La suerte del Instituto de Pre­visión Social (IPS), tanto en su desempeño de servicios médi­cos como en su papel de admi­nistrador de los fondos jubilatorios, es una preocupación cada vez mayor. Sobre todo porque con la actual administra­ción ha llegado a límites muy alarman­tes que lo convierten en inservible para los fines para los que fue creado y hasta hacen pensar en su pronta desaparición como ayuda de los millones de trabaja­dores y aportantes.

Siempre ha tenido dificultades de diversa índole a lo largo de su historia, pero con las actuales autoridades ha lle­gado a extremos nunca antes alcanza­dos, como la necesidad de prestar dinero de los bancos para pagar a sus provee­dores. Y ya no se hable del manejo de los fondos jubilatorios que se están usando también de manera indebida para cum­plir con sus obligaciones monetarias que tienen por ley otras fuentes de financia­miento.

El diagnóstico de los técnicos y conoce­dores del manejo de la institución habla de que, si no se hace una urgente cirugía mayor, la institución ya no servirá para nada y dejará en la calle a sus miles de contribuyentes.

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Examinando el asunto de los fondos jubilatorios, algunos analistas recuer­dan que hace cinco años atrás, cuando asumió el gobierno de Mario Abdo Bení­tez, se calculaba que los síntomas de alarma por la desaparición de fondos se verían en torno al año 2040 y que para entonces peligraría el pago a los jubila­dos. En el 2021, la previsión era de que las señales de alarma aparecerían ya en el 2038. Últimamente se han tenido evidencias de que ese riesgo ya está ins­talado y que mucho antes se dejaría de contar con los fondos para los jubilados. Sobre todo cuando se tuvo conocimiento que la actual administración está utili­zando esos recursos para pagar obliga­ciones que no corresponden, como la compra de insumos y afines.

El expresidente de la previsional Pedro Ferreira fue muy claro sobre el delicado tema: “La primera alarma se establece cuando los aportantes no pueden pagar las jubilaciones; la segunda, cuando el aporte de quienes trabajan, más las ren­tas de los fondos en bancos, por alquile­res, ya no son suficientes para pagar la jubilación; y la tercera es que ya no hay plata para los jubilados, y se suele dar diez años después, en los sistemas pre­visionales”. Por ello insistió en que los cambios en el IPS no son solo necesarios sino que se han vuelto urgentes.

Algunos de los funcionarios actuales de la previsional le han querido sacar importancia a la situación y a los ries­gos existentes, que fueron provocados por los desaciertos de esta administra­ción. Han señalado que no existe el peli­gro de que se desfonde la institución y que a medida que vayan creciendo las recaudaciones después de los efectos de la pandemia se irán normalizando las finanzas, aunque llevará todavía cierto tiempo. Que la crisis actual es solo tem­poral y pasajera. Negaron que se está ante un escenario catastrófico, aunque admitieron que es necesario llevar a cabo una reforma que permita salvar la crisis institucional y financiera.

Por responsabilidad política y social, el Gobierno tiene que comenzar a actuar para salvar la situación, porque cuanto más tiempo se espere, la crisis puede ir empeorando. Urge la adopción de medi­das rápidas para cuidar la salud, la plata de la gente y garantizar el futuro de los jubilados. Por eso como primera medida debe cortar el uso de los fondos jubila­torios para los gastos corrientes, por­que a medida que los vaya usando dejará sin dinero a la caja correspondiente. Debe coordinar con los responsables del Gobierno que asumirá en agosto algunas de las disposiciones más urgentes para no seguir alargando la espera.

Cualquier reforma que se haga tiene que contar necesariamente con la anuencia y la participación de los aportantes y los jubilados, que son los principales afecta­dos de cualquier medida que se tome.

Si se actúa con rapidez adoptando las decisiones adecuadas, se está a tiempo para salvar la mayor institución de ser­vicios y de jubilaciones del país. De ese modo se la podrá convertir en la entidad que siempre debió ser, la que ayuda en la enfermedad y protege en la vejez a sus asegurados.

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