En medio de varias denuncias contra el Gobierno y las acusa­ciones de desprolijidades en el manejo de los casos vinculados a la banda guerrillera del Norte, el pre­sidente de la República viajó el martes a España acompañado de su esposa y algu­nos ministros. El informe oficial indica que será recibido por el rey y el presidente del gobierno español, y que además ten­drá algunas reuniones con empresarios de ese país.

En el programa comunicado por la agen­cia noticiosa del Gobierno no se habla de temas excepcionales, ya que con los gober­nantes españoles se tratarán “temas de la agenda bilateral”, así como asuntos de “la cooperación para el desarrollo”, términos de la retórica oficial que no enumeran nin­gún programa en particular. Lo que hace pensar que será una visita llena de asuntos protocolares que son habituales en este tipo de encuentros. Nada muy relevante para el país.

En las reuniones con los empresarios tam­poco se tratarán cuestiones de relevan­cia, sino asuntos generales, a estar por el comunicado oficial. Como no se ha dado a conocer el contenido de la agenda con los hombres de negocio, se puede suponer que no existen detalles muy concretos ni nego­ciaciones bien articuladas sobre los temas económicos y comerciales que interesan al Paraguay.

Debido a estos elementos es que en muchos sectores se ha criticado el viaje del Presidente en un momento político y social muy especial. Sobre todo, por­que deja al país a cargo del vicepresi­dente Hugo Velázquez, muy desacredi­tado políticamente por las calificaciones que le otorgara el gobierno de los Estados Unidos. De modo que, gracias al viaje de Mario Abdo, el país quedará varios días bajo el mando de un vicepresidente califi­cado de “significativamente corrupto”, y muy cuestionado, ejerciendo la Presiden­cia de la República. “Cosas veredes, San­cho”, como diría el inefable Don Quijote de la Mancha.

Lo más difícil de entender es que Abdo abandona sus funciones en un momento en que el país necesita el trabajo eficiente de sus gobernantes para buscar la solu­ción a numerosos asuntos que preocupan a todos. Aunque, evidentemente, el manda­tario así no lo entiende.

Los numerosos desaciertos de este gobierno hacen necesario pedir a las auto­ridades nacionales que paren con las dis­tracciones y comiencen a gobernar. Por el bien del país y por respeto a los millones de paraguayos que necesitan articular una esperanza en medio de esta pandemia de improvisaciones y errores. Como señaló un legislador de la oposición, “aquí no hay gobierno. Lo que hay es una mera adminis­tración de la inercia de la burocracia. Por­que gobernar es conducir. Este gobierno demostró en cada momento que es un desastre”.

Y justo esa falta de conducción es la prin­cipal falencia y motivo del reclamo más fuerte de los distintos sectores del país. Porque además de los desaciertos de su administración, últimamente el primer mandatario dedica más su atención a la campaña política de las internas colora­das, faltando a su principal obligación que es conducir al país desde la primera magis­tratura de la nación.

El Presidente debe concentrarse en gober­nar para hacer frente a la difícil situación económica y social. Tiene que articular medidas económicas, fiscales y financie­ras para hacer que vuelva el crecimiento del país, ya que desde que asumió se han tenido los peores resultados en esa mate­ria. Uno de los más dolorosos indicadores de esa situación es que estamos teniendo el índice de inflación más alto de los últimos 20 años. La pobreza va ganando terreno, y el número de pobres está aumentando. Los índices de desocupación y desempleo revelan que durante su gobierno se están alcanzado los niveles más altos desde el 2019, con todo lo que ello implica para la vida de millones de ciudadanos.

El Presidente no debe huir del país ni de sus responsabilidades. Tiene que quedarse a afrontar con valentía los asuntos que preocupan a los paraguayos, conduciendo la nave estatal. Aquí debe ponerse al frente de los que laboran para solucionar las cuestiones más delicadas del Paraguay que no podrá tratar en España con nadie. Tiene que entender que el sitio que ocupa al frente de la nación conlleva la obligación jurídica y moral más importante, que es trabajar por el bienestar nacional.

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