Los propios correligionarios cali­fican al actual presidente del Par­tido Liberal, Efraín Alegre, de ser una desgracia para la institución partidaria por las millonarias deudas que generó, la administración fraudulenta con la que manchó a la nucleación, sin hablar del festín con la plata que recibe del Estado, hechos que se cuestionan continuamente en las riñas con sus detractores.

En el 2021, plenamente documentado, el tesorero del Partido Liberal en ese momento mediatizaba una deuda de G. 38.000 millones y G. 500 millones faltan­tes en bonos. La cifra del endeudamiento superaba ampliamente lo autorizado por las autoridades del partido, según se había denunciado en el mencionado período.

La denuncia del endeudamiento había explotado en la cara de los liberales, quie­nes sufrieron las consecuencias, mientras Alegre ensayaba discursos de supuesto boi­cot y tiroteaba contra el Tribunal Supe­rior de Justicia Electoral (TSJE), en vez de dar explicaciones, presentar a la opinión pública los documentos respaldatorios de sus gastos, como lo haría un político serio, respetuoso de la transparencia. Con esta gestión, Alegre intenta una vez más ser pre­sidente de la República.

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Meses después del mencionado escándalo, las pericias realizadas en el marco del pro­ceso judicial que afrontaba por el sonado caso de las facturas falsas confirmaban la existencia de documentos adulterados en la rendición de gastos del Partido Liberal. Alegre, lejos de aclarar o refutar lo que los profesionales contables hallaron, pretendió defenderse atacando al adversario político con el verso fantasioso de siempre.

El escándalo y la discordia entre el grupo de Efraín y los disidentes se acentuaban, mien­tras los proveedores, tenedores de bonos apretaban por el cobro de los préstamos que realizaron. La lamentable administración de Alegre sometía a embargos de los recur­sos públicos que corresponden a su partido.

Alegre, aferrado al cargo cuando muchos de sus correligionarios ya le insistieron en que debe renunciar, es la demostración del egoísmo y la altanería que daña fuer­temente a una institución como el Partido Liberal.

Tristemente, la gestión de Alegre sigue siendo vergonzosa y bochornosa. Nuestro diario evidenció hace unos días cómo los pocos recursos que recibe el partido a causa de los embargos que tiene encima se con­vierten en zoquete de los pocos leales que le siguen.

Hemos visto cómo una de las personas sindicada de cabecilla en la quema del Congreso Nacional registra sistemáticas facturaciones en concepto de “cursos de capacitación”. Aparecen facturas emitidas hasta en vísperas de fiestas de Año Nuevo, figuran rosario de pagos con montos gene­rosos y que, por las difusiones que hacen en sus redes, puede verse que apenas reúne a unos cuantos, a los amigos de siempre.

Esta es una manera fría de despilfarrar recursos, cuando el partido viene arras­trando una difícil situación económica y cuando ese dinero que va al bolsillo de sus operadores le cuesta sudor, sacrificio a los contribuyentes del Estado.

Abultadas cifras en cada facturación, G. 20 millones, G. 30 millones, resultan alevo­sas. Pero más ingrato aún es ver que en la nómina de capacitadores aparece gente sin preparación académica, como el bachiller, asistente de la Justicia Electoral que factura hasta G. 12 millones por capacitar.

El caso de este bachiller contratado por Alegre es una burla a los esmerados maes­tros que perciben modestos salarios y que dedican gran parte de su tiempo en seguir capacitándose. Las andanzas del político generan mucho rechazo, incluido el de sus correligionarios que venían apoyándolo.

En estos días, desde el Alto Paraná, un refe­rente importante del Partido Liberal cues­tionaba su mala gestión, principalmente por la acusación de vaciar las arcas de la ins­titución. Hasta de protector de planillero lo tildó a Alegre este correligionario, respe­tado en su departamento.

Pensar en mejores chances para el país de la mano de Alegre es una fantasía. Lo que no nos merecemos los paraguayos es que personajes como este señor, acostumbrado a la prepotencia, la tiranía, denunciado por fraude, corrupción en tiempo de ministro de Obras Públicas y para peor, poco apegado al trabajo, tome el rumbo de nuestro país.

El Paraguay necesita de líderes que tengan proyectos para reconstruir y sacarnos del desastre. Las cosas deben mejorar, la gente merece autoridades preparadas, que puedan plantear cambios que resulten competitivos para el futuro que necesitamos forjar.

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