A una semana de los comi­cios nos asiste a los para­guayos la tensión que es habitual en estas circuns­tancias porque todo el proceso elec­toral que tendrá lugar en menos de una semana se desarrolle en un clima de normalidad y que se respeten los resultados, como debe ocurrir en una democracia.

Tenemos una institución, el Tribunal Superior de Justicia Electoral, que en general ha realizado una performance valiosa y no ha dejado dudas, aún en procesos muy conflictivos, sobre su vocación de transparencia. Creemos y confiamos hasta hoy en que tal condi­ción, ya histórica, en el curso de la tran­sición, no ha cambiado y que dicha ins­titución sabrá imponerse a cualquier tipo de presión que exista para garanti­zar los resultados.

Los ciudadanos paraguayos son nor­malmente respetuosos de los procesos electorales, tienen un perfil de parti­cipación que es interesante y toman parte de los comicios defendiendo con fervor sus preferencias. Lo ideal es que tal fervor nunca derive en hechos de violencia que puedan empañar el desa­rrollo de los comicios. En este aspecto también confiamos en que la historia no habrá de cambiar.

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Las autoridades del TSJE si tienen la obligación de aportar serenidad y alen­tar la participación de los ciudadanos en esta etapa final del proceso. Esto es muy importante teniendo en cuenta la guerra sucia que está desplegada en plataformas digitales y que tienen por finalidad generar incidentes si ella escala hacia el aliento a la comisión de hechos de violencia. El mismo orga­nismo debe redoblar esfuerzos y segu­ridades a los ciudadanos con relación a las denuncias que corren sobre el uso de apoyo externo para maniobras téc­nicas que adulteren el resultado de los comicios en el proceso del traslado de la información de mesa hasta el conteo final.

También es una obligación moral de la observación electoral internacional, cuya presencia saludamos como fun­damental para este proceso, el estar resguardando aspectos substanciales de este proceso: resultados legítimos que se correspondan con la decisión de los votantes, transparencia en todo el proceso y la identificación puntual de sectores que antes (días previos) y en el curso de la jornada electoral ejerzan acciones ilícitas que puedan adulterar la voluntad soberana de la ciudadanía paraguaya.

Confiamos en que las versiones exis­tentes sobre un complot, incluso con apoyo externo, para que la jornada sea ilegítima en resultados, sea solo una versión fantasiosa y que no se rompa esta tradición histórica que el TSJE tiene sobre sus hombros: el prestigio por las elecciones transparentes.

Formidable será en este mismo con­texto que los ciudadanos respondan con una masiva concurrencia a las urnas, que los niveles de participación sean realmente históricos y que el pre­sidente que emerja de las urnas tenga la fuerza que otorga la legitimidad. Los ciudadanos no deben –para ello– dejarse intimidar por versiones de inci­dentes o guerras de nervios de ese tono: la única verdad de las elecciones es el voto de los ciudadanos.

Esperamos con ansiedad que el 30 de abril, el pueblo paraguayo elija, en un clima de respeto, paz y tolerancia a sus nuevas autoridades.

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