A medida que se aproxima la asunción de las nuevas autoridades nacionales que dirigirán el país los próxi­mos 5 años, se conocen a los altos fun­cionarios que trabajarán en el Gobierno. Y se puede también apreciar la filosofía fundamental que se aplicará a la socie­dad paraguaya, con su consecuente acción política, económica y social.

Un dato que sintetiza la idea del nuevo gobierno es que el presidente electo, Santiago Peña, ha señalado que su gobierno estará en la línea provida y profamilia.

En un momento de la historia univer­sal en que muchos países del mundo amenazan la vida de las personas con la opción por el aborto o van contra la familia para disolver la unidad básica de la sociedad, la definición del nuevo man­datario es crucial. Porque se trata de una filosofía sana que está acorde con las leyes y mejores tradiciones del país. Por ser la actitud más sensata para la exis­tencia y el bienestar de todo un pueblo.

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¿Cómo se podría labrar la felicidad de la gente si se permite matar a un niño en el vientre de su madre, como si nada? ¿Cómo se puede entender que una sociedad prohíba la pena de muerte a los delincuentes por hechos punibles come­tidos si consiente eliminar la vida de niños inocentes? ¿Dónde está la lógica de privilegiar la muerte de los inocentes por sobre el castigo a los que delinquen?

Desde que el mundo es mundo, la uni­dad básica de la sociedad está cons­tituida por padres, hijos y parientes. Hasta en las sociedades más primitivas el papel de los progenitores en la vida de sus hijos ha sido el eje de la vida de los humanos, cosa que se fue perfeccio­nando con el tiempo.

En esa entidad que se llama familia se nace, se crece, se aprende a vivir y a amar a los seres más cercanos antes de salir a caminar por el mundo. El humano no tiene lazos más íntimos que el cariño de su propio ámbito familiar, hasta que se va desarrollando y llega a constituir él mismo una nueva fami­lia, con otros seres que van llegando a la vida. No es una máquina de producir y reproducir que no tiene sentimientos.

La Constitución Nacional, en su artí­culo 4.°, señala que el derecho a la vida es inherente a la persona humana. Que se garantiza su protección desde la con­cepción. Y deroga la pena de muerte que anteriormente existía.

En el artículo 49.º dice que la familia es el fundamento de la sociedad, y agrega textualmente: “Se promoverá y se garantizará su protección integral”.

Estas disposiciones fundamentales de la principal norma legal del Paraguay no permiten discusión de ninguna laya sobre el derecho a la vida y la protección de la familia como unidad básica de la sociedad paraguaya. Parece muy obvio y no tendría que haber ningún otro tipo de interpretación. Pero no es así...

No podemos olvidar que en muchos paí­ses del mundo y en vastos sectores de la sociedad paraguaya crece el número de los que proponen el crimen del aborto, como si fuera una solución quirúrgica a un problema orgánico cualquiera. Y que, a pesar de ser ilegal y estar cas­tigado penalmente, se lo practica con mucha frecuencia de manera clandes­tina, con la tolerancia y hasta el aplauso de una buena parte de nuestra sociedad. Esos mismos grupos son los que arre­meten contra la familia y todo lo que ella implica, como si fuera un peligroso ene­migo al que se debe eliminar.

Estos temas no constituyen una discu­sión ideológica, política o religiosa de importancia anodina, sin mayor tras­cendencia. Representan una posición filosófica cimentada en lo profundo del valor de la existencia humana, la ética de la vida y en las mejores tradiciones de nuestra sociedad. No se puede aplaudir un crimen ni alentar la criminalidad.

De ahí la importancia de la posición del futuro gobernante del país que procu­rará el bienestar de la gente mediante el crecimiento económico y la abundancia de fuentes de trabajo, como ha dicho en sus discursos. Y que también defenderá el derecho fundamental del respeto a la vida y los valores de la familia, prote­giéndola integralmente desde el Estado, como establece la Constitución.

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