El fin de semana último se dio el primer paso en el cambio de la administración política del país para el próximo quinque­nio. Con la instalación del nuevo Con­greso, que incorpora a un gran porcen­taje de gente nueva, se tiene instalado el poder del Estado que podrá realizar acciones decisivas para la marcha del país. Aunque el sistema de gobierno es altamente dependiente del Poder Ejecu­tivo en la conducción administrativa de la nación, el rol del Poder Legislativo es de suma gravitación. Aparte de confec­cionar y aprobar las leyes, en los hechos prácticos su poder es de tal envergadura, que puede cambiar incluso hasta al titu­lar del Ejecutivo y modificar rumbos decisivos en la dirección política nacio­nal en casos necesarios. La experiencia de las últimas décadas así lo demues­tra, como es el caso de la instalación del senador Luis González Macchi como presidente de la República, luego de la apurar la renuncia de Raúl Cubas Grau en marzo de 1999. O la destitución del presidente Fernando Lugo en julio del 2012 mediante un juicio político en la Cámara de Senadores.

Aunque no lo parezca, el Poder Legis­lativo no es un objeto decorativo de la democracia, que no tiene mayor peso en la vida del país. Es un poder del Estado, un tanto desprestigiado por algunos excesos de la politiquería en ocasiones, pero que con un accionar adecuado y en la dirección correcta puede consti­tuir una enorme ayuda para el desarro­llo económico y político del Paraguay. La experiencia vivida en nuestra novel democracia con la Constitución Nacio­nal de 1992 así lo indica con mucha fuerza.

Por eso el juramento del 1.º de julio de los legisladores debe considerarse un hito importante en la marcha de la nación para trazar sus caminos del futuro que nos aguarda. Cinco años en la vida de un país son decisivos según se concreten las realizaciones que se requieren, como también pueden ser un capítulo para el olvido, si se deja de lado el trabajo ade­cuado.

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La Carta Magna establece que, aparte de dictar las leyes y legislar sobre temas económicos y de alcance político, el Poder Legislativo tiene como obligación fundamental velar por la observancia de la Constitución y las normas jurídi­cas existentes, además de numerosas atribuciones de alcance político y eco­nómico de fundamental trascendencia para la marcha de los intereses naciona­les. Lo que no es poca cosa si se tienen en cuenta los rigores de la existencia de una nación en el mundo actual.

Por eso pretender restarle importancia al Congreso y sus atribuciones, como es la tendencia de algunos sectores cuestio­nadores, es desconocer lo que se puede construir desde las bancas legislati­vas. Y reconocer su importancia para la vida del país es asumir que es un ins­trumento muy valioso para edificar la nación que queremos.

Con la futura administración de San­tiago Peña en la Presidencia de la Repú­blica, el papel del nuevo Congreso ten­drá una decisiva importancia, ya que el país está saliendo del pozo económico y social del quinquenio signado por la incapacidad de Mario Abdo, y necesita urgente un fuerte repunte. Los enormes desafíos que tiene el gobierno entrante solo podrán superarse en forma posi­tiva con la ayuda del Poder Legislativo y el accionar correcto de los legisladores para superar las dificultades y obtener el cumplimiento de las propuestas.

Los nuevos legisladores deben ser cons­cientes de la enorme responsabilidad que han asumido al jurar como diputa­dos o senadores el último fin de semana. Tienen que tener conciencia de la obli­gación que les incumbe como represen­tantes de la ciudadanía para trabajar por el país. Que no se trata de hacer discur­sos o de tener poses llamativas para los medios, como han acostumbrado en el pasado algunos inadaptados.

La clave está en confeccionar leyes posi­tivas y asumir decisiones que ayuden a impulsar el progreso para el desarrollo económico, que contribuyan a la justi­cia social apuntando al bienestar de la gente, para la convivencia armónica de todos.

Los parlamentarios deben saber que existe una fuerte expectativa en torno a ellos. Pueden cometer errores. Pero no se aceptan excusas para no trabajar. Su tarea la deben realizar con entusiasmo pensando en las esperanzas de la gente que los votó.

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