Impotencia, dolor, miseria y hasta luto lamentamos detrás de la epidemia de chikungunya que sorprendió al país tras aquel primer caso detectado en el último trimestre del 2022 y que no generó las acciones rigurosas inmediatas que compro­meta los esfuerzos de toda la sociedad en el combate a los criaderos de mosquito.

Las secuelas, complicaciones, son alarmantes y la cantidad de infectados es una verdadera desgracia. Son más de 30.000 casos de chi­kungunya registrados en las estadísticas del Ministerio de Salud desde octubre del 2022, cuando saltó el primer caso.

Asunción y el departamento Central son los más golpeados, aunque en el último reporte presentado por la Dirección de Vigilancia de la Salud reveló una leve retirada, sin embargo, se habló de una suerte de migración al interior de nuestro país que, en las condiciones sani­tarias que arrastramos, es una desesperante situación.

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Los departamentos de Paraguarí, Alto Paraná, Caaguazú, Cordillera, Amambay, San Pedro y Alto Paraguay reportan repuntes y son el nuevo foco de Salud. En la víspera de este pasado fin de semana se confirmó 33 falleci­dos, además de otros casos de decesos en estu­dio posiblemente relacionados a la enferme­dad trasmitida por el mosquito.

“Quedaron en 5 los fallecidos menores de un año, 4 varones, una niña, luego tenemos ya a partir de los 30 años. Se dispara en los que tie­nen 70 años y más, principalmente en hom­bres. Todos tienen enfermedades de base, no hay ni uno que haya sido realmente sano. Es un virus que en el adulto o en el que tiene factor de riesgo en el caso de los neonatos, los niños muy pequeños, un virus que desestabiliza a un dia­bético, que no está con un buen control, viene chikungunya y descompensa a esa persona”, lamentaba el doctor Guillermo Sequera, de Vigilancia de la Salud, el viernes último.

Los dolores articulares, problemas reumatoló­gicos, cardiacos, de hígado y hasta meningoen­cefalitis perturban a los pacientes. A últimas horas del sábado pasado, desde Salud avisaban que clínicas registra internación en terapia intensiva de niños por cuadros muy severos de chikungunya, es decir, la situación es delicada y necesitamos que se refuercen las atenciones sanitarias para atender estos casos y las com­plicaciones del después considerando la can­tidad de pacientes que continúan aquejadas semanas y hasta meses posteriores de superar la presencia del virus en el organismo.

Especialistas de varios rubros comparten con­sejos y pautas generales a través de los medios de comunicación y redes sociales, concien­ciando sobre la necesidad de cuidados médi­cos después de contraer la enfermedad. Sin embargo, sabemos que estas posibilidades no son accesibles para todos, por el costo de los tratamientos y por la escasez de especialistas cuyos honorarios resultan de oro y que princi­palmente dejan fuera del servicio al sector más vulnerable.

El Hospital de Clínicas habilitó una terapia de rehabilitación a pacientes con “secuelas neu­rológicas u osteoarticulares”, pero la cantidad de pacientes requiere mayor expansión de este tipo de servicios. Las alteraciones articulares y el dolor del sistema muscular que se arrastra después de contraer la enfermedad afecta a la mayoría, pero el sistema de salud es limitado.

En estos días desde el gremio de reumatología señalaban que hay apenas 55 reumatólogos en todo el país y que menos de la mitad prestaría servicios en el sector público ya incluido el Ins­tituto de Previsión Social (IPS). Así, también, mencionaban que en Paraguay hay 4 reuma­tólogos para atender a la población infantil, lo que revela que estamos totalmente desfasados en las necesidades de salud.

Problemas neurológicos, dermatológicos, diagnósticos de encefalitis que puede ser una inflamación del cerebro con reporte de grave­dad son parte de las complicaciones que debie­ran ya ser una alarma para las autoridades políticas para plantear más inversión, mejores programas sanitarios en busca de salvaguar­dar la vida de la gente.

Hoy, como ocurre en cada epidemia, segui­mos carentes de brindar una digna atención a los pacientes. Todavía vemos personas bajo un mosquitero en sillones cuando debieran estar en cómodas camas aptas para los casos de internación.

Ante esta situación, obviamente es mucho más desalentador pensar en respuestas que se pudieran dar a la gente marcada por secuelas de chikungunya y otros males. Es inminente la necesidad de agendar una política sanita­ria seria, factible, responsable, que se respalde en presupuestos acordes a los servicios que se requieren y que lleven la delantera a las enfer­medades que aparecen.

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