Sin haberse superado totalmente las consecuencias sanitarias, sociales y económicas de las varias afecciones a la salud que han atacado el país en los últimos tiem­pos, ahora se manifiesta con mucha fie­reza el chikungunya, que es un mal que también está ocasionado por las picadu­ras de mosquitos, los viejos conocidos vectores de otras enfermedades como el covid-19, que nos hizo padecer una terri­ble pandemia.

No son dolencias que se ensañan con las naciones por el nombre, la bandera o el idioma que tienen, sino que atacan a todos por igual. Con la salvedad de que en los países con mejores sistemas de salud pública y con autoridades que pro­tegen mejor a sus habitantes las conse­cuencias son menos terribles que en los más descuidados.

Expertos internacionales de los Centros para el Control y la Prevención de Enfer­medades (CDC, por su sigla en inglés) aseguraron que Paraguay tiene en estos momentos la epidemia más grande de chikungunya y la mayor de Sudamérica.

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Explicaron que, aunque los brotes del mencionado virus se están observando en otros países de la región latinoameri­cana, el más significativo se está dando aquí de acuerdo con las comprobaciones que han hecho.

Indicaron que los recién nacidos, lac­tantes, personas mayores de 60 años e individuos con condiciones especiales de salud, como los hipertensos, los dia­béticos o los que padecen males cardía­cos son los que tienen mayor riesgo de enfermedad severa y muerte por chi­kungunya.

Eso afirmaron en una conferencia de prensa llevada a cabo el miércoles último como conclusión de los trabajos que vienen realizando en el país con los técnicos del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social. En medios no oficia­les se estima que el número de casos de la enfermedad ya supera los 50.000 y que los fallecidos a causa de ese mal se acercan al centenar. Los datos oficiales del ministerio respectivo son incomple­tos y no reflejan el verdadero rostro de la realidad, porque muchos casos que ocu­rren en zonas rurales y lejos de los cen­tros urbanos no se reportan a los hos­pitales públicos y, en consecuencia, no están registrados.

Lo cierto, y doloroso, es lo mencionado por los expertos en el tema, que pusieron al Paraguay en la cima de los países con mayores problemas en materia de chi­kungunya. Un privilegio negativo que no le hace ningún favor al Paraguay. Y que revela que nuestro sistema de Salud Pública deja mucho que desear, porque el gobierno no trabaja lo suficiente en esta materia.

Suele ser motivo de honor para los habi­tantes de una nación cuando su país figura en los primeros puestos por la buena marcha de su economía, por su estabilidad política, su buen nivel de salud, por el excelente índice de educa­ción y distribución de la riqueza. O por las campañas triunfales en los deportes más importantes. Pero estar en el piná­culo de las naciones por sus problemas de salud, como en este caso, es más bien motivo de vergüenza y hasta de dolor. Y, por supuesto, constituye un enorme desafío para el país, especialmente para los responsables de su conducción.

Para corregir los errores y mejorar la situación no es bueno ignorarlos ni menospreciar los datos de la realidad. No se trata de una campaña política con­tra el gobierno reconocer que durante y después de la pandemia se han come­tido muchas falencias, cuyo resultado es nada menos que la pérdida de muchas vidas y el malestar de muchos enfer­mos. No podemos olvidar que Salud Pública no ha sido capaz de vacunar con­tra el covid-19 ni siquiera a la mitad de la población paraguaya, por poner un ejemplo.

En este momento en que la enferme­dad que comenzó a avanzar en nuestro país a partir de octubre del 2022 se está ensañando con la población, el gobierno debe destinar todos sus esfuerzos para superar esta situación. Ya perdió tiempo para frenar el impacto de la enfermedad. Ahora urge mejorar los servicios médi­cos y extender la prevención.

Hay que encarar una fuerte campaña con la ciudadanía para que se tome con­ciencia de la situación y se combata el mosquito con todo rigor. Declarar un período de lucha total, usando todos los medios, para enfrentar este problema que puede seguir creciendo si no se lo detiene a tiempo.

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