Si bien es tradicional el ataque entre los diversos grupos políticos que pugnan por el poder, la degradación de la competencia electoral que se sufre con algunas campañas basadas en el odio y mentiras por parte de ciertos sectores que demuestran que poco les importa las consecuencias sociales con tal de aniquilar al adversario.
Son 4 duplas bien definidas que mantienen una fuerza en este proceso de probabilidades en las elecciones generales por la Presidencia de la República prevista para el próximo 30 de abril.
La puja más fuerte, es innegable, está entre el candidato del Partido Colorado y los aliados dentro de la Concertación. En este contexto, tampoco puede negarse el protagonismo de los sondeos, encuestas que vienen publicándose y que en porcentajes más que menos el postulante Santiago Peña y su dupla son favorecidos con la preferencia.
A diferencia de los otros políticos en campaña que han sabido afrontar con madurez el proselitismo, estas encuestas enervan de manera muy particular al candidato liberal Efraín Alegre y su dupla, quienes en vez de refutar los números se valen de discursos amenazantes, amedrentamientos contra la salud empresarial del entorno de su contrincante. La reacción del postulante por la Concertación no sorprende, pero no está demás dejar constancia del terrorismo mediático que activa detrás de su furia, su frustración y su odio desmedido buscando sacar de carrera al adversario que le deja en desventaja.
Las amenazas de Alegre atentan directamente contra la vida de las empresas reconocidas por sus vínculos con el entorno del candidato colorado. Esto, significa un ataque a la economía considerando los aportes al fisco y la cantidad de empleos directos e indirectos que forman parte de las diferentes labores de la cadena productiva y comercial.
El objetivo de llegar al poder y sacar de carrera al contrincante no debe ser un acto irresponsable con consecuencias devastadoras, muy por el contrario, debiera reivindicar propuestas que conlleven a mejorar el país corrigiendo los errores y mejorando las condiciones que hoy tenemos.
Penosamente el electorado hoy vive una guerra política en la que se ve, se escuchan ofensas, palabras que traspasan el respeto a la moral de las personas, cuando lo que se necesita es debatir sobre ofertas factibles para continuar el proceso de desarrollo de nuestra República.
El país está minado de problemas que principalmente aquejan a la gente común, esa ciudadanía marginada en sus derechos a una salud, educación y condición de vida de calidad. Los temas de interés son acabar con la inseguridad latente, el desempleo, la pobreza, la corrupción y no precisamente la destrucción de bases económicas construidas con los años y que representan un sustento para miles de familias.
Las elecciones se ganan con votos, pero principalmente con el logro de un convencimiento al electorado sobre las posibilidades que ofrece el candidato de mejorar la calidad de vida desde un gobierno y no precisamente pulverizando bases económicas.
La guerra, el odio no debe polarizar la atención, el compromiso para resolver los problemas que aquejan a la ciudadanía. Se está planteando ofensiva que nada guarda relación con los intereses de la República, se intenta confundir a la gente y hoy también ya se utilizan campañas proselitistas–mediáticas que juegan con la tranquilidad del pueblo con el intento de instalar el temor y eso es traición a la confianza de la sociedad.
Necesitamos proyectos verdaderamente sanos y reales para no defraudar una vez más la gran esperanza y la expectativa de bienestar de miles de familias que residen en este territorio. Es sumamente perjudicial el uso de recursos baratos del desprestigio, las ofensas, mentiras, el odio como mecanismo electoral, el sistema democrático requiere seriedad, propuestas, responsabilidad con las urgencias que duelen a este país.
El pueblo merece promesas que sean de cumplimiento posible y principalmente atadas a las normas y las leyes. El populismo y los ofrecimientos descabellados solo son discursos engañosos en los que electorado no debe caer en su buena fe.
A menos de un mes de las elecciones nacionales la iniciativa debe centrarse en proyectar este país con programas de Gobierno y no contaminar el proceso con el odio ni mentiras provenientes de oportunistas que no superan sus frustraciones y peor, no tienen compromisos serios con la colectividad.