El gran encuentro partidario que se realizó el lunes en la sede del Partido Colorado, en Asunción, entre las organiza­ciones femeninas republicanas y los can­didatos a presidente y vicepresidente de la república, estuvo lleno de entusiasmo y demostraciones de fervor, como ocurre en las grandes manifestaciones políticas masivas. Pero al mismo tiempo sirvió para resaltar algunas definiciones fun­damentales para el país desde la conduc­ción del Estado, igual que la importan­cia del grupo familiar y de las damas. Así como el aporte a la vida de la patria de la gloriosa mujer paraguaya que impulsó la reconstrucción del país y la familia des­pués del genocidio de la Triple Alianza.

Ninguna sociedad, y mucho menos la paraguaya, puede prescindir de la con­tribución de las mujeres en la vida polí­tica nacional, por lo que el acto del sector femenino del Partido Colorado fue una muestra de su trascendencia en las filas republicanas y lo que puede represen­tar su contribución material, política y moral para el país.

A pesar de que es mucho lo que debe nuestro país a la mujer, no siempre se ha sabido reconocerla. Por eso el Paraguay ha sido el último país de América Latina en admitir sus derechos políticos, pues recién en 1961 se posibilitó su participa­ción como ciudadana con el voto feme­nino. En la lejana Nueva Zelanda, el voto de la mujer era posible desde 1893 y en Latinoamérica las uruguayas fueron las primeras en votar, a partir de 1938. Pero la igualdad civil y política de la mujer paraguaya solo fue posible a partir de 1961. A pesar de numerosos intentos anteriores, el primero en 1919 cuando se quiso que sus derechos políticos fueran los mismos que los de los varones.

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El apoyo de las mujeres será decisivo a la hora de los votos, pues constituyen la mitad del país y su peso moral es indis­cutible en el seno de la familia para­guaya, muchas de las cuales están enca­bezadas por una madre como jefa de hogar.

En un momento en que en el mundo tra­tan de desvalorizar el papel del núcleo familiar proponiendo otros paradigmas, es muy importante que en el acto de las mujeres coloradas se escucharan defini­ciones fundamentales sobre la sociedad nacional y en especial sobre la familia paraguaya, que necesita la protección y ayuda del Estado.

Leticia Ocampos, la esposa de Santiago Peña, habló en el acto femenino del lunes. En un momento señaló: “La fami­lia es el pilar fundamental de la socie­dad, y tenemos que trabajar juntos para protegerla, fortalecerla y defenderla. Es por eso que con Santi reafirmamos que vamos a dar prioridad a la familia y por eso nos comprometemos a trabajar incansablemente a fin de garantizar que todas las familias paraguayas tengan acceso a la educación, a la salud y al tra­bajo digno, que son tan necesarios para mejorar la calidad de vida”. La fuerza y la contundencia política que tienen las mencionadas declaraciones no requie­ren de mayores comentarios. Los ciu­dadanos que surgieron de una unidad familiar y viven en ella no pueden des­conocer estas palabras y saben adónde apuntar sus votos el próximo 30 de abril.

La señora de Peña fue más allá y afirmó que las mujeres paraguayas siempre han sido luchadoras incansables y han sabido salir de las situaciones más difí­ciles… “Me siento con la responsabilidad y el compromiso de ser parte del creci­miento de cada una de ustedes, de todas nosotras, porque con más oportunida­des podemos mejorar su calidad de vida y las de sus familias”, resaltó.

El acto de las damas coloradas, con­dimentado por el color y el fervor que saben poner las mujeres, ha dado una enorme lección al pueblo paraguayo. Porque hizo hincapié en algunos de los valores genuinos y muchas veces olvi­dados, que deben ser parte esencial en toda sociedad, la importancia del núcleo familiar y la trascendencia de la contri­bución de la mujer como miembro de una entidad política.

Como dice la Constitución, el hombre y la mujer tienen iguales derechos civiles, políticos, sociales, económicos y cultu­rales. Una declaración de relevancia que solo puede hacerse verdadera en el país cuando desde el Gobierno se creen las políticas para que esa igualdad sea real y efectiva, como señala en el Artículo 48.

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