Los más diversos sectores de la sociedad están pidiendo que se haga una transición tran­quila entre la administración de Mario Abdo, que se va, y la entrante de Santiago Peña para que la situación del país no se vea perjudicada. Esto sobre todo por la reticencia del equipo saliente de colaborar buenamente con el gobierno venidero en asuntos admi­nistrativos de vigencia futura. El pedido de los técnicos del gobierno entrante es que no se incluyan nuevas licitaciones que dificulten el equilibrio necesario y la tarea de la próxima administración. No que no hagan los llamados habituales.

En lugar de avenirse a esas solicitudes de prudencia, exponentes del gobierno actual han criticado a los técnicos de la nueva administración y no aceptan el pedido, mostrando una actitud más bien negativa, poco profesional y con escaso sentido de la realidad. Uno de ellos ha sido el propio presidente de la República. Teniendo en cuenta esa postura perju­dicial, el presidente de la Unión Indus­trial Paraguaya (UIP) ha dicho que el traspaso debe hacerse sin tensiones y con orden, porque la economía nece­sita de un buen ambiente para desarro­llarse. “Creo que es el momento de dejar las mezquindades y pensar en el país, con un espíritu patriótico”, resumió el empresario.

Otro de los puntos criticables de la administración saliente es que no está mostrando toda la dimensión del déficit que tiene actualmente el Estado para­guayo, que estaría en alrededor del 5 % del producto interno bruto (PIB), y no por debajo, como se quiere hacer creer. Según el Ministerio de Hacienda, hasta abril solo había un déficit fiscal del 3,5 %. Esto porque no incluía en sus cóm­putos las deudas que tiene el Ministe­rio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC) con las empresas constructo­ras y los débitos del Ministerio de Salud y del IPS con los proveedores de medica­mentos.

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El monto de este endeudamiento con las empresas constructoras, farmacéu­ticas y vialeras está en alrededor de 750 millones de dólares, cifra que si se añade a las acreencias por otras deudas esta­tales, el monto total del déficit de esta administración sería de 2.000 millo­nes de dólares. En el fondo se trataría de una forma de picardía para no recono­cer todas las deudas que hay que asumir, una broma de mal gusto a la que tendrá que hacer frente el gobierno entrante. Y que de paso demostraría la falta de honestidad intelectual a la hora del tras­paso de las responsabilidades financie­ras al próximo gobierno.

El miembro del equipo de Santiago Peña y ex presidente del BCP, Carlos Fernán­dez Valdovinos, refiriéndose a esos 750 millones de dólares que el Gobierno quiere ocultar, afirmó: “Esta deuda existe, hay que honrarla, y lo increíble es que el Ministerio de Hacienda no lo reconoce todavía. Esto significa que no está computado dentro de los números oficiales del déficit fiscal que ellos pre­sentan. Por eso para mí ese es un déficit mentiroso”.

La administración de Abdo, que es el gobierno que más endeudó al Paraguay en cinco años, no debe ocultar la infor­mación necesaria a los próximos admi­nistradores, porque son los que van a tener que enfrentar a los acreedores con quienes creó el enorme endeudamiento, por no cumplir los pagos en tiempo y forma. Debe mostrar la verdadera cara de las cuentas fiscales incluyendo los 750 millones de dólares que está ocul­tando a la nueva administración. Como ese débito es real, no se entiende por qué el Ministerio de Hacienda no lo está reconociendo, pues es dinero que se debe pagar sacando fondos del presupuesto del Poder Ejecutivo, para Obras Públicas y Salud, y de la entidad estatal compro­metida, que es el IPS.

Las autoridades actuales deben ante­poner el interés de la nación paraguaya a cualquier otro tipo de preocupación secundaria, porque no están trabajando para una facción política determinada sino para todo el país, que es el que les paga los salarios y les ha confiado la con­ducción de sus negocios. Los gobiernos y su gente son transitorios, pasan de un período político a otro, en tanto que la nación paraguaya permanece y requiere el patriotismo y la profesionalidad de sus subordinados para el manejo adecuado de sus intereses. Que es lo único que importa.

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