más personal para impedir la vía libre que se les dio con este gobierno. La expe­riencia actual demuestra que la no fisca­lización de las cargas ha sido uno de los más grandes errores que ha cometido.

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