Una de las noticias más lla­mativas y que concitó la atención de todo el país es la sentencia de un tribunal argentino conocida el lunes último en que se condena a ocho jóvenes juga­dores de rugby que mataron a golpes al joven Fernando Báez Sosa, el 20 de enero del 2020. El acontecimiento tuvo una repercusión muy especial en Paraguay, pues el occiso es hijo de un matrimonio de paraguayos que reside en la Argentina hace varias décadas. La difusión de las imágenes muestra la alevosía con que actuaron los ocho asesinos y la omisión de auxilio de las numerosas personas que circulaban por el lugar para impedir el crimen, lo que convierten a este hecho en un caso muy singular.

El Tribunal Oral en lo Criminal N.º 1 de la ciudad de Dolores, provincia de Bue­nos Aires, Argentina, dispuso la con­dena a los 8 rugbistas que fueron res­ponsables de la muerte de Fernando, en la localidad de Villa Gesell, de la misma provincia. La víctima era un joven argentino que, cuando fue atacado por los 8 muchachos, no pudo defenderse y murió a consecuencia de la terrible gol­piza que recibió de la cobarde banda de chicos argentinos. A algunos de ellos, en un rapto de racismo criminal, se les escuchó decir “vamos a matar a este negro”, teniendo en cuenta el color tos­tado de la piel de Fernando. El lamenta­ble hecho ocurrió en horas de la madru­gada, a la salida de un boliche, en medio de muchas personas que circulaban por el lugar, como se ve en los videos.

La condena del tribunal establece pri­sión perpetua para cinco de los prin­cipales inculpados y 15 años de cár­cel para otros tres, por ser partícipes secundarios en el mencionado delito. El fallo fue por decisión unánime de los tres jueces integrantes del referido tri­bunal.

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La decisión de la justicia no fue del agrado de todos, pues algunos sectores esperaban la condena perpetua para los ocho, porque entre todos ocasionaron la muerte. Otros la consideraron una pena muy severa.

Los fiscales que actuaron en el caso señalaron a la salida de los tribunales que revisarán los argumentos de la jus­ticia y adelantaron que podrían apelar las condenas. Uno de ellos manifestó que las tres personas que recibie­ron solo 15 años de cárcel actuaron en carácter de coautores y no como res­ponsables de una participación secun­daria, por lo que deberían ser castiga­das con la pena máxima. Consideran que con la muerte de Fernando Báez Sosa a manos de los violentos muchas familias se sienten arruinadas.

El asesinato del joven ocurrió en una sociedad ganada fuertemente por la violencia en todos sus estamentos, como la Argentina. Pero la violencia no es patrimonio exclusivo de ese país, ya que en el nuestro existen numerosísi­mos casos de las más diversas expresio­nes de la brutalidad contra las perso­nas. No hace falta mirar las crónicas policiales para eso. Basta observar el comportamiento de mucha gente en las calles, la conducta agresiva de los gru­pos en las aglomeraciones de perso­nas, la gran cantidad de asesinatos, de asaltos a individuos, a negocios y domi­cilios, y ni hablar de las peleas luego de las fiestas como consecuencias de la ingestión exagerada de alcohol y de drogas no permitidas.

Hay que reiterar que el homicidio de Fernando Báez a fuerza de los golpes alevosos de los criminales se produjo en medio de gran cantidad de perso­nas que circulaban en el sitio. Y nadie osó a intervenir para detener el homi­cidio. Este es el ejemplo más evidente de una sociedad, muy similar a la para­guaya, acostumbrada a la brutalidad, a la falta de respeto a las leyes y ciega al dolor ajeno, que por omisión es capaz de aceptar el crimen. Porque ninguno de los individuos que observaban la paliza fue capaz de actuar para evitar el delito.

Hay que reconocer que la violencia es una terrible realidad que la socie­dad tiene que combatir por todos los medios. Es una horrible pandemia que asesina personas, que seguirá matando cada vez más gente si los gobiernos y la ciudadanía no actúan con la sufi­ciente valentía y entereza moral. La vida humana es el más alto valor de una sociedad. Y hay que protegerla.

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