La desesperación como las ansias de poder de los políticos no deben ni remotamente especular con el ava­sallamiento ni el atraco a la institu­cionalidad de nuestra República, menos aún contra la democracia de la que tantos años fuimos privados. En este contexto es impor­tante el respeto hacia los organismos de con­trol y supervisión electoral que conforman nuestro Estado.

La coyuntura generó expresiones del can­didato liberal por la Concertación para las presidenciales del próximo 30 de abril que son preocupantes porque de alguna manera representan una advertencia directa a las atribuciones constitucionales de los órga­nos rectores del sistema electoral y, de esta forma, pueden perjudicar enormemente a nuestra democracia.

Textualmente, el candidato Efraín Alegre dijo: “Estamos preparados para contar todas las mesas, así que no nos van a hacer fraude. Esta­mos preparando nuestro propio conteo rápido y vamos a tener los resultados, atentos los ministros, vamos a tener antes que ellos el ver­dadero resultado”. Las expresiones del político son una afrenta al trabajo que realiza el Tri­bunal Superior de Justicia Electoral y que en los últimos años ha sido destacado y valorado a nivel nacional e internacional.

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Los ataques que realizó Alegre en conferen­cia de prensa en contra de las autoridades del TSJE al decir de que “ninguno de estos tres ministros tiene nuestra confianza”, es una peligrosa maniobra que sugiere la intención de enturbiar la jornada electoral del próximo 30 de abril y por, con el argumento del “fraude”, no reconocer la posible derrota como caracte­rizó siempre al presidente del Partido Liberal.

Vale recordar y reiterar que Alegre nunca reco­noció su derrota, incluida la que tuvo en la puja por la Presidencia contra el actual presidente Mario Abdo Benítez, en el 2018. Esto tam­bién lo trajeron a colación varios políticos que entienden el manejo y las gastadas estrategias del candidato liberal.

La estructura que está movilizando en para­lelo su dupla Soledad Núñez no es una situa­ción menor y mucho menos aislada. La cam­paña de desprestigio sobre las funciones del TSJE como de otras instituciones involucradas al proceso electoral es una prematura reacción a los resultados que se manejan en todas las encuestas y que no les favorecen a los postu­lantes de la Concertación.

Pareciera ser una orquesta bien definida y en proceso de montaje. Por un lado, el candidato a presidente inicia posiciones de desprestigio contra el TSJE y sus autoridades; por otro lado, su dupla tiene leales que operan por control de las elecciones a través de una “misión de obser­vatorio electoral nacional”.

Los adversarios políticos tienen una lectura clara de la situación de que la postura mencio­nada apunta a embarrar la cancha para que los concertados desaten una guerra en la que pue­dan apretar para validar los conteos particula­res que ya anunciaron van a realizar.

En este escenario, se tornan más que pertinen­tes las declaraciones del presidente del TSJE sobre la duda que se intenta plantear. Sobre el punto, el ministro Jaime Bestard expresó que el proceso de la contienda electoral se encuen­tra bajo la atenta mirada de las organizacio­nes políticas que “participan de las distintas auditorías y verificaciones de todo el desplie­gue técnico y logístico, para que la ciudadanía esté segura de que el resultado a darse refleje la voluntad popular”.

Queda menos de un mes para la gran jornada cívica en la que es más que seguro que el elec­torado dará nuevamente lecciones de patrio­tismo mediante el ejercicio de un derecho fun­damental como es el voto. La angurria y las frustraciones de políticos que no saben con­vencer y no lo pudieron hacer durante años no pueden resultar una amenaza para esta her­mosa concurrencia de cada 5 años en busca de elegir a las nuevas autoridades nacionales.

El Estado, a través de los organismos perti­nentes, debe brindar las garantías para que las instituciones involucradas en el proceso elec­toral realicen con tranquilidad sus labores. Estamos y estaremos ante la atenta mirada de un pueblo esperanzado en un nuevo gobierno y una comunidad internacional a la que debemos seguir demostrando que somos un electorado civilizado adaptado a las normas que rigen en su sistema democrático.

El patoterismo, las campañas malogradas y el odio deben quedar al margen, y quienes osen en desafiar el régimen democrático deben ser castigados con el peso de las leyes pertinentes.

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